sábado, 12 de enero de 2019

Palabras más, palabras menos


“Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo.”
Ludwig Wittgenstein.

No solo es una estructura formada por componentes fonéticos, semánticos, morfológicos o de código. También es un tipo de práctica y discurso para lo cual se debe tener en cuenta el contexto y la situación enunciativa. La realidad no existe por sí misma sino que es resultado de la imagen que genere el lenguaje y los que nos pueda dar de ella. Es realidad solo si el lenguaje nos puede ofrecer una definición o descripción que la describa. Es esencial para la comunicación pero en estos tiempos se desestima la capacidad del vocabulario.


Es llamativo que si hablas de carencias en los niños o jóvenes de estos tiempos con personas que son padres, ellos se empecinan en negar estas falencias comunicativas alabando otras virtudes de sus hijos. Ya no se trata de utilizar mucho vocabulario como de usar bien el que se emplea. Esa necedad en aumento me hace dudar si soy yo el que exijo que nada cambie o son ellos los que han generado el bajón en la calidad interpretativa o educativa de sus retoños. Todo padre moderno suele ver la triste realidad en los hijos de otros, ellos siempre son la excepción, tanto los padres en la educación o sus descendientes en la implementación de una buena formación. Te lo discuten en frases cortas que denotan que la expresión no es su fuerte o que la cantidad de palabras disponibles para defender una idea nunca sobrepasará la centena. Así que me callo, no discuto ni filosofo y me muerdo la lengua para no exponer más tanta desnudez.

El lenguaje no puede ser algo individual, sí o sí es una herramienta del colectivo. Deben ser indisociables y complementarios. El lenguaje transmite ideas, experiencias y pensamientos. Es el instrumento esencial para transmitir todas esas sensaciones. La lengua se almacena a través de las civilizaciones y reside en la masa de los hablantes a través de las diversas imágenes e interpretaciones verbales almacenadas en los diversos individuos que conforman la comunidad mundial de hablantes. Era de suponer que el compartir sentimientos o palabras hacían esencial la convivencia humana y nos distinguían de los animales. El lenguaje permite participar de la vida de los otros haciéndolos participes de la nuestra. La duda surge de inmediato, ¿Por qué entonces hay tanta incomunicación en nuestras sociedades?

Somos conscientes de la existencia de ciertas palabras de carácter subjetivo. Todos suponemos el significado de la palabra amor pero la duda es si todos llamamos lo mismo cuando la utilizamos. Solemos ser conscientes de la existencia de este termino por un acuerdo tácito a lo largo de las generaciones que nos permite llegar a un convenio que se trata de un vocablo que se puede asociar a la palabra amor. Lo mismo podemos decir sobre el dolor, se trata de un acuerdo social que en realidad nunca termina de precisar el alcance de ese pesar. Lo que a mi apenas me molesta, para otro es un dolor sordo que cercena. Lo mismo se puede aplicar a la palabra amor y a tantas otras que rodean la naturalidad de los seres vivos. Será que los seres humanos aplicamos la misma palabra para referirnos a sensaciones similares, que si no llegan a ser iguales, se pueden considerar parecidas. ¿Será lo mismo con la palabra confrontación, tolerancia, sometimiento o discenso?

Michel Foucault cuestionó el quiebre entre las palabras y las cosas como brecha que posibilita que se configure históricamente de diversas maneras. Solo existe lo nombrado, el saber no es independiente y se edifica a través de prácticas discursivas generando una voluntad de verdad. Las palabras conceptualizan el mundo pero si analizamos grupalmente una novela por todos leída, nos podemos encontrar que no todos han experimentado la misma emoción o sentido ante el desarrollo de una trama. Se han inventado los finales abiertos seguramente porque alguien se detuvo a contemplar que las mismas palabras no significa que se hable de las mismas cosas. El lenguaje es un supuesto.

De ahí que la comunicación pueda hacerse común en niveles no idénticos. Y lo que hoy podemos vislumbrar es que se repiten contenidos sin nada de elaboración propia, lo que no permite una significación plena porque simplemente se trata de una repetición. De ahí que aquellos padres antes referidos les transmitan mensajes obtusos a sus hijos que solo generan repetición pero al observarles no hay transformación ni correlación con la realidad. Se necesita una auto apropiación y la retroalimentación. La verdad no se aloja en el consenso o silencio sino en la objetividad. De ahí surge el otro gran problema de este tiempo, los medios de comunicación y su interferencia o manipulación, que siempre existió pero ahora supone el gran inconveniente ante tanta información. El problema es en realidad la falta de objetividad. Siempre les pregunto a los que me dicen que nos manipulan, como hacen ellos para no estar manipulados, nunca hay respuesta adulta.

Antes dije que el lenguaje es una construcción o acuerdo entre generaciones. Es ahí donde se cuestiona si el lenguaje es el inclusivo o si es el culpable de las diversas postergaciones de ciertos colectivos sociales. No arreglo nada diciendo chiques o chic@s si es un problema del comportamiento mental de las personas que no toleran ni aceptan que no es el lenguaje el que excluye sino que es aquella falta de objetividad la que no permite suponer lo tan claro, nuestra madre y padre nos educan en la objetividad y eso no le hará sentirse discriminada a mi madre si me refiero a ellos como mis padres. Entiendo el debate, el lenguaje es una construcción inicial de hombres pero no es solo de hombres su correcta interpretación. He compartido trabajos con muchas mujeres -quienes nos superaban en cantidad a los hombres- y no me sentí excluido porque la manera de comunicar fuera femenina. Se trata de comunicar una significación. No puedo censurar a Quevedo, Unamuno o Baroja sino preguntar en que cultura se mueven aquellos que mal interpretan las significaciones que van más allá de un lenguaje.

Los griegos supusieron -erróneamente- que quien dominara el lenguaje dominaría el mundo. Esto generó la existencia de los demagogos y de aquellos que les creen y se convierten en aliados involuntarios que diseminan los mensajes. Muchos consideran que la palabra se contaminó al entrar en contacto con la política o con el marketing. Es parte del espanto en el uso actual del lenguaje pero no la única explicación. El problema puede radicar en la poca capacidad de razonar o de pensar lo que se quiere comunicar lo que no lo convierte en una dificultad lingüística sino en mental. El otro espantoso problema radica en que hablar es gratis y que últimamente la gente se vanagloria de no saber casi nada de todas las cosas…

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