martes, 22 de junio de 2021

Santa Rita, Rita, Rita, lo que se da, no se quita…

 El peronismo no tiene una idea y representa solamente un régimen de aprovechados”.

Jorge Luis Borges


Confesaba que sentía algo más que tedio, era fastidio lo que le generaba la mención política. Sobre él se ha hablado y criticado tanto sus intervenciones como la falta de participación política. Más de un castigo ha sufrido por sus “participaciones o pensamientos” de contenido político, tanto en el país como en el mundo, de ahí que mas de uno suponga que no fue Nobel por sus afinidades ideológicas. La polémica no es tal pero ha perseguido su imagen. Justo treinta y cinco años después de su muerte lo que queda claro que si sus ideas políticas fueron polémicas o incómodas, el paso del tiempo puso las cosas en su lugar. Es solo cuestión de pensar, con la tranquilidad de otra coyuntura, que Jorge Luis Borges no estaba tan equivocado.


Y hasta da algo de temor defender sus postulados. Porque el revisionismo se vanagloria de regir la historia solo mirándola desde el presente, “su” presente. Y como al escritor icónico de la Argentina siempre se lo ha asociado con un conservadurismo recalcitrante, releyendo parte de su obra invita a la confrontación con el estereotipo de “anti”, ya que Borges ha condenado los errores políticos más comunes invitándonos con sus escritos a trabajar sobre el pacifismo, reformas necesarias institucionales o violación de las libertades. Sus opiniones han sido breves pero disruptivas y siempre adelantadas a la época. Para el escritor estaba claro “que el individuo es real, los Estados son abstracciones abusadas por los políticos, con o sin uniforme”. La idea de reducir la interferencia del Estado a un mínimo nunca pudo ser logrado en Argentina, más al contrario, esa injerencia cada vez más agobiante y opresiva -por suerte a nivel de ideas, subsidios, trabajo o impositiva y sin violencia como en otros tiempos, que vivió Borges- de estos días debería haber sonado a distopia cuando lo caratulaban de anti argentino.


Sus críticas invitaron a luchar contra las “tristes monotonías” del autoritarismo. Denunció al fascismo e imaginó la contrariedad de la existencia de un populismo a través de una biografía robusta de índices históricos. Junto a Bioy Casares ridiculizaron -firmando ambos con pseudónimos, Bustos Domecq y Suárez Linch- comportamientos estereotipados, ponderando siempre el concepto de ciudadanía por sobre el de pueblo. Borges nunca escondió su mirada sobre el mundo por lo que sorprende que, en el tiempo, algunos sostengan que se trataba de un escritor encerrado en una torre de marfil, apartado del mundo real. Su visión del mundo siempre estuvo presente en su obra.


Alguna vez definió a los argentinos como la mera vanidad personal de tener razón. Él antepuso siempre la necesidad de alcanzar la verdad, de ahí que no se sorprendería si pudiera habitar en este mundo de hoy donde se ve una conversación como una polémica, donde queda claro que una persona debe ganar y otra perder, no colaborar con puntos de vistas diversos en esa búsqueda de la razón. Discutir pero de una manera que se pueda obtener una razón ya sea tanto lícita como ilícitamente. De ahí que para muchos, Borges no tenía un pensamiento político sino simplemente, opiniones. Estaba en contra de aquellos que discutían y no lucharan por un amor a la verdad, sino por preservar sus tesis.


A Mario Vargas Llosas -a través de su libro “Medio siglo con Borges”- le contestó sobre si admiraba a algún político contemporáneo -hablamos de 1981-: “Yo no se si uno puede admirar a políticos, personas que se dedican a estar de acuerdo, a sobornar, a reír, a hacerse retratar y, discúlpenme ustedes, a ser populares…” Su postura contra los fenómenos políticos que causan daño mencionaba a la opresión, guerra, violencia persecución o la pretensión de infalibilidad que siempre acosa a la libertad. El idioma también era considerado un territorio polémico de continuo cambio de retórica, orientado siempre hacia el nacionalismo. La ideología nacionalista en el imaginario peronista es abrumadora y se entremezcla con menciones recurrentes de Perón con “la cruz y la espada” matizada con una retórica barrial de barricada sobre “los muchachos peronistas” como auténtica fuerza natural del orden y la lucha de clases. “Nuestro pobre individualismo” fue entramado en sus relatos de mitologías populares donde la encarnación del criollo viejo y la viveza criolla intentaban esgrimir las ventajas del comportamiento individual sobre el homogeneizante colectivo “pueblo”. En todo caso, Argentina sigue siendo presa de un decadente individualismo contra el discurso del pueblo oprimido y una sensación constante de una farsa nacionalista.


Leyendo y releyendo, a lo largo de los años, noto un hecho que sus panegiristas no parecen haber sospechado siquiera: el hecho comprobable y elemental de que casi siempre, tiene razón” , dijo sobre Oscar Wilde y podría aplicarse a sí mismo. Siempre consideró que la patria era simplemente una decisión y frases como estas -no en su obra, sino en sus reportajes- lo presentaron como enigmático y contradictorio y muchas veces provocador, donde se puede encontrar referencias desagradables sobre alguna persona y al poco rato, su alabanza. Transgresor, charlatán, irónico, recalcitrante, triste, reflexivo, erudito, perspicaz, escéptico, negativo, provocador, aburrido, pesimista fueron calificaciones que mereció recibir. Si lo miramos con naturalidad, son características de la mayoría de los argentinos que trascendieron y tal vez de la mayoría de los seres humanos, si nos adherimos a lo del viejo hábito de la paradoja nacionalista. Podemos destacar a algunos de los que se consideraron discípulos indirectos como Bolaños, César Aira, Eco, Pamuk, Carlos Fuentes, Paul Auster, Rushdie o Ribeyro. Muchos de ellos destacaron no solo el valor de su obra sino que no fuera cómplice de ningún poderoso, llegando al extremo de resignar premios por no responder al prototipo de intelectual pseudo de izquierda latinoamericano, de eterna posición vergonzosa e hipócrita.


Aceptado o rechazado en su totalidad, de derechas, liberal, conservador, agnóstico o anarquista espenceriano, Borges puede considerarse un personaje creado por el mismo Borges. Tantas veces se le ha detestado y combatido, tal vez por ser parecido a otros íconos nacionales, Maradona, Perón, Gardel, Eva Duarte, Guevara u otros personajes de culto a partir de las mitologías populares. La diferencia tal vez es que Borges, de entre los místicos incómodos y oscuros, fue el más luminoso de los grandes "ciegos" argentinos de su tiempo y si me apuran, de todos los tiempos...

 


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