sábado, 5 de diciembre de 2020

Todo pasa y todo queda pero lo nuestro es pasar

De cualquier modo, soporto mejor la servidumbre en tierra ajena que en mi propia casa”.

Manuel Chaves Nogales


La distancia obliga y permite comprender ciertos momentos cruciales. La desventaja que portamos como sociedad es que no solemos discernir en el momento que ocurren las cosas, su verdadera interpretación o significado. Somos prisioneros de nuestras pasiones y de nuestro obstinamiento, lo que hace prácticamente imposible practicar in situ el sentido común. El miedo o aceptación al cambio o a lo que somos nos hace esclavos de las pasiones y sus desbandadas, la mayoría de las veces, irracionales. La historia está llena de ejemplos y en la actualidad, es una triste y peligrosa tendencia que se repite y repite. Por eso, entretanto y vulgar despropósito, cada tanto regreso a beber de las aguas literarias. Y esta entrada tiende a homenajear a un olvidado de su época pero faro de esta, el sevillano Manuel Chaves Nogales (1897-1944).


George Orwell, generacional de Chaves Nogales, alguna vez dijo que “Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás son relaciones públicas”. Relaciones públicas y prebendas baratas, ampliaría con mi voz literaria. Una voz periodística no necesita publicitar su independencia, ya que cuando lo suele hacer, es donde mas se nota o se sospecha su dependencia publicitaria, política u oportunista. A un buen periodista “le deberían odiar” todos los bandos o ideologías. En un mundo de descreídos como el que transitamos la pregunta de si se puede ser independiente parece una quimera entre hipócritas. Pero aún siendo pocos los casos de los que logran independizarse de las presiones o líneas editoriales, existen casos de compromiso con su propia actividad y no con la de su mecenas. Y parece ser que Chaves Nogales trasciende en estos tiempos como una persona con convicciones propias -y tal vez erróneas en sus proporciones- que en tiempos convulsos de guerra civil en España y incubadora de la Segunda Guerra Mundial, pudiera ser referente y odiado olvidado encono al mismo tiempo.


Con algo de molesta vergüenza podemos precisar casi un siglo después que en la guerra civil española no hubo dos bandos, sino dos posturas manipuladoras que no representaban más que a ellos, que decidieron involucrar, montar en dos rebaños y postergar a millones de indiferentes voces. Es tan vergonzosa la situación que los políticos actuales practican con devoción esa misma postura. El ver en Congreso de los diputados las mismas rácanas disputas que contradicen la realidad por la que transitan los habitantes a los que ellos dicen representar y dar voz, no es que me acerque aún más a los libros olvidados de Chaves Nogales, sino que a través de su literatura -o la de George Orwell o Vasily Grossman, o la de pocos más- me permite alejarme de toda la inmundicia de la supuesta ideología obtusa que nos rodea y posterga una evolución. Chaves Nogales no es el remanso sino la calidez de acogida de alguien que se puede casar con todos y al poco, no querer estar casado con nadie. Parece que aunque pasen los siglos, la vida se trata de esto, tratar de buscar reposo en pequeños actos o gestos de las postergaciones que proponen las voces gobernantes.


La mejor manera de comprender la oprobiosa gestión nacionalista de tu país de origen es poder trasladarte a otro país de tan variados y rancios nacionalismos, aunque sean de la misma tendencia, como es mi caso particular. Mejor sería poder emigrar a las antípodas de la mediocridad; pero desconozco si existe esa cosmo visión y no me refiero a la geografía física, solamente a la posibilidad de pensamiento. La España de la que escapó Chaves Nogales puede ser algo peor que la actual, pero tampoco es que haya aprendido la lección. A aquellos tiempos tal vez le diferencia la violencia sistemática del ser humano, pero la triste sensación que se vislumbra es que a aquellos actores que se adueñan del panorama político, les encanta recrear aquellos escenarios para sostener la crispada polaridad, la de los dos bandos, la de sus bandos, la que nos obliga a estar con uno o con otro, a estar enfrentados. Se aprovechan del abandono del ciudadano común, del hastío ante tanta desilusión, del activismo visceral que se profesa para tratar de cambiar las tornas, pero ese activismo se nutre de la misma intolerancia a combatir para darle combustión a sus formas. Es hartante formar parte del entramado, aún cuando seamos míseros actores que no llegan a encuadrarse ni como de reparto.


¿Y Chaves Nogales? Es un escritor que se puede y debe leer, porque comunica de un modo distinto aquello que se vivió, diferenciándose de como lo contaron fascistas, anarquistas, comunistas, obsecuentes y oportunistas de manera panfletaria que fija interesadamente una versión algo distinta de la historia vivida. A través de la figura de Chaves Nogales se puede alcanzar la definición de la tercera España. Chaves Nogales intentó reflejar aquella frase tan utilizada y poco localizada del “sentido común”. ¿En qué consiste el tan anhelado y poco perseguido sentido común?, tal vez en intentar mirar y contar -con pasión- lo que estaba viendo. Tener la conciencia despierta e intentar iluminar la oscuridad con la reflexión. Tal vez no gustes, tal vez no te quieran tus semejantes o coetáneos y deban pasar lustros para que se te reconozco. La claridad a veces te vuelve extranjero. Por eso huye de España, descree de Francia en Francia y visita Rusia para contarnos que lo que nos mostraban era un decorado tour y no la realidad vívida. También recorrió la Alemania pre guerra y nos alertó que el ascenso nazi era “apenas” un multitudinario delirio de redención colectiva que la atizaba una pandilla de psicópatas que prefería culpar a otras potencias por las sanciones severas e injustas -eso es cierto- de la primera guerra que desembocaba en un afán nacionalista que usó como chivo expiatorio para sus tropelías al judío con su saqueo y aniquilación. Siempre su sentido común parece haberle salvado de los climas extremistas. Aunque se haya salvado siendo olvidado y perseguido. Pero Chaves Nogales acertaba al intuir que el fascismo no prevalecería sobre Europa, ni que el comunismo era el camino a la igualdad. También acertó al definir que no había color en el terror, que era exactamente igual en uno y otro lado. La lucidez del escritor sevillano se puede comprobar en un párrafo del capítulo “La guerra estúpida”, que en definitiva le valió el exilio y el romper con las dos ideas enfrentadas en la guerra civil española:


La verdad es ésta. Los heroicos y gloriosos ejércitos que lucharon en la Ciudad Universitaria estaban formados por la escoria del mundo. Basta fijar los ojos en la lista de las fuerzas que componían. Frente a la “Brigada Internacional” de los rojos, la “Novena Bandera” del Tercio Extranjero de los blancos, una y otra receptáculo de todos los criminales aventureros y desesperados de Europa”.


A veces resulta difícil hablar de lo que se habla mucho, hasta el hartazgo. En ambos bandos se asesinó y se ejecutó con arbitrariedad. Muchas de esas atropellos sólo fueron producto de rencillas personales y de un ocasional poder como podía ser otorgado por un simple carne de UGT o de cualquier entidad anarquista. Esta claridad conceptual del ecosistema en un granja bélica también la desarrolló con una claridad tan doliente Antonio Muñoz Molina en su enorme libro “La noche de los tiempos” del año 2009. Es en esos escritos donde nos damos cuenta que nuestro destino no está escrito, sino que a veces se garabatea con el absurdo de los anormales que adquieren un relativo poder en los conflictos o en las decisiones sociales. Los hechos fueron esos y los podemos conocer a través de escasas plumas como la de Muñoz Molina, Ángel Viñas o Manuel Chaves Nogales, bastante pocas por cierto.


En la búsqueda de argumentos para alentar la lectura de cualquiera de sus libros me apoyo en esa ambigüedad que nos representa: la capacidad del ser humano para la honradez y también, para alimentar el irracional alimento del racional animal que encierra todo ser humano. La maldad es universal, nos persigue en toda circunstancia, no está encerrada por banderas o nacionalidades. Pero la decencia también es universal aunque parezca que pierde la partida. No existe objetivo político más loable que otro, nadie puede hablar en nombre del pueblo y el ser humano puede adoptar diversas formas de crueldad que ninguna otra bestia capaz sea de emular. En la condición humana lo que prima es si la gente responde o no. Solos ante el espejo comprobamos que no podemos mentir, aunque Oscar Wilde a través de Dorian Grey nos advirtió que solemos timarnos nosotros mismos.


Somos equidistantes y deberíamos tomarlo como un insulto. Chaves Nogales murió en 1944 olvidado, en Londres. No hubo mención alguna en la España franquista. Antes de descansar en esa lapida sin identificación que le alberga en Fullham, dijo aquella frase con la que arrancó la entrada. Fue un hombre con contradicciones porque en ese asalto estamos todos igualados. Hay varias Españas que se enojan con sus escritos porque creen que denigran o igualan a los bandos. Lo que Nogales relata es que las barbaridades casi siempre no entienden de partidos, en esa tercera España o tercera vía deberíamos querer estar todos, hartémonos de un vez de esa historia militante de derechas contra izquierdas que siempre nos comprendió y que ahora se hace de manera burda. Defendamos una historia de la gente para la gente donde se pueda precisar que, gracias a pulsiones o emociones, estamos manipulando la realidad. Y tal vez postergando una vez más, nuestros destinos...

 


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