viernes, 7 de abril de 2023

¿Quién escribirá la historia de lo que pudo haber sido?

Una de las escuelas de Tiön llega a negar el tiempo: razona que el presente es indefinido, que el futuro no tiene realidad sino como esperanza presente, que el pasado no tiene realidad sino como recuerdo presente”.

Jorge Luis Borges.


La física de la información sugiere que el espacio-tiempo y la materia no son fenómenos fundamentales. La comunicación juega un papel esencial pero en las diversas teorías sobre la descripción del comportamiento del universo se sostienen en probabilidades. El orden del universo no lo determinan las leyes físicas, al observar la revolución digital debemos sospechar que ese orden universal es tantas veces impuesto por la descripción que hacemos del universo. Si nos enfrascamos en el desarrollo de la inteligencia artificial es notorio que se trata de una realidad programada por un ordenador. Si la simulación es programada por algoritmos generados por seres humanos, podemos tener el alocado pensamiento que habría mas universos virtuales que reales. Y que en este que vivimos, la alternancia entre lo real y eventual nos confunde de tal manera que no podemos precisar si somos reales, actores o títeres.


Realidades alternativas es el diagnóstico de esta entrada. Podemos hablar hasta el cansancio de cosas que en realidad no existen, el contraste entre los mundos virtuales y real deben sostenerse por un hilo casi invisible. El término “multiverso” fue acuñado en 1895 por el psicólogo William James. No es una “realidad” actual sino una hipótesis de mas de un siglo que sugiere la existencia de múltiples universos. La palabra “metaverso” existe desde que el escritor Neal Stephenson en 1992 publicó su novela “Snow crash” refiriendo a un mundo virtual y distópico con relación al “real”. La explosión de uso en estos tiempos se debe al desarrollo de internet, ese lugar paralelo que venía para mejorar la realidad existente y que hoy dudamos seriamente, no de que lo logre, sino de que lo haya querido mejorar. El metaverso parece en desarrollo, de momento algo rústico o rudimentario. Desde el cómic se ha utilizado con frecuencia para fundar un mundo mágico de súper héroes y peores villanos. De leer una viñeta o estar viendo una pantalla a estar en una pantalla, es como se expandieron esos conceptos.


Estamos convenciéndonos de ser una humanidad simulada. Una cosa es lo que decimos y otra bien distinta lo que hacemos. Nos imaginamos todo el tiempo de otra manera y esta avalancha digital nos permite la impostura. Todo aquel visionario que anhela cambiar el mundo, finalmente puede acceder a cambiar su mundo, la intención es hacerse millonario o famoso. Las fallas éticas persisten, las brechas de desigualdad o inclusión son grandes eslóganes. Sumidos en reallities que no permiten tomar dimensión en el mundo físico, el “pienso, luego existo” de Descartes nos cuestiona que el pensamiento y la propia existencia que parecían indudables hoy no nos permite establecer ningún tipo de certezas.


O somos producto de una ilusión o la vida es una simulación o el mundo existe y lo que está en duda es lo que sabemos de él. La naturaleza de nuestra realidad es un misterio. No podemos ni confirmar ni refutar hipótesis de realidad o simulación. Interpretamos situaciones de maneras muy distintas, reelaborando todo hecho contrastado con variadas explicaciones. Los actos que nos rigen no siempre tienen consecuencias que modifican nuestra existencia. Pero estamos atados con ese principio que solemos ser consecuencia de nuestros actos, llamado destino. Debemos continuar con un ritmo de vida, estemos o no atados a principios religiosos que propician que el guion de nuestra vida está escrito por una fuerza superior que sabe lo que hace de nosotros, de nuestra suerte. No sabemos casi nunca cuando termina el juego de la vida, muchos se aferran a la justicia de un juicio final. En general, no se vislumbra el dictamen en el derrotero de la vida. Tanto quien hace el bien o quien no lo hace, sus destinos no parecen ser perseguidos por una especie de justicia divina. Ni hablar de la los humanos.


La magia de las redes sociales nos permite confirmar que hay una vida activa, con un microclima actualizado y dinámica en matices y polémicas y otra vida anodina, sin tantos vaivenes ni cuestionamientos en la vida diaria, eso sí, mas complicada para la subsistencia. Los “trending topics” de las redes contrastan con lo que interesa en realidad, no es el sentir popular como nos quieren hacer creer. Cuando nos dicen que es tendencia tal problemática, no parece serlo en una mesa de familia normal. El mismo desfasaje se comprueba en el accionar político, nuestros representantes discuten sobre cosas que en realidad no nos incumben, no son nuestros reclamos sino sus propias pulsiones, mezquindades o intereses lo que rigen lo que algunos llaman arte o ciencia, y para otros, la representación de una de las peores miserias humanas. La política y los políticos pasaron a ser interpretes privilegiados de una simulación de vida, de un sueño dentro de un sueño que es una pesadilla que polariza al común de la gente. Y si no es pesadilla, es pura indiferencia o impotencia.

Toda la información disponible se sustenta en hipótesis o premisas que nunca pueden ser consideradas como verdades indiscutibles. El metaverso tiene partidarios que auguran una amplia gamas de usos, eventos, juegos, compras, ocio o trabajo. Parece pronosticar un conjunto de destinos que se podrán trasladar de un lugar a otro a través de un avatar. La duda radica en si somos sociedades preparadas para sumergirnos en un mundo real y al mismo tiempo, tan ficticio. Nos cuesta cada día mas sumergirnos en un cambio de ideas atrapados una montaña rusa de emociones. Se busca todo el día enemigos para reforzar conceptos como grupo, con la particularidad que mas que agrupados la realidad nos encuentra divididos, aislados o enfrascados en nuestros problemas, emociones o egoísmos. Pasamos de definirnos como resilientes a ser filtros burbujas que se relacionan solamente con aquellos con los que queremos.


Un trabajo enorme, completo, desopilante y complejo como puesta de escena entre ciencia ficción, comedia, drama familiar o realidad migratoria compete a la película “Todo a la vez en todas partes” ganadora de siete Premios Oscar. El film se vuelca en una variedad de ofertas de posibilidades para imaginarnos que se puede vivir de muchas maneras. De un ritmo trepidante en ciento treinta y nueve minutos que con tanto ritmo me ha obligado a dejar de verla promediando la media hora. Obra maestra que enamoró a Hollywood o un argumento idiota al que no supe seguirle un recorrido. El metaverso o realidad virtual es un caramelo que atrae a casi todos. A casi, un ínfimo porcentaje de mortales estamos atrapados en otro tipo de realidad, aquella donde la verdad no se asemeja a la realidad y donde la tendencia nos excluye aunque nos diga que somos parte importante de su ADN. Desde “Matrix” en adelante la filosofía se resigna a considerar que se vive en una simulación. Lo peor es que no llegamos a detectar porque el adicto a las redes es un narcisista que rompe los lazos de una posibilidad de felicidad social, dislocando la comunicación para realojarse en mundos paralelos sin capacidad crítica. Y los ilusos que añoramos la realidad no virtual, debemos rearmarnos intelectualmente para soportar el descrédito de la verdad, donde cada uno defienda la suya propia...

 



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