jueves, 10 de octubre de 2013

La historia cerca de tu casa



El lunes 26 de abril de 1937 quedó instalado en la historia como uno de los hitos más controvertidos y dolorosos de la Guerra Civil española. Según cuentan las versiones, durante tres horas ininterrumpidas fue bombardeada por mayoría de aviones alemanes y algunos italianos, la villa bizkaína de Gernika.  Era día de mercado. Aunque el frente de la guerra se encontraba a kilómetros de allí, los habitantes de pueblos y caseríos cercanos se acercaban para abastecerse y comerciar. La mayoría eran mujeres y niños, también ancianos: todos formaban parte de lo que se reconoce como población civil. Y fueron bombardeados. Gernika está a cuarenta minutos de la que hace doce años es mi casa.


En el año 2000, cuando todavía no imaginaba que me iba a ir de Buenos Aires, participaba en un taller de escritura que lideraba Amelio García, un buen amigo cubano y excelente disparador de ideas para la creación literaria. Había formado un lindo grupo, 2 varones (uno de ellos, casi un niño que escribía con una facilidad asombrosa) y el resto seis o siete mujeres. El taller lo hacíamos en la casa de una de ellas y solíamos llevar algo para comer, porque el taller lo encarábamos en un horario que invitaba a la merienda. Ya en ese momento, yo atravesaba un parate en mi escritura. Después de algunos años escribiendo, me había secado. Pero iba todos los jueves al taller, no faltaba nunca. Amelio daba buenas directivas y al menos, yo lograba responder a esas indicaciones. Pensaba que era cuestión de tiempo retomar el hábito. Y fue cuestión de tiempo, trece años se demoró mi regreso. Pero Amelio fue muy importante en ese desierto mío de palabras y de ideas.

Una de mis compañeras nos propuso un día escribir un cuento sobre el Guernica, de Pablo Picasso. Era un cuadro que le fascinaba, que tenía vinculación con un pasado familiar (por las raíces vascas) y para justificar aún más su propuesta de escritura, era una vieja ambición que esperaba alguna vez cumplir, la de quedarse un buen rato contemplando la obra en el Museo Reina Sofía, de Madrid, donde la obra se exhibe luego de un exilio forzado en los Estados Unidos. A Madrid llegó luego de pasar por París, viajar por Escandinavia, Inglaterra y los Estados Unidos recogiendo dinero para ayudar a las víctimas republicanas. En el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) reposó durante décadas por un convenio del pintor malagueño con el Museo, a la espera del fin de la dictadura en España. El exilio duró cuarenta años, lo que perduró la vida de Franco.

La consigna obligaba a la persona que proponía el tema ampliar la información para que a la semana siguiente todos intentaremos traer un escrito para corregirlo y comentarlo en grupo. Mi compañera (de la que no recuerdo el nombre pero la llevo grabada en mi memoria) nos habló durante media hora del cuadro. En aquel tiempo la conexión a internet se daba solamente en oficinas, no había aún en muchos hogares. Y no existía el buscador para sacarnos del apuro y del desconocimiento. Pero ella guardaba una precisión escandalosa sobre la obra (el cuadro), como de la situación vivida en el mercado. Pasada una semana, algunos presentaron unas líneas, yo muy pocas. La única que se animó a completar tres carillas fue mi compañera. Casi no recuerdo nada, solo aquel amor que no ocultó al ofrecer el tema y al hablarnos de Gernika, del cuadro y de Picasso.

A los pocos meses de instalarme en Plentzia, y cuando todavía no conocíamos las distancias y no teníamos coche propio, un martes a la mañana (ese era nuestro único día libre los primeros años), nos tomamos el metro y combinamos con el tren que nos llevó primero a Gernika, luego a Mundaka y finalmente a Bermeo, es decir una especie de tour turístico por ese corredor bizkaíno. Fue más lo que viajamos que lo recorrimos los tres destinos, pero en la primera parada, nos permitió recorrer cercano al mediodía y casi sin compañía en las calles, los lugares emblemáticos de Gernika, para luego de atravesar la calle de San Juan hasta la intersección con Pedro de Elejalde, toparnos con un mural de la obra de Picasso. Para nuestra sorpresa, no había nadie. Estábamos solos frente a una reproducción del cuadro, regalo de la Asociación de Ceramistas de Valencia a la ciudad, con un rótulo añadido en la parte inferior que dice: “Gernika”, Gernikara, que al castellano viene a decir Guernica a Gernika, que la obra debería estar en su casa.

Lo primero que uno percibe al mirar el cuadro, es que en la obra no hay rasgos ni contextos vascos, no está el árbol de Gernika (el árbol hijo sobrevivió emblemáticamente al bombardeo), no hay mención de una ikurriña (la bandera vasca), no hay aviones pero si hay soldados muertos, y ni siquiera la obra respeta el nombre en euskera del pueblo de Gernika-Luno. Trascendió al mundo con su nombre españolizado. La obra, como casi todo acto que existe sobre nuestro planeta, tiene distintas explicaciones, distintas interpretaciones, distintas atribuciones, un solo padre pero millones de herederos políticos y simbólicos. Lo único claro y preciso es que hubo un bombardeo, un pueblo arrasado y un cuadro que trascendió fronteras, y que se llamó como el pueblo afectado.

La Guerra Civil española fue considerada por muchos, como la última de las contiendas románticas. Se puede precisar que el agregado de romántico no lo sugirieron los afectados, sino los miles que participaron desde otros países, acudiendo al llamado de la libertad del Gobierno Republicano jaqueado por las tropas nacionalistas. Era la defensa de unos ideales, y a su vez, la observación algo azorada del avance del fascismo y del Comunismo en Europa. Fue la antesala de la Segunda Guerra Mundial y en la contienda hubo dos bandos, pero dentro de cada facción hubo un sinfín de bandos más, muchos de ellos sin conexión posible en lo ideológico, así que las distintas partes se vieron forzadas a pertenecer a uno u otro. Y si hay algo más triste en una guerra, es que muchísimos no formaban parte de ningún bando, con ellos no iba la guerra, pero es sabido que si no estás con uno estás con otro, y así se vio implicada una nación en una guerra entre hermanos, en un absurdo que llamamos romántico.

Pasada las cuatro de la tarde de aquel lunes de 1937, apareció un primer avión, soltó unas bombas y desapareció. Unos minutos más tarde, una oleada de aviones sometió a un ataque masivo de bombas explosivas y ráfaga de ametralladoras a una población civil que no atinó a nada, apenas a intentar escapar en campo abierto. La ciudad fue devastada, al ataque le continuó el incendio que se propagó por casas, la mayoría con maderas en su construcción. Las pérdidas humanas fueron difíciles de precisar, además nos empecinamos en tener una estadística exacta de lo atroz, como si lo que importara fuera la cantidad y no la bestialidad de lo acontecido. La mayoría de las víctimas perecieron en sus hogares, en los refugios o a campo abierto a consecuencia de los ametrallamientos. El ataque no fue asumido por nadie, ni por el mando del ejército franquista, ni por el comandante de la Legión Cóndor (fue el nombre dado a la fuerza de intervención mayoritariamente aérea que el III Reich envió en ayuda de las fuerzas del general Franco para luchar en la Guerra Civil Española). Fue un episodio más de una confrontación del resto de países europeos involucrados en el Comité de no intervención. Pero aunque parezca mentira, en el horror de una Guerra, no hay una gota que colme ningún vaso.

Para los que hoy pierden el tiempo en acusarse de estar desinformados o manipulados por medios contrarios a un gobierno de turno, la historia nos dice que eso sucede todo el tiempo. No hay antídoto posible mas allá de nuestra inteligencia, razonamiento y el saber hilvanar los hechos contados por otros, para precisar si a nosotros nos cierran. El problema no son los medios afines o contrarios, es nuestra falta de inteligencia y nuestro nulo razonamiento. Al día siguiente del bombardeo, el diario ABC de Sevilla achacaba el incendio de la ciudad a una estratagema de los mismos republicanos, dispuestos a una jugada a dos bandas, no dejar nada en pie ante el imparable avance nacional del Frente Norte, y por otro lado, adjudicar al rival un hecho horrendo, que nadie podría justificar.

La información escaseaba, pero todos rivalizaban por dar la noticia. Pero George Steer, periodista británico nacido en Sudáfrica,  esperó un día mas y desafiando la lógica de comunicar Bilbao con Gernika (30 kilómetros los separaban) por carretera, tardó horas en llegar porque las carreteras estaban colapsadas por los que escapaban ante el avance de las tropas nacionales y los que intentaban llegar a Bilbao luego de perder todo en Gernika. Se acercó al pueblo y comprobó personalmente la ciudad demolida y recogió la información en el mismo lugar. Su reporte fue portada del Times y del New York Times, desenmascaró a Franco y reveló la participación secreta del nazismo. Y así trascendió la que algunos podemos afirmar como la verdadera historia. De George Steer algunos afirman (indudablemente no los franquistas) que fue uno de los grandes corresponsales, de una raza casi extinguida y un verdadero apasionado por la causa republicana.

Volvamos al cuadro de Picasso. En enero de 1937, Max Aub, Agregado Cultural de la Embajada de España en París, le encarga a Picasso en nombre del Gobierno Español, pintar un mural para ser expuesto en el Pabellón de España en la Exposición Universal de París (oficialmente Exposición General de segunda categoría de París, bajo el tema Artes y técnicas de la vida moderna). Tuvo lugar desde el 25 de mayo al 25 de noviembre. El mural fue trasladado en algún momento de la segunda quincena de junio y la instalación abrió con retraso el 12 de julio. Es decir que la obra de Picasso vio la luz al gran público 47 días después de esa jornada trágica. Según afirman historiadores o críticos de la obra del artista malagueño, Picasso tardó 60 días en pintar el mural que tiene dimensiones de 3.5 metros de alto por 7,77 metros de ancho. Por lo que se podría afirmar que la obra no representa el bombardeo pero sí una particular versión de los horrores de la guerra, como una alegoría de todas ellas. La derecha que estudia la obra considera que la izquierda que representaba al Gobierno Republicano practicaba la mentira como forma de acción política. Y utilizó la Expo como propaganda.

Indudablemente la verdadera historia interesa a las distintas facciones de esa contienda. Es de suponer que el Gobierno español (siempre referido a la Republica, elegida democráticamente) no contaba con recursos suficientes para difundir al exterior parte de la historia. A pesar del Comité de no intervención, los países europeos actuaban a espaldas de esa firma, con ese sigilo hipócrita que solemos ver en otras contiendas más actuales. Y es verdad que la intervención alemana o italiana fue más significativa que la francesa o inglesa. Si es verdad que los rusos acudieron a la ayuda de los rojos españoles, pero la sola mención del Comunismo despertaba tanto recelo como sucedía con el fascismo. Entonces la Republica se vio aislada, recibiendo apoyos individuales pero no conjuntos de esas naciones y poco a poco se veía ahogada por la falta de recursos tanto económicos como en la contienda, atinando a reforzar la propaganda en el exterior de los abusos cometidos por las tropas nacionales. Y la Expo fue un objetivo ideal para trascender al mundo algo horrendo que se estaba haciendo habitual en la Guerra Civil, el bombardeo a poblaciones. Primero fue en Madrid (noviembre de 1936), luego fue en Durango (31 marzo de 1937) y Gernika finalmente trasciende por la obra de Pablo Picasso, pero hasta entonces todas ellas envueltas en mentiras y silencios. Esa mentira pudo haber sido el tema central de esta obra de Picasso, algunos definían a algunos periódicos como “la prensa que miente, la prensa que mata”.

Me alejó de la parte histórica ante el temor de seguir anotando ideas y datos arbitrarios. Dependiendo del lector, encontraran apuntes o interpretaciones inexactas. Las causas pueden ser todas válidas, lo que interesa es que la ciudad fue devastada y que la obra existe y ha trascendido, se ha hecho parte de toda la humanidad. La sola mención del Guernica de Picasso pone a dicha población en el centro de una pesadilla que existió. Y para todos los que estudiamos la historia y vemos con fascinación momentos puntuales de ella, nos puede servir para saber que al confrontar dicha historia con los que la vivieron, esa fascinación representa dolor humano, postergación, y muchos sentimientos cercanos a ese desconsuelo como el odio, que no se aplacan con el paso del tiempo.

Dejo el siglo pasado atrás y retomo un pasado más reciente. Luego de aquella visita inicial, regresé algunas veces al mural en Gernika, siempre con alguna visita recibida de Argentina. También acudí al Museo Reina Sofía expresamente a contemplar el cuadro original. Observé maravillado como chicos de colegios tienen la posibilidad a diario de hacer ronda y sentarse frente al cuadro, siempre a una distancia prudencial que marca un cordel y la atenta vigilancia de una encargada de la obra. Estuve más de una hora mirando el cuadro. No soy aficionado a la pintura, desconozco sus interpretaciones y sus estilos, pero algo me obligaba a estar frente a la pintura y observarla desde diversos ángulos, siempre rodeado de gente. En un momento dado, no pude evitar un llanto que me supo a vergonzoso, quizás mi estado de ánimo de ese momento canalizó en el oleo alguna vieja angustia contenida. Pero recuerdo que regresé a casa de mi prima Adriana con una tranquilidad que no tenía hasta haber visitado el Museo, al que ingresé gratis al mostrar mi cartilla del INEM, que mostraba que en ese momento estaba en el paro.

La última vez que visité Gernika lo hice acompañado en una excursión-salida que organizó la Cruz Roja de Bilbao en diciembre del año pasado. Entre técnicos y voluntarios (donde me incluyo) mostramos a inmigrantes africanos y asiáticos que intentan abrirse paso en esta sociedad, las particularidades del territorio bizkaino. Y hasta el mural nos acercamos. Como ya en esa época apoyaba en clases de castellano para estos inmigrantes, les preparé para la clase siguiente un Word (lo comparto) donde intenté explicarles que significaba la obra y que representaban cada uno de los elementos allí incluidos (tres animales: caballo, toro y paloma; además, mujeres, soldados, niños, flores, espadas rotas, luz de bombilla en el centro de la obra y otros símbolos como la muerte o el incendio), e intenté explicarles en esa calle la simbología de una obra en blanco y negro sin sonido pero que grafica la muerte, el dolor, la desesperanza y la resignación. Muchos de esos jóvenes habrían sufrido su particular Guernica en su país de origen, pronto conocería las historias de más de uno. Escuchaban con atención, tratando de entender cada detalle que les dábamos. Y me acordé de mi compañera, de su pasión al contarme sobre el cuadro aquel jueves y siento que muchos años después, entregué finalmente mi trabajo de cuatro carillas. Y espero que algún día Amelio lo lea y me lo corrija.








No hay comentarios:

Publicar un comentario