martes, 17 de abril de 2018

Red de redes


“Estamos creando un mundo en el que todos pueden entrar, sin privilegios o prejuicios debidos a la raza, el poder económico, la fuerza militar, o el lugar de nacimiento. Estamos creando un mundo donde cualquiera, en cualquier sitio, puede expresar sus creencias, sin importar lo singulares que sean, sin miedo a ser coaccionado al silencio o al conformismo”.
John Barlow – 1996 – “Declaración de independencia del ciberespacio”.


Los seres humanos nos vamos adaptando a las novedades en la medida que estas se suceden. Reaccionamos o nos oponemos a los acontecimientos de diversas maneras, en el rechazo predominan síntomas característicos como la preocupación, impulsividad, repudio, ansiedad, intolerancia o temor. Estas singularidades preocupantes tantas veces nos inhabilitan para poder tomar decisiones que reconduzcan nuestro accionar. Lo que para muchos puede parecer un desarrollo popular u avance, para otros puede ser determinante para influir negativamente en su desarrollo. Internet ya no es un fenómeno nuevo ni reciente entre nosotros. Pero ahora se puede visualizar sus efectos perjudiciales, es decir adicciones o baja autoestima. Y le sumamos lo evidente, que no nos parecía tanto: la manipulación.

Las redes sociales se consideran tan adictivas como los cigarrillos y el alcohol. Entre los jóvenes, la tasa de ansiedad, mal sueño y depresión ha aumentado en un setenta por ciento en los últimos veinticinco años. El noventa por ciento de las personas entre dieciséis y veinticuatro años consumen gran parte de su tiempo en internet y redes sociales. Siete de cada diez jóvenes pueden afirmar conocer en alguna vertiente lo que se denomina el acoso cibernético. Los usuarios habituales de redes sociales garantizan que emocionalmente se siente respaldados por la permanente aprobación de sus contactos, condicionando esa “necesaria” aprobación a experiencias de salud, tanto física como mental. Las enormes oportunidades que se generan para la innovación, creatividad y aprendizaje ya contrastan con una evidente crisis de salud mental.

Parece inaceptable el concepto de que para ser aceptado en una sociedad se esté vinculado a la cantidad de “likes” y seguidores que disponga. La autoestima y seguridad interior pasa por un pulgar levantado o por un comentario positivo en la red. Se vive con temor a la indiferencia por nuestras apreciaciones, bromas o comentarios. Es positivo el hecho de que pueda criticar abiertamente a las redes al mismo tiempo que mi critica necesita de la difusión de las redes, pero luego de infinidad de ocasiones comprobé que al linkear mi entrada en Facebook, un me gusta no significa que me hayan leído, nunca tuve problemas en asimilar que solo se trata de un gesto cariñoso o protector de esta nueva modalidad de afecto o relación. Un me gusta no significa profundidad, tantas veces es mostrar condescendencia.  Reconozco no ser un buen usuario de las redes, no suelo nunca poner un me gusta, pero sí que leo lo que comentan o lo que postean. Porque para mí parece ser más importante leer esa información que se comparte que decir una frase hibrida que parezca satisfacer una necesidad del que espera respuesta. Mi conducta parece responder mejor a lo analógico que a lo digital, desde que deje de actualizar mi estado para ver si alguien estaba de acuerdo o no con mis precisiones. En realidad, la plataforma me aporta poco, pero poco a poco me va reclutando: soy uno de los tantos que deja de llamar por teléfono para acudir al mensaje frio que asemeja a cálido, pero que es en realidad la mejor alternativa para evitar la fluidez de una verdadera comunicación.

Y los perfiles que generamos o seguimos por indicaciones de los diversos administradores de contenidos, suele ser parte de una farsa. Somos un flujo de vidas editadas que distorsionan la percepción de lo real. Predomina la ansiedad de equipararnos a ese perfil tan modélico que nuestro entorno edita, nuestra vida parece una verdadera mierda cuando nos influyen las comparaciones sociales. Enojados con la vida real por su hipocresía, nos recluimos maravillados en el idealismo virtual de los mismos hipócritas que somos. Al final, el único cambio evidente es que trasladamos el idealismo a una conexión, los mayos del 68 solo se pueden dar en comunidades virtuales, los grandes oradores u oráculos son aquellos que saben administrar los doscientos ochenta caracteres de un tweet. La justicia y hambre social se escuda en un “¿Qué estás pensando? o ¿Qué está pasando?” como eslóganes que aparentan conectarnos.

Son millones las personas que persiguen el concepto de que les gusta gustar.  Históricamente configuramos nuestra personalidad según como nos sentimos con nosotros mismos y con nuestro entorno, pero hoy día diseñamos un yo digital que tratamos de controlar y que los demás idealicen. Para eso necesitamos seguidores para que nuestras acciones sean observadas. Mas de una vez Facebook nos recordó que llevábamos días o semanas sin postear o conectarnos. Y no nos hizo ruido ese fenómeno que, si lo miramos racionalmente, parece actuar como una droga. Nos piden y a su vez, necesitamos más, más y más, así funcionan las adicciones.

Muchos internautas consideran al ciberespacio como el único espacio a frecuentar donde debemos dosificar una incontrolable esfera de influencias. El mundo internet va camino a ser, sencillamente y a secas, el mundo. Esas ansias de eterna libertad que nos asfixia nos han trasladado de prisión, creyendo que una nueva patria amable y gratificadora reemplazará a aquella donde los valores se compran y venden frivolizando la esencia humana. Cambiamos de patria, creyendo cándidamente que en este nuevo “espacio” no habría lugar para monopolizaciones y corporaciones. Nos hemos equivocado nuevamente, tan solo queremos ser audibles y audiencias, habitantes de un hogar en la mente. Y nuevamente, la verdad no interesa o interesa más bien poco, poco menos que un me gusta a tiempo…

Extracto de la Declaración de Independencia del ciberespacio, redactado por John Barlow en el año 1996 con voz poética creía presentar un mundo sin fronteras, más justo, más equitativo (pueden buscar el resto en la web):

“Declaro el espacio social global que estamos construyendo independiente por naturaleza de las tiranías que estáis buscando imponernos. No tenéis ningún derecho moral a gobernarnos ni poseéis métodos para hacernos cumplir vuestra ley que debamos temer verdaderamente…
…No nos conocéis, ni conocéis nuestro mundo. El ciberespacio no se halla dentro de vuestras fronteras. No penséis que podéis construirlo, como si fuera un proyecto público de construcción. No podéis. Es un acto natural que crece de nuestras acciones colectivas…
…Crearemos una civilización de la Mente en el ciberespacio. Que sea más humana y hermosa que el mundo que vuestros gobiernos han creado antes”.

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