lunes, 18 de abril de 2022

No me imaginaba que eras tan le lush

 “Los franceses hacen huelga los lunes porque suben el pan; los martes se manifiestan porque ganan poco; los miércoles protestan por la falta de libertades… Y el domingo votan a la derecha”.

François Miterrand


Hubo una época donde el símbolo cultural en ascenso de una sociedad obligaba a sus habitantes identificarse con lo moderno y elegante; entonces, “afrancesaban” sus vidas cotidianas. El estilo francés en las edificaciones no solo era imitado en diseño y construcción -exportando arquitectos, ingenieros y constructores- sino que también se enmarcaba en la decoración de cada edificio o residencia con mobiliario, cortinajes y luces de manufactura francesa. También se disputaban a los ebanistas para lograr las terminaciones. Otros rubros, como la moda y la cocina, marcaban la tendencia en cualquier rincón del planeta. Veranear en las playas de Biarritz o de la Costa Azul era una obligación de todo aristocrático pacato. Asociábamos la palabra glamour a lo estrictamente francés.


De ahí que el contraste al que últimamente nos tiene acostumbrado el país galo nos obligue a reflexionar sobre los estereotipos. La imagen que transmite la nación de la “libertad, igualdad y fraternidad” contrasta hace tiempo con una imagen decadente de divisiones profundas, alejados de la política, ajenos a los eslóganes que los han hecho universales, golpeados por ataques terroristas, paralizada por segundas y terceras generaciones de inmigrantes franceses que no se pueden ver representados en su nación y económicamente, con vaivenes que no le permiten estabilidad para recuperar una competitiva estancada y sin imaginación. Esto también puede ser una sensación equivocada.


El enunciado eterno, “Liberté, Égalité, Fraternité” es lema oficial de la República Francesa y de la República de Haití. En este último país con el agregado a manera de coletilla de “ou la mort”. Visto lo visto, para los haitianos, el agregado de la muletilla no estuvo de más. En el caso francés, adaptándose a los tiempos de poca resistencia a la ofensiva nazi, el gobierno de Vicky lo reemplazó por el concepto “Travail, familie, Patrie” para ilustrar el nuevo rumbo de ese gobierno. En todo caso, parece que el mundo se aferra a esa frase universal que de francesa, a veces tiene solo una eterna sombra de melancolía y el aspecto de una postal abandonada. La sociedad civil republicana de seres libres e iguales parece ser el gran valor olvidado. Francia aparca políticamente, el concepto de diversidad, algo que no es de hoy y que a este país siempre había caracterizado. No surgió de la descolonización ni de períodos recientes, pero la tendencia de esa Francia multicultural hoy parece sonar más a reproche que a un halago.


Tendemos a hacernos de conceptos amplios que en realidad no abarcan una totalidad. De Francia utilizamos el cliché de la Torre Eiffel, Montmartre, Mont Saint-Michel, el queso camembert, la baguette, el Mouling Rouge -ambiente de cabaret con sus variopintas bailarinas-, los eternos festivales y variedad de salas o museos, la “obligatoriedad” de ser chics o bohemio e ir siempre a la moda -incluidas las boinas y los polos de rayas, paseando a sus caniches, basset hound o Beauceron-, que es el país romántico por excelencia, que se bebe champagne, vino y que todos comen a lo largo de los múltiples puentes, caracoles o ancas de rana. Es el país de los que se sienten integrados y de los que se sienten despreciados. El país que parece estar fracturado socialmente es la referencia universal en cuanto a los derechos de las personas.


En Francia también existe una grieta identitaria que lleva a legitimar un discurso del odio e injuria racial evidente tanto en el sistema, como en la sociedad. De ahí que en tres de las últimas cinco elecciones, el país se debió movilizar en segunda vuelta, para evitar el triunfo de Agrupación Nacional, tanto de Le Pen padre como hija. Los extremismos funcionan sobre ideas sencillas y simplistas son sus soluciones presentadas. Francia no es inmune al populismo, por ende, no hace falta tener complejidad y razonamiento para el pensamiento. El país marcado por la revolución de 1789 y el mayo del 68, ve ahora como aquellos debates en las Asambleas se dan de manera vulgar en las redes sociales. Si bien, hay redes esenciales para generar militancia, movimiento o implicancia ideológica, la mayoría de la actividad no propone intercambio de ideas, ni reflexión a la hora de escribir. La inmediatez evita la reflexión y propicia eslóganes o simplificación, desnudando la madurez ciudadana, la conclusión es que las redes nos han hecho infantiles.


Los clichés que no se encuentran en los folletos turísticos sobre Francia remiten a imágenes de violencia o destrucción, el extrarradio tantas veces envuelto en llamas, atentados islamistas o revueltas de los chalecos amarillos. Pero todos necesitamos recorrer las imágenes de la otra Francia, histórica, que une paisajes idílicos en todo su recorrido geográfico. La República dejó de ser un movimiento vivo y las postales que no observamos con la vista lateral es que no todo es la belleza de la campiña, Normandía, Pirineos o París, sino que ese ideal de todas las comodidades para tener éxito en la vida se ha ido convirtiendo en ciudades fantasmas del extra radio, versiones en miniatura e iguales, rotondas interminables y vacías, desertizando el hipercentro de las ciudades y resignando en parte la postal humana. Por eso cada día más se puede sufrir la ausencia de personal físico en autopistas, supermercados, gasolineras o panaderías. El vending parece ser la postal más vivencial de la Francia actual aunque sigamos prefiriendo comprar el póster idílico de Henri de Toulouse Lautrec, que paradójicamente, como símbolo de una Belle Époque que en realidad fue el mejor enfoque cultural de la decadencia de aquella sociedad parisina...



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