viernes, 29 de abril de 2022

Porque nada de eso te puede elevar

 Creo que todos tenemos un poco de esa bella locura que nos mantiene andando cuando todo alrededor es tan insanamente cuerdo”.

Julio Cortázar


El motor de la creatividad puede estar propulsado tanto por la imaginación como por la oscuridad. Hemos oficializado una tendencia que vincula la locura con la opacidad sin conocer cual es la frontera. Ni todos los genios están locos ni todos los locos son geniales. La realidad es contundente, el talento lo tiene el que puede acabar creando. La persona creativa generalmente ve al resto del mundo diferente, y siente una imperiosa necesidad de querer cambiar o plasmar su “incomodidad” a través de la creación personal, procurando rechazar el modo de vida que les propone su tiempo. Soñar con una vida fuera de lo común obliga a descubrir que no hay otra opción que buscar una manera no habitual de vivirla, asimilando que existe un vínculo, digamos que genético, entre la creatividad y la locura.


El genio es una persona que desarrolla capacidades extraordinarias, focalizadas en algún área, sector o materia, con la creatividad e inquietud constante de generar nuevas ideas abstractas, expresándolas. Científicamente, se estudia a través de imágenes del cerebro, la relación directa de procesos neuronales tanto en personas creativas como aquellas otras que puedan padecer esquizofrenia o trastornos bipolares. No tiene porque el genio ser un enfermo pero se dieron casos de notables personalidades que supieron aprovechar sus brotes de locura para canalizarlos en la creación fantástica del arte. La potencia pictórica de Vincent Van Gogh alternó los cismas de profundidades anímicas y emocionales con la mas absoluta creatividad que lo posicionaron en un abismo extremo. La producción artísticas del pintor holandés en los últimos meses previo a su suicidio fue notable. La duda que persiste es la de suponer si su genio no podría haber sido aún superior en el caso de no padecer sus trastornos mentales y depresiones.


No parece necesario el sufrir de locura o desasosiego para desarrollar mayor creatividad. Es de notorio conocimiento que Van Gogh sufrió de períodos largos sin poder desarrollar el arte de la pintura y no parece que fuera el peaje necesario para acceder a la genialidad. La imagen que perdura del pintor es que tras la mutilación personal se genera una narrativa artística heroica y sublime. La vida no se la quitó a causa de un ataque de creatividad o genialidad, sino como consecuencia de una situación mental dominada por una oscuridad desgarradora. La insatisfacción empuja a crear pero también te arroja hacia la depresión o a la observación de una realidad desfragmentada que muchos puedan definir como negativismo, mientras que para el genial observador -y el imparcial espectador-, solo se trate de la triste realidad. Predomina la excentricidad o cosmovisión propia que conlleva a una obligada creatividad y no se detiene en pensar los efectos devastadores de la salud mental deteriorada. Muchas veces la creatividad implica una anormalidad, como la soledad, un vacío indeterminado o un alejamiento del mundo.


Un artista intenta trascender a su propio yo y para ello, necesita de una sensibilidad muy acusada. Artistas podemos ser todos, genios solo aquellos que desarrollan un punto álgido de creatividad, que puede tener una constancia e instantaneidad o sobrevenir de manera intermitente e inconsciente. El mencionado Van Gogh, Edgar Allan Poe, John Forbes Nash, Issac Newton, Antonin Artaud, Salvador Dalí, Robert Schumann o Ludwing van Beethoven eran genios que padecían algún tipo de trastorno psicótico. Es de suponer que las creaciones meritorias que los convirtieron en genios se dieron antes que su locura. Y no debemos olvidar la exigencia de una cierta presión por alcanzar un estatus social dentro del mundo artístico, por ejemplo durante el principio del siglo XX con el período de vanguardia, que obligó a considerar una idealización excesiva de la locura a través de la exageración y extravagancia. Pero que los hubo, los hubo.


El tratamiento de la salud mental parece generalizada en estos tiempos. No se trata con estigmas ni mitificaciones. El problema radica en la rapidez o abuso de la medicación de ansiolíticos o antidepresivos. En los currículos médicos se alienta la contemplación del aprendizaje de los contextos sociales y culturales de la salud, enfermedad, asistencia médica y tratamiento. Las humanidades son esenciales para educar las emociones. El cine, teatro, pintura, literatura, música, ópera y narrativas de vidas abren posibilidades al educador para construir identidades equilibradas y cotidianas para la promoción de la salud y prevención de las enfermedades. La sensación es que se necesita primero curar a las viejas teorías, facultades u hospitales antes que a los pacientes. Esto permitirá modificar los paradigmas de la salud mental y también, erradicar como dogma general que para trascender un grado de genialidad extrema es menester sufrir privaciones, locuras, excesos o infelicidad, demasiado dolor para considerar una garantía creativa...

 




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