sábado, 15 de septiembre de 2018

No hay un punto exacto


“A veces uno se fija en alguien sólo porque ese alguien se ha fijado en uno”
Javier Marías, de su novela “Así empieza lo malo”.

Si el leer es una pasión, debes dejarte llevar. Pasado un tiempo, y adquirido un cierto hábito de lectura, se necesita descubrir nueva literatura. Los primeros autores serán fruto del influjo de tus referentes. Un autor puede conducir a otro, pero en el momento que formas tu propio contenido de lector, se dará el obligado paso que necesitarás descubrir por tus propios medios e instinto, nuevo material. Nunca sabes cómo llegarás a determinado libro o autor. Una portada, un escaparate, un prólogo, un comentario, un lector desconocido que te permite ver la solapa de lo que lee. En este caso, descubrí a un excelente escritor por apenas una referencia de otro al que leo permanentemente: Javier Marías. Él, en un listado de libros imprescindibles del siglo XXI, decidió nominarlo junto a otros autores conocidos. Y así fue como conocí a André Aciman.


Y la escasa mención que hizo el escritor madrileño a “Ocho noches blancas” de André Aciman en el año 2011, generó en mí una enorme expectativa. La búsqueda en la web no arrojó ninguna precisión que permitiera coincidir con la contundente definición de novela esencial. Pero seguí el consejo y lo compré y su lectura me generó conmoción, grado que considero esencial en la literatura y aspiro que me suceda al menos una vez en el año. Y ahora compruebo que a pesar de generar ese cimbronazo en mi emotividad la lectura de ese libro, nunca había escrito sobre el. Y ahora parece fácil, por el éxito que ha tenido la versión cinematográfica de la primera de sus cuatro novelas: “Llámame por tu nombre”.

Esta primera novela también la leí, un par de años después de “Ocho noches blancas”. Pero el efecto conmovedor se quedó atrapado en aquella novela que encaré seducido por el escueto elogio de Marías. La tensión sexual que generan “Ocho noches blancas” en sus más de trescientas páginas no necesita relato de actividad carnal, apenas hay sensación física. Lo que predomina es una excitante lucha por superar el abismo entre la fantasía y la realidad, y lograr por sobre todas las cosas, manejar el irrefrenable poder compulsivo del deseo y el miedo que genera. El tema predominante en la historia es el agobio que genera el precisar si se han de volver a encontrar cada noche a la que precede al primer encuentro, Henry y Clara, para vencer las resistencias y entregarse a una relación. Cada noche se asemeja a una historia de amor que no anuncia y queda inconclusa, un caos de sentimientos. El miedo a saber que el día siguiente quizás no llegue y te has perdido, por fragilidad, el vivir un romance inesperado por infinitamente deseado.

Los libros son creaciones que sus autores erigen para que sean descubiertos y valorados. Para estas creaciones se necesita como indispensable el diapasón de las emociones humanas. Un libro recomendable no suele ser aceptado por todos los gustos, de ahí que cada uno deba cada tanto, dejar de lado recomendaciones por encontrar su propia necesidad de emoción. De ahí que le escapo a escribir reseñas, muchas veces me movilizan a la compra, las que leo en bitácoras en las que confío, pero tiene que primar la sensación que arrastra cada lector en lo que considera necesario para incorporar a su tedio, desasosiego o exaltación. Y esta novela, que años después casi no recuerdo, persiste en mi percepción literaria como un contrapunto entre el corazón y la mente.

El personaje principal se me antojó frustrante. Pero puede ser que, para otro lector, la seguridad que Clara transmita no sea seguridad, sino que juegue dubitativamente con los sentimientos ajenos como coraza de sus propios temores. En la lectura del libro se generó ansiedad y frustración, ya sea por la trama o por vivencias que puedo haber identificado como propias. Lo notable de lo escrito por Aciman es que te obliga a retorcerte en la duda y te arropa en la ansiedad, obligando a reconocer que has transitado por alguna situación parecida antes. Parece un sueño y creo haber vivido sensaciones similares. Ayuda que la novela la escribe una voz anónima que analiza la historia desde el punto de vista de Henry. La sensación que me atrapó en la lectura no habitaba en una cautivadora trama, sino en lo preciso que captó el autor sensaciones que todos pudimos vivir en un olvidado pasado, esperando el éxito no por la suerte de Henry, sino por nuestros derroteros pasados.

Dudas, vacilaciones, temores. Parte de dichos sentimientos transitan únicamente por la cabeza del protagonista, él se equivoca al volcar todas esas sensaciones en lo que cree o teme, sin dejar de considerar que sus miedos radican en el error de suponer que es lo que piensa Clara. Es en esta novela donde Aciman me sedujo por narrar con excelso arte un reflejo de fluctuantes estados de ánimo. La tranquilidad que brinda cada nuevo encuentro desespera ante la nueva indefinición que permite suponer que luego de la octava noche del título no habrá más que sombras. Para Henry la sensación de que el romance se vuelva realidad se antoja más aterrador que el no volver a verla. Pero consume el día esperando la nueva noche, como un examen que no se puede concluir.

André Aciman goza en este 2018 de buena reputación en la red. La adaptación cinematográfica de “Llámame por tu nombre” le ha permitido ser reconocido por la erudición que derrocha compasión, humanidad y liberalismo. Debía escribir sobre “Ocho noches blancas” porque fue la piedra filosofal que me permitió sufrir y disfrutar el descubrimiento de este autor. Y durante mucho tiempo alimentó mi inseguridad por compartirlo, tal vez por el temor de que no generara la misma excitación o expectativa que en mi propició. Las posibles facetas de una relación que se inicia están presentes en esta obra. Uno llegó a “Ocho noches blancas” a través de la concisa precisión de Javier Marías. Tal vez buscamos encontrar buena literatura para leer algo diferente, tal vez lo hacemos para finalmente sentirnos compadecidos y tal vez, redimidos…

PD: Podría agregar que es un homenaje a "Noches blancas" de Fiódor Dostoyevski o que la pluma de André Aciman se ha contagiado del estilo de Marcel Proust. O que en sus páginas abundan discursiones sobre otras obras de arte, pero me obligaría a estar mejor documentado sobre el arte y dejar de lado la más humana de las emociones: el amor y sus miedos.

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