jueves, 27 de agosto de 2020

Con el tiempo vas cambiando y tus ojos van mirando el más allá


 “Cinco minutos bastan para soñar toda una vida, así de relativo es el tiempo”.

Mario Benedetti

 

Como animales de costumbre, un porcentaje importante de seres humanos intentan que todos los días sean una repetición del anterior, en el caso que las cosas hubieran salido de forma rodada. Y con esa misma estrategia rutinaria, si surge un problema la primera intención será solucionarle con las mismas tácticas que mal o bien, te han dado, anteriormente, buenos resultados. Repetir procedimientos suelen ser considerado como una manera inteligente de gestionar tu razonamiento para adaptarlo al tiempo que conlleva la situación. El problema surge cuando se deben tomar decisiones nuevas, el cambio obliga a perder el control -aguardando que sea momentáneo- o la percepción del tiempo, y con el simple movimiento en la mente tomamos una nueva dimensión del transcurso del tiempo.

 

En el momento que ingresas en una dinámica del caos, extrañas con suma nostalgia la gestión anodina de tu tiempo. El espiral nervioso que predomina durante el conflicto no permite tantas veces reconducir la situación, donde ella parece tener el control. Es en esos momentos donde te cuestionas el uso del tiempo, esa manera tan presente de vivir inmersos en la rueda de la productividad, que también genera, como en el momento del caos, estrés y otro tipo de enfermedad. Cuando poco a poco recuperas parte de la dinámica, te juramentas gestionar de otra manera tu existencia en lo relativo al tiempo personal, pero eso suele durar lo que tarda en aceitarse nuevamente la rueda.

 

En la gestión del tiempo personal lo único que debería primar sería lo importante. Para optar a cumplir una misión es indispensable obtener una visión del tiempo interior. Uno se preguntará de que se trata, algo así como la experiencia subjetiva que cada uno de nosotros tenga del tiempo real. No resulta difícil de graficar, un buen momento parece que dura mucho menos que uno malo. Mas burdo el ejemplo aún, un partido de futbol dura noventa minutos más algunos minutos más de tiempo extra. Los futboleros sabrán que un partido que te viene dado de cara, donde disfrutas una exhibición de tu equipo, el tiempo parece que vuela; en cambio, cuando tu equipo lo está pasando verdaderamente mal, por más que mires el reloj a cada instante, los minutos no trascurrirán tal tu necesidad o deseo. Algo así también nos puede suceder cuando podemos observar en retrospectiva algunos momentos de nuestras vidas, aquel sinsabor de una época oscura nos ha parecido eterno y al mismo tiempo un periodo plácido, una exhalación.

 

Pero dicen que el tiempo es el mismo siempre. Henri Bergson, filósofo francés y Premio Nobel de Literatura en 1927, explicaba que el tiempo espacializado era en definitiva, la muerte del tiempo. Para él el tiempo era un enorme remolino  que devora cualquier diferenciación temporal. Por ende, no podemos afirmar como afirmamos, que la vida responde a una línea del tiempo. De ahí que Bergson afirmara que el tiempo no fluye porque se trata de una estructura anclada e inmóvil. Lo que fluye es el ámbito del yo como una realidad psicológica complementada por un sentido cronológico y epistémico. Por eso, para encontrar una explicación a un tema complicado, una pareja puede experimentar que el tiempo no ha trascurrido rápidamente para uno y todo lo contrario para el otro. Y estuvieron juntos durante ese intervalo.

 

Existen diferencias notorias si uno vive en una ciudad o en un pueblo. La gestión del tiempo será totalmente distinta, matizada por diferentes prioridades. Tal vez, parte de lo prioritario para uno no haya sido diagramado por la persona sino por las circunstancias. De esta manera, aquel oficinista que no puede detenerse al mediodía para almorzar siquiera un sándwich tantas veces depende del paso de las horas para poder contactar con otra persona que viva en una provincia a escasas cinco horas de la capital, pero con una gestión del tiempo totalmente distinta, tal la hora definida para almorzar en casa, dormir una siesta y retomar la actividad pasadas las cinco de la tarde. Las dos personas deben permanecer en distintos tipos de espera, renegando uno del otro. Pero esas horas son las mismas, difiere la intensidad o agonía de la espera en uno y la gestión tranquila y pausada del otro. La separación del tiempo entre ciudades puede ser grande e incomprendida por la otra parte.

 

El tiempo será el mismo siempre, lo que difiere será nuestra percepción, lo que genera que cada tiempo trascurra por caminos separados, lo que parece mentira pero es lógico que así suceda. El tiempo objetivo y el tiempo interior generan un desfase a través de la experiencia de esa línea de tiempo. Tal vez la manera de concebir o considerar cada uno al tiempo esté ligado a la manera de pensar o de vivir de cada uno. Einstein a través de su teoría de la relatividad permitió concluir que cada punto del espacio pasa a poseer un tiempo personal, por lo que desaparece el concepto de tiempo absoluto. El tiempo no fluye porque el presente, pasado y futuro no existen como tal. Solo podemos etiquetar al tiempo en base a las experiencias transitadas como una cosa que siga a la otra y determine el resultado de otra, puede ser, tal vez, la clave de una verdadera naturaleza del tiempo. Duele pensar que el ser humano, que tanta trascendencia creer tener en la existencia, sea apenas una medida más de tiempo.

 

El tiempo parece ser un fenómeno local. Si encaro una conversación por Skype con mis padres, unos estarán atentos al horario de la merienda mientras que yo, tendré que observar de costado el paso del tiempo que me obliga a la cena. Cada vez que me comunico con mi país de origen compruebo que cambio a un nuevo dominio del tiempo, el cual gestiono. Lo mismo sucede cuando programo una visita a mi gente, al subir al avión en Madrid ya debo gestionar el cambio de uso, preparándome mentalmente a aceptar el cambio de horario, cuatro o cinco horas menos, como por arte de magia. Al arribar, no solo ha cambiado mi tiempo personal, sino que el estado de ánimo me ha de permitir, o no, retornar a una dimensión del tiempo y espacio similar al que deje al marcharme. Si bien generalmente lo logro, no puedo dejar de mirar de costado, que ese ya es un tiempo que solo me pertenece en esos momentos que viajo. Ningún viajero regresa a su tiempo de origen, se debe dar por satisfecho por retornar a su ciudad de origen…


No hay comentarios:

Publicar un comentario