miércoles, 16 de febrero de 2022

Y usted preguntará porque cantamos

 “Solo ellos mismos se entienden a sí mismo y similares, como las almas solo entienden las almas”.

Walt Whitman.


Cuando el arte entra al mercado, se corrompe. Por un lado, permite la comunicación entre el artista y la sociedad pero degenera el concepto de libertad si el artista pasa a ser capturado por el mercado. Si para desarrollar tu talento necesitas previamente suponer los términos en que has de vender tu inspiración has sucumbido al paradigma de la creación por un cambio económico. Sin dinero no hay poesía, y tantos que no pueden vivir de las artes acaban pensando que esto es fruto de no tener talento. Es una de las tantas trampas del capitalismo o neo liberalismo, palabras que encierran en los seres humanos el más componente infantil de entre sus estériles discusiones.


Está mal visto hablar de dinero en el ámbito de la cultura. Será por eso que muchos artistas disfrazan sus prebendas con mensajes mas de izquierdas. Se definen “artistas” antes que mercaderes aquellos tratantes que persiguen el dinero publico para sostener un ritmo de vida que contraste con las ideas que luego plasmarán en su obra. Sostienen el mantra de la pobreza perenne porque la historia sigue empeñada en sostener la miseria como condición indispensable del creador. Artesano, bohemio o renegado de su clase acomodada, el estereotipo no se debe modificar. Por eso, se pasean entre clases populares pero inmortalizan sus vacaciones en zonas de belleza y lujo, con asientos de primera. El artista “confiesa” que necesita estar cerca del lujo y poder para mantenerse vigente, solo por eso. No le interesa el dinero, le da asco, tiene que resignar principios para estar cerca del mecenas. Con esa mentira institucionalizada vemos artistas consagrados representando dramas sociales que ya no les incumbe ni pertenece.


Y en sus fantochadas se aúna con todo aquel que pregona todas las culpas de la humanidad al capitalismo vigente. También es necesario que el artista abomine el sistema voraz que desde hace más de un siglo nos condena. Es absurdo plantear el debate si un artista debe cobrar, no podemos seguir con esa mentalidad que proviene del romanticismo que un artista es alguien espiritual que no tiene que tener relación con el dinero. No es esa la cuestión, lo que molesta es como se sigue mintiendo cuando el creador es adicto, además de su talento, al dinero y al poder que consigue con su trabajo y relaciones. O a la ideología que adhiere con supuesto fanatismo para prolongar indefinidamente su vinculación con las artes. La tecnología y su cobertura permanente aceleraron este problema. El artista tiene que transmitir autenticidad, aparentar ser real. Esto salpica al autor que no es un farsante, amenazando su habilidad para generar arte. Porque abundan los creadores que deben tener otros recursos para poder sostener su pasión creativa. Esos apenas mienten, porque no tienen mucho por esconder.


Abunda el miedo, el miedo económico, social, político, ambiental. La libertad del artista consistía en decir su verdad a la gente, no peregrullar la bajada de línea de esos gobiernos populistas que mienten tanto más que lo que no hacen para el bienestar de sus millones de seguidores. Esas asociaciones de intelectuales o artistas afines al poder mentiroso afean las características de los millones que pelean por hacer de su talento una manifestación artística. Son fácilmente detectables, no solo por su exposición al lado del corrupto y sus eventos, sino porque tendrán a mano el eslogan de “los artistas siempre le han plantado cara al poder”. El mercado no envenena el arte, lo envenenan las personas. Infinidad de artistas provenientes de la clase media dan muestras de su irrupción en el mercado y su trascendencia eterna, por ejemplo The Beatles, los músicos de Jazz, escritores como Roberto Bolaño, George Orwell, Frank Kafka, pintores como El Greco, Rembrandt o Van Gogh. Ese origen de clase media se contradice con esa realidad tras haber llegado: Marilyn Monroe, John Lennon, Michael Jackson, Elvis Presley o Herman Melville -solo por mencionar algunos ejemplos- siguen haciendo caja hoy con mayor prosperidad que cuando existían.


Sin éxito social, las artes no existen. Con éxito social, las artes se pueden bastardear. El dilema no es nuevo, la adaptación del artista a esa dicotomía tampoco. En el caso de la literatura, aunque no se quiera, la herramienta abstracta del que escribe destila ideología, y eso sucede aún más cuando el escritor se empecina en llamarse independiente. Es que la independencia es un concepto tan infantil como el de capitalismo. Para este último vocablo utilizamos la palabra democracia como suavizante para no decir abiertamente que vivimos en capitalismo. Los amantes de la independencia viven atados a axiomas del pasado, es decir son dependientes de una sola idea, por lo que nadie está libre de sus ataduras. Las palabras designan cosas reales, los seres humanos a través de sus dogmas, no.


Y la cosa se complica desde el arrebato de las Tics. Ser artista parece más difícil, más fácil es ser mediático. Vivimos una cultura del todo gratis que es estimulante. A un golpe de clic y con buena conexión, tienes acceso a la música, videos gratis o de buen acceso económico, y a leer en la web sin parar; sin parar por todo lo que la red abarca y sin parar a razonar si lo que leo, escucho o veo tiene fundamento. Todo parece accesible y en abundancia y damos gracias. Pero al mismo tiempo, seguimos blasfemando contra el capitalismo y la falta de independencia. Los artistas, aquellos artesanos o bohemios del pasado, están asfixiados. Necesitan otra fuente de ingresos y en sus ratos libres, investigar en redes sociales la posibilidad de expandir sus contactos para poder hacer llegar su trabajo. Nos etiquetamos y hacemos marketing casero todo el tiempo, sabiendo que la expansión dependerá de un golpe de suerte que apoye tu posible talento. Si te paras una semana, es como si hubieras abandonado. Tienes que buscar tu propio público para confirmar que tienes una vena artística. Y tantas veces, defenderte por no estar ganando un dinero acorde.


El arte es una fuente de verdad pero no todo el que tiene un blog, podcast, napster, canal de marketing o publica sus fotos en Instagram es un artista. El artista mira el mundo de una manera diferente, estas nuevas herramientas solo permiten ver como funciona el mundo. Pero hoy la palabra creatividad nos persigue como una mancha, todos debemos sacar a relucir nuestra creatividad, por ende, debemos ganar dinero porque lo que hacemos es inédito aunque se repita a cada clic. El arte de hoy es de más alcance pero tal vez, para decirlo suave, poco profundo. Buscando una respuesta inmediata, la superficialidad es más evidente. Sin éxito social, los artistas creen no existir, porque al componente de la invención de un territorio humano se necesita la homologación de un precio. Sin precio no se es artista. El sueño de nuestra civilización confundida es la de poder denostar al capitalismo o la falta de libertad para tener éxito en la ideología o en el mismo capitalismo condenado.


Huir del capitalismo no es fácil, en las artes tal vez lo logren los poetas, porque salvo un puñado de ellos, la poesía no permite más que entregar unos céntimos al poeta, que a través de la rima o verso libre vive la humanidad sin cadenas, recitando el mundo donde todos deberíamos acudir a vivir. Dante Alighieri diseccionó el infierno a través de su literatura en el 1300. La disección actual nos acerca al infierno en el planeta mismo, no se hacen autopsias porque abunda una producción pero el arte que recibes no parece tan bueno como podría serlo, o como lo intentamos vender a nuestro puñado de conocidos...

 



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