domingo, 6 de abril de 2014

Madres de locutorio



¿Algunos de ustedes consideran que es imposible ser madre a la distancia? Estarán los que dicen que sí, estarán los que dicen que no. Estarán los que por la ignorancia de que no le ha tocado sufrir en vida, cuestionen cómo es posible que una madre se pueda alejar de sus hijos. Estarán los que vean una profunda prueba de amor que no todos estamos dispuestos a atravesar. Hay una modalidad de madres que se ven obligadas a partir para alimentar a sus niños, para vislumbrar un futuro. Las llamamos madres de locutorio. Muchos de ustedes no se las han cruzado, pero existen. Algunas logran regresar o traer a su familia; otras no. Pero no dejan de llamarse madres, aún cuando se pierdan el crecimiento de sus hijos.


El fenómeno migratorio cambia con la misma dinámica que van modificándose las sociedades. En la época de mi abuelo, él se marchaba primero de su país para lograr una estabilidad laboral en otra tierra, y una vez lograda, traerse a toda la familia en un duro viaje en barco. El hombre era el sostén laboral de una familia, y marchaba solo para ahorrar dinero y evitar esos primeros momentos de incertidumbre de llegar a otra tierra y sentirte tan extraño. Ese fenómeno podemos coincidir que se mantuvo hasta finales de la década de los setenta pasados. 

En el mundo de hoy es más fácil para la mujer conseguir un trabajo en la economía sumergida. Por eso hay infinidad de mujeres que han resignado la educación y crianza de sus hijos para convertirse en los proveedores del sustento. Y están lejos, las separan más de 10.000 kilómetros y unas tarifas áreas casi imposibles. Y si juntaran ese dinero, los separa el riesgo de no poder asegurarse que han de volver a entrar. O que perderán la antigüedad para obtener la residencia. Y así pueden pasar años sin verse.

Pero gracias a un misterio que envuelve al corazón humano, ellas no dejan de tejer en forma porfiada esos hilos o lazos de amor, esa conmovedora entrega que hacen las madres, de amar o cuidar a sus hijos. Y durante los últimos años ese hilo no es simbólico. Ese hilo lo encuentran en los locutorios, el hilo o cable de teléfono. Estas madres trabajadoras pueden no saber dónde se encuentra la tienda más cercana de Zara. Pero todas ellas conocen un par de locutorios cercanos, para en sus momentos libres, intentar el contacto con su país de origen, donde les aguardan esos niños, que a medida que pasa el tiempo parecen escucharla como a una extraña.

Y en los locutorios pueden llevar a cabo la otra misión importante a la que se han encomendado. Enviar divisas. Una madre que consigue enviar dinero a sus hijos, será una madre alegre. Sabe que el esfuerzo tiene una mínima recompensa, la de sentirse orgullosa. Quizás esa madre para cumplir con la consigna deba cuidar los hijos ajenos. Despertarles, darles el desayuno, ayudarlos a vestir, acompañarlos a la parada del autobús escolar, encomendarles que se porten bien, recordarles que coman toda la merienda que le ha preparado, quedarse unas horas más en esa casa los días que esos niños estén enfermos y deban guardar cama. Tendría que ser más duro el intentar sacar adelante su propia historia cuidando los hijos de otros sin ver como crecen los suyos propios. Pero por ahí no lo sea, ellas saben lo que es ser madre y se ponen en el lugar de la que debe acudir a su trabajo y  custodian en esas manos a sus hijos. Y ellas responden.

Y no sólo van al locutorio a enviar dinero. Esa puede ser la parte más importante, porque del otro lado encuentran los medios de subsistencia. En la comunicación telefónica hay otro rol que ellas no dejan de llevar adelante, que es transmitir afecto, mantener la línea familiar abierta aún cuando es evidente que esa familia se está lentamente desestructurando. Son ellas las que escuchan las preocupaciones, las carencias que persisten del otro lado de la línea. Son ellas las que luego piensan como remediarlo, las que toman decisiones. Son ellas las que ven que todos los días se les exige un poco más. Son ellas las que a veces observan que muchas veces nadie piensa en ese sufrimiento, en esa entrega. Son ellas las que confirman que su familia no se da cuenta que está atravesando una depresión, angustia o tristeza. Son los otros los que no se dan cuenta que a ellas, a pesar de su valor, a veces les cuesta ir hasta el locutorio. Pero una vez que escuchan la voz de sus hijos, suelen llorar en silencio, mientras escuchan.

Hay países donde este fenómeno es masificado. Muchas mujeres tienen “la suerte” de desplazarse a otras zonas de su país, otras a países vecinos de la región, pero muchas de ellas deben cambiar de continente, buscando la llama de la prosperidad. En Ecuador, Bolivia, Paraguay o Perú más de la mitad de las personas que emigran son mujeres, solteras o casadas, y lo hacen solas. Antes en los procesos migratorios, las mujeres eran acompañantes, aún cuando luego eran vitales para el equilibrio salarial del inmigrante. Hoy son protagonistas. Quizás en el día a día, sean casi invisibles, poco reconocidas. Pero su voz toma fuerza en el teléfono, recuperan la palabra, aviva sus voluntades.

Y los trabajos suelen ser duros. La mayoría acuden al servicio doméstico, aunque hay otras áreas que mejor no mencionar para no sensibilizar ni distorsionar la imagen de estas mujeres. Las del servicio doméstico trabajan en distintos horarios, se adecuan a los días que les impongan, en la misma jornada se trasladan de un lugar a otro, ya que en una casa harán toda la limpieza y cuidado de los niños, y en otra, solo cuentan con unas horas de plancha, pero ese dinero suma. Y el locutorio aguarda. Los salarios suelen ser bajos y por ende, muchas las limitaciones que estas mujeres sostienen. Y además, a los ojos de las sociedades receptores, pueden ser consideradas actividades que trasgreden leyes y normas, ya que están en negro y en una economía sumergida, que en épocas de crisis solo son investigadas.

“Hay una señora que siempre viene, la primera vez yo me quedé asombrada, porque hablaba por la cabina y cada ratito salía y me preguntaba cosas de lenguaje, yo le decía lo que me acordaba. Luego me contó que le estaba ayudando a su hija a hacer la tarea… y las veces que viene, lo sigue haciendo.” Este comentario de la encargada de un locutorio está reflejado en un estudio realizado en el Perú titulado “Madres e hijos de locutorio. Búsqueda familiar sin fronteras”.

Y muchas veces abundan los silencios en las comunicaciones. A pesar del vínculo, el paso del tiempo parece convertir en extraños a ambas partes. Los niños muchas veces responden, pero lo hacen con monosílabos o como si estuvieran entretenidos en otras cosas.  Es que las decisiones migratorias no suelen ser procesos democráticos, uno debe tomar la decisión y a veces, debe sentir que es impopular su sacrificio. Los niños no saben o no recuerdan los motivos que llevaron a la salida de la madre. Y responden de diversas formas, con locuacidad o con silencio. Y la madre sufre con cualquiera de las reacciones.

Un indicador de los aportes y vínculos de los emigrados se dan en 5 características, que se suelen denominar “las cinco Ts”: 1) Transferencias de remesas; 2) Turismo (ya que muchos de los que regresan ocasionalmente de visita lo hacen con su documento de residente del país donde ahora viven); 3) Telecomunicaciones; 4) Transportes; 5) Transacciones comerciales (los inmigrantes suelen dinamizar la economía de origen o destino. Sin contar que los emigrados le ahorran a su país de origen la demanda de empleos y el uso de los servicios sociales públicos.

Y las remesas no suelen ser solo de dinero. Envían medicamentos, material de estudio, material tecnológico, indumentaria, hay tarjetas que al enviar al país de origen se convierte en una tarjeta de consumo en los supermercados. Y generan inversiones en el país, ya que hay estudios que confirman que los hogares que reciben remesas, mejoran sus condiciones de agua potable, alcantarillado o hacinamiento.

Para todos los que vivimos el proceso de las comunicaciones de larga distancia, podemos comprobar cómo se ha ido abaratando el coste de la comunicación. La tarjeta de larga distancia nos sigue costando 5 euros como al comienzo de los 2000, pero ahora disponemos de más minutos. Recuerdo que con mi primera tarjeta disponía de media hora para llamadas a Buenos Aires. Ahora me mencionan más de 4000 minutos. Sabemos que no es exacto, hay mecanismos de  “penalización” por el tiempo durante no se utiliza la tarjeta que te va quitando minutos. Pero así todo ya no es necesario como antes, un par de tarjetas a la semana. Por eso el teléfono sigue siendo la mejor comunicación, ya que no todos disponen de internet en casa y no todos tienen rápido acceso a un ordenador como a un teléfono.

“El primer año que no ví a mi hijo fue horrible, me la pasé llorando. No ahorré nada porque me la pasé comprando cositas, se las envía con una amiga que ya tenía sus papeles y podía viajar… Sentía remordimientos por haber dejado a mi niño, pero cuando llamaba, mi madre (que cuidaba de mi casa) me cuadraba y me recordaba que yo me había ido para poder darle algo mejor a Paquito y eso me daba fuerza para continuar…” uno de los testimonios.

Y hay otro tipo de testimonios que grafican algo que también sucede en estos procesos. Son revelaciones que ayudan a comprender lo que puede suceder: “Te digo que hay veces que no tengo ganas de ir al locutorio. Mi mamá que me dice siempre que la plata no alcanza y me exige… el tonto de mi marido que nunca está, tomado seguro y vaya a saber con quién y yo que hago si no tengo para viajar, apenas hace un mes mandé extra para lo del colegio del bebé… me hago de fuerzas y llego a marcar otra vez el teléfono… claro hay veces que no es tan mal y me dan alegrías mi familia, pero son las menos…”.

“Dios nada más sabe cómo hemos hecho, pero sí, mi Victorcito y yo superamos esta lejanía tan grande de 6 años… sufrió mucho y yo ni qué decir!, pero salimos adelante, gracias a Dios… apenas dos veces nos vimos en 6 años, dos veces, el cuarto y el quinto año, si ya estaba tan grande mi hijito, y cada vez que debía volver peor era! Salía llorando por no podérmelo traer y pasaba días sin poder dejar de llorar… y ahora estamos juntos, lo tengo conmigo (abraza a su hijo de 11 años y acaricia su cabeza, él la mira serio)… él sabe que todo fue para poder estar juntos y que él pueda estudiar, ser alguien y no tener que pasar por lo que yo paso”.

"Jamás imaginé que mi proyecto tardaría tanto en cumplirse. Ha sido duro, es mucha lucha, mucha soledad. Sientes mucha culpa, muchas lagrimas, te pierdes largos años de su niñez, y ellos pierden el amor y el apoyo de su madre por esos años de ausencia. Hay momentos donde yo misma me preguntaba: ¿Ha merecido la pena todo este sacrificio?”, como vemos este es un testimonio de una ex madre de locutorio. Finalmente logró responder a sus dudas, acercó a su familia al país de acogida.

“Animar a otras personas es bastante complicado porque depende de la búsqueda interior de cada quien. A mí me encanta que mis hijos tengan libertad de vivir en Santo Domingo, España o Alemania, que no tengan fronteras, ni dificultades de documentación. Como están cualificados pueden optar sin discriminación, ni explotación a un puesto de trabajo. Si bien ellos me reprocharon cuando eran niños y adolecentes mi ausencia, actualmente tenemos una buena relación, ya que es un sentimiento muy fuerte, lo han entendido y creo que lo han valorado. Yo repetiría mi experiencia, pienso que si me hubiese quedado en mi país sería una persona frustrada, porque no estaba nada contenta con muchas cosas que son muy aceptadas allí”, una última declaración. Habrá tantos testimonios como migrados, no hay resultados gratos en todas las historias.

A veces perdemos la perspectiva de lo que es un verdadero problema. Existe esa famosa frase “nos quejamos de vicio”. Muchos de los que hemos emigrado conocemos casos de estas madres que a la distancia han sacado adelante la vida de sus hijos. Algunas regresaron, otras se han quedado, muchos de esos niños están con ellas ahora, otros son extraños en la distancia y además le suelen reprochar el abandono. De ahí que repita la pregunta inicial: ¿Algunos de ustedes consideran que es imposible ser madre a la distancia? Para todo aquel que nunca reflexiona antes de abrir la boca y soltar una parrafada, estaría bueno que cliquee aquí y se detenga un minuto y medio en escuchar. Reunirse con sus hijos es el objetivo final de la mayoría de las mujeres en el extranjero. En el mejor de los casos, las estadísticas nos sitúan que un 30% no lo logra. Bastante daño llevan esas vidas, para que al menos reconozcamos las agallas de seguir siendo madres a la distancia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario