viernes, 20 de julio de 2018

Tienes el coctel que envenenará mi soledad


Ahora no hay duda de que la búsqueda incondicional del triunfo personal implica la soledad profunda. Esa soledad del agua que no se mueve”.
José Saramago.

El fenómeno tecnológico nos quiere inculcar que formamos parte de un gran grupo humano interconectado entre sí. En parte es cierto, en parte mueve a dudas. Tantas veces sospechamos que se transita entre un amontonamiento de seres automatizados que no logran organizarse sino es por una programación preconcebida. Parece, tantas veces, que el desarrollo tecnológico apuesta a la interconexión fraternal no para unir, sino para desunir, para distraer, para distanciar, para estar desconectado.  Mientras tanto, se estudia como revertir el problema de la soledad extrema a la que se ven afectados una buena parte de la sociedad, que no logra, no quiere o no puede conectar. Inquietan los efectos que genera el quedarse solo. En la literatura, por el contrario, la soledad estimula el acto creativo. Entonces se le teme al escritor, pensante o filósofo.


Nos unen ideologías que a su vez nos separan o confrontan. Nos buscamos en asociaciones, partidos o grupos para explotar afinidades o distinguirnos de otros. Formamos parte de estructuras para desarrollar nuestras inclinaciones y terminamos confrontando con aquellas otras estructuras generadas que opositan o no concuerdan con nuestros propósitos. Seguimos a líderes que suelen ser, con excepciones, personas solitarias. Nos unimos y terminamos desuniendo. Porque tantas veces, en el movimiento grupal se termina solo, expulsado, abatido, abandonando o abandonado. Pero le tememos a los efectos de la soledad del que elige estar, de a ratos o continuado, solo. Ya sea para observar, pensar, meditar, leer o escribir.

Octavio Paz decía que la soledad es una manifestación de la identidad, idiosincrasia o estilo de vida, tanto de individuos o pueblos, caracterizados por los sentimientos de pesimismo o impotencia, actitudes desconfiadas y huidizas que predominan, tras el impacto de los acontecimientos históricos que nos rodean y determinan. Pero no siempre es motivo de un displacer o desengaño, a veces es fruto de una elección. Uno puede estar solo o querer estar solo. Desde un punto de vista psicológico, la soledad se puede definir como ausencia, real o percibida, de relaciones interpersonales satisfactorias que se representan a través de la depresión, falta de creatividad, añoranza, pesimismo, ansiedad o desocupación. Pero desde el punto de vista filosófico, la soledad puede ser un factor necesario para desarrollar la creatividad y estar activo, pensante. Tanto desde un punto de vista como del otro, la soledad es una sensación intensa, a veces irremediable como dolencia y otras veces, como punto necesario de partida creativo, cultural, iniciático o refundacional de los individuos.

Una obra es de por si solitaria, aunque luego necesite del otro, del espectador o lector. Si bien es un proceso comunicativo, el que lee u observa participa de esa afirmación silenciosa para poder interpretar. No es una carga sino una conquista. La soledad puede evitarse, pero se elige porque es una de las maneras de formar parte de este mundo. También uno escoge el silencio, otra palabra que escuece a muchos. El silencio no es tristeza ni abismo, ni una perdida u olvido, tampoco desolación o autismo. El silencio puede ser un aliado de la mirada, un organizador de razonamientos, un aval de sabiduría. Tanto silencio como soledad son palabras que definen algo precario, provisorio o frágil. Pero no tiene que ser siempre una enfermedad o depresión. Puede ser elementos vitales para la creación.

Existe un problema con la soledad o el silencio. Pero para algunos, es un mecanismo de defensa ante la competitividad, explotación o injusticia, situaciones que necesitan previamente de la comunicación e intercomunicación. Las personas que escogen el silencio o la soledad, tantas veces lo escogen para proponer o intentar, no siempre una mejor versión del mundo, sino sencillamente, su versión. El silencio y la soledad pueden ser situaciones que llegan a nuestras vidas sin previo aviso y padecemos. Pero también, utilizándolos como espacio de libertad se puede escoger una soledad o silencio escogido. Se debe estimular el mayor desarrollo de políticas públicas para combatir la enfermedad o el dolor que la soledad o el silencio provocan, fomentando un rescate o amparo.  Sería bueno reconocer que estos desajustes suelen provenir de la excesiva comunicación asistida que nos procede, y que los hombres, en una conmovedora candidez, creen que se genera de forma personal y espontánea. El silencio o soledad de la creación sigue siendo una elección voluntaria que enfrenta la tendencia a unificarnos a través del ruido, de la cháchara que no termina de decir nada, no nos deja en paz ni sosiego. Un pensamiento o reflexión sigue siendo la experiencia humana más fundamental para la indagación, siempre será mejor observar con los propios ojos el mundo que nos conmueve o transforma.

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