domingo, 9 de octubre de 2022

Auambabuluba Balambambú

"Estoy aquí para cantar”

Little Richard.


El ritmo se adivinaba explosivo como su estrafalario tupé de un palmo, su excesivo maquillaje y sus camisas chillonas. Su éxito, inmediato, pero prohibido en la mayoría de las emisoras blancas. Si bien la melodía era intensa, audaz y con un ritmo frenético para la época, necesitó de varios retoques antes de entrar a grabación. Había que acicalar o adecentar el texto por que sí no, sería del todo prohibido. Se contrató los servicios de una letrista en la misma sala de grabación, surgiendo lo que sería un himno. Frases obscenas o vulgares como “Tutti fruti, good booty. If it don´t fit, don´t force it. You can grease it, make it easy” -Tutti fruti, buen culo. Si no entra, no lo fuerces. Engrásalo, hazlo fácil- al reemplazarlas se podía vislumbrar un éxito. Corría 1955, el mundo era muy distinto a hoy. El grito de guerra de Litlle Richard se inmortalizó de tal manera, que en 2007 variados artistas escogieron a “Tutti frutti” como la canción que cambió al mundo, como el nacimiento del sonido del rock and roll.


Tutti frutti es un rock and roll trepidante que ha quedado marcado por la repetición constante de su estribillo “a wop bob b-luma b-lop bam bom” como onomatopeya indescifrable que sentó las bases del soul, pop o rock y fue mentor de artistas diversos como Elvis Presley, Paul McCartney, David Bowie, Otis Reading, Jimi Hendrix o Elton John. La música de Richard fue versionada por el mismo Elvis, The Beatles, Fleetwood Mac, Paul Evans, James Brown, The Rolling Stones, Creadence, Deep Purple, Queen o Sting, entre tantos. Lo que fascina y motiva esta entrada es la confirmación de que mas que un cambio en el tiempo, Tutti frutti permitió -en su momento- una tolerancia absoluta por las canciones incoherentes o sin sentido, además de disimular su claro contenido sexual homosexual. Encerrados en un mundo de discusión permanente, de una búsqueda estéril de la verdad, aceptación y confirmación, un grito como a wop bob b-luma nos marca que los galimatías se imponen más que la empírica demostración de las cosas. Ese estribillo fue tomado como un grito de rebeldía en una nueva generación.


Esta irrupción musical en la década del cincuenta del pasado siglo se apoya en una ambición transformadora, inspirada en jóvenes que necesitaban forjar ilusión en sus vidas a través de una liberación cultural y deseos de cambios “revolucionarios” tras un largo período post bélico. El rock and roll, Rhythm blues, rockabilly, blues y el nacimiento del pop resumían una variedad underground en la tendencia de la música popular que desafiaba el agónico blanco y negro que ofrecía el mundo. Si bien se basaban en ocasionales letras vulgares, groseras o ritmos chirriantes, podemos asistir a un desarrollo musical rebelde pero con capacidad creativa, donde las rimas pegadizas, interjecciones, tarareos u onomatopeyas realzarán el ingrediente más aromático del postmodernismo musical: la venta y afición asegurada.


Ademas del “a wop bob b-luma b-lop bam bom” podemos recordar el “yeah, yeah, yeah”, “beep beep, beep, beep, yeah” -de Drive my car-, “no,no,no, hey, hey, hey” de (I can´t get) satisfaction, “Ob-La-di, Ob-La-da”, que pueden se considerados recursos que luego se hallarían presentes, repetitivamente, en todo éxito comercial. Y obligar a pensar que muy a pesar de una existencia de variada profundidad de letras que conocemos de memoria, la música se sostiene desde un principio en el sonido antes que en el texto, buscando la armonía convencional por sobre el formato. El rock trasciende por su vitalidad, su pulsión, la constante palpitación, donde parte de la rebeldía consiste en expresar fobias o energías reprimidas y darle un valor filosófico a las pasiones y tantas veces, por casualidad, alcanzar vida propia e inmortalidad a través de la leyenda. El arte conlleva contradicciones, una de ellas es que una simple onomatopeya supera tantas veces las lenguas más avanzadas. “A wop bob b-luma b-lop bam bom” no quiso decir nada, pero fue un grito multiplicado, donde el lenguaje y la riqueza cultural no basta...

 


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