“No es que sea pesimista,
es que el mundo es pésimo”.
José Saramago
Vivimos aferrados a la catarsis y la
esperanza, ansiosos por confirmar que siempre hay un mañana y que puede ser
mejor. Sobre las huellas de un pasado, pisamos dubitativos en el barro del
presente, anhelando un futuro distinto. Pasan los siglos, pero no terminamos de
consolidar el futuro pregonado o soñado. Se avanza, se mejoran muchas cosas,
pero los defectos del mundo que tanto nos duelen, no se reparan. Repasando la
historia de la humanidad, vivimos a dos frentes: la ilusión de algunas gestas y
poco tiempo después, la decepción y fracaso de las grandes teorías reivindicadoras.
Tantas veces nos hemos equivocados al confiar. Eso no es malo, lo malo es lo estúpido
que solemos ser al no poder reconocer lo errado que estábamos.