miércoles, 30 de noviembre de 2016

Que el maquillaje no apague tu risa

"El humor tiene la capacidad de devolverte la certeza de que la vida vale la pena. Y uno se salva, a veces, por el chiste, por el mágico sonido de la risa, que puede no ser tu risa; por la escondida capacidad de tomarte el pelo, de verte desde afuera y reírte de vos mismo".
Eduardo Galeano

Tanto el humor como la alegría son fundamentales e influyentes sobre la personalidad del ser humano. De hecho, casi todos coinciden en que no se puede ni se debe vivir sin humor. Investigaciones demuestran que los niños desarrollan el sentido del humor, aún antes de comprender el lenguaje o de ser capaces de memorizar. El humor es considerado un "sentido", que poseemos junto a otros, tales como la vista, el oído, el olfato, el gusto o el tacto. Es verdad, que como el resto de los sentidos, algunos lo desarrollan más o mejor que otros. Por eso, suele ser evidente aquella gente que cree tener sentido del humor y es soez, ridícula o vulgar. Pero en los tiempos que corren, parece que al sentido del humor se lo está acorralando, en nombre de lo políticamente correcto. Y de la sensación que nos estamos olvidando de reírnos, aún de nosotros mismos.


Supuestamente, el humor carece de propósito biológico, pero sí que es indispensable su finalidad psicológica, ya que nos ocasiona placer o diversión, además de liberarnos de tensiones o preocupaciones. En Platón, y posteriormente en Aristóteles, se hablaba de las implicaciones de la risa, y se teorizaba que reírse constituía una burla del propio ridículo, no del de los demás. Según Platón, el humor se basaba en la propia ignorancia, en la incapacidad del hombre de observarse a sí mismo. Henri Louis Bergson, filósofo francés, ganador del Nobel de Literatura en 1927, apoyó la teoría platónica en su libro "La risa", de 1899, al afirmar que "un personaje cómico es generalmente cómico en la medida exacta en que se ignora a sí mismo. La comicidad es inconsciente".

"La risa castiga los vicios", siguiendo con Bergson en su libro, lo justifica ya que la risa permite procurar lo que deberíamos ser y no somos, aunque persistamos en el esfuerzo de intentar de verdad ser lo que deberíamos ser. Pero a veces la risa se constituye en un regocijo ante el engreimiento de nuestros conocidos, y a veces ante las desgracias de los otros. Por eso, es que la risa tantas veces toma una dimensión negativa, inoportuna. La risa necesita del placer pero también del dolor ajeno, por lo que tantas veces calificamos al humor como algo decadente. El saber reírnos de nosotros mismos es un mérito, donde no todos están calificados.

El que sabe hacer o administrar un chiste o broma, sabe bien si va a hacer gracia y a quién. Lo sabe con tanta claridad que conoce el paso previo entre la sonrisa y la carcajada. Es un talento, como se ha dicho anteriormente. Y el perfeccionamiento de dicha agudeza permite suponer, con poco margen de error, a quien va a molestar u ofender. Por eso, conocemos a un sinfín de personajes que siempre sabrán utilizar la broma o el chascarrillo sin importunar, y también conoceremos de sobra a aquél que va a errar el sentido de la oportunidad, al hacer la broma improcedente. En estas sociedades multitudinarias, a causa de la explosión tecnológica, un chiste inoportuno hace daño; y mucho.

Si caemos en algún tópico para practicar una broma, tenemos que tener en cuenta que entre un posible auditorio, siempre estará la posibilidad de que siente mal. Y no falla, en una multitud habrá varios a los que no les cause gracia, y lo que es peor, le moleste sobremanera. Todo cómico debe guardar en sus recuerdos aquel momento inoportuno, aquel chiste inocente que tanto daño generó o comentarios negativos coleccionó. Y la risa no se suele llevar bien con los gobernantes o gentes de responsabilidad especial. Por eso, los dictadores son tan parodiados, y a su vez tan perseguidos los comediantes que basan sus trabajos humorísticos en la gestión de los totalitarios. Según cuenta la leyenda, Stalin coleccionaba los chistes en su contra, y la cabeza de los chistosos.

Dario Fo, premio Nobel de Literatura en 1997 y recientemente fallecido, explicaba que "la sátira es el arma más eficaz contra el poder: el poder no soporta el humor, ni siquiera los gobernantes que se llaman democráticos, porque la risa libera al hombre de sus miedos". Por suerte, si un régimen te obliga a no bromear, resultará irresistiblemente gracioso hacerlo, y la autoridad se desmorona. La fuerza del chiste puede ser tan universal, que cuando el dictador deja paso al gobierno "del pueblo", tampoco está bien visto burlarse de él y un enjambre de censores ciudadanos no tolerará una mísera chanza. Por eso los gobiernos del pueblo guardan tanta similitud con las tiranías.

En internet ya se estudia un fenómeno que tiene un nombre sugestivo: "shitstorn", que sin temor a reprimirnos, podríamos traducir como "tormenta de mierda". El término hace referencia al aluvión de críticas que desencadenan algunas publicaciones, y el mal uso del humor es motivo también de un montón de tormenta. Lo que comenzó como un lógico repudio social pasó casi sin escalas a la categoría de linchamiento. La equivocación se paga cara, los nuevos justicieros utilizan el código de lo políticamente correcto para que en las redes sociales lo mal interpretado, inoportuno o fuera de contexto, tenga una larga duración sin margen para el pronto olvido.

Lo que antes resultaba gracioso o generaba un manto de protección en un ámbito íntimo o privado, puede ya no serlo al abrirlo al abanico de las redes sociales. El error del desubicado o del soez no tiene amparo, la "libertad de expresión" permite atropellar al que antes atropelló. Las nuevas tecnologías equipararon a los gobernantes y a los ciudadanos de a pie. El hombre social portador de errores, destroza con crueldad el error del otro. Lo que la mayoría supongo que está olvidando, es que esa broma buena o mala dejada pasar en el ámbito privado, necesita un filtro para acceder en el ámbito masivo de las redes sociales: responsabilidad social.

El humor no debe ser necesariamente festivo. Los que saben jugar con el uso del humor conocen de antemano el mecanismo intelectual para abordar temas de conflicto, ideas, sentimientos que más que motivar la carcajada, obliguen a reconocer que somos portadores de un problema o de una negación, y el humor actúe como punto de reflexión. Pero no todos manejan ese sentido del humor, muchos no saben descifrar una ironía, de ahí el escarnio que puedas sufrir si una persona, en el velatorio de tu mejor amigo, no comprenda que haces ese chiste para dosificar o descomprimir el dolor. Esa gente no entiende ni entenderá, que es en los velatorios donde el sentido del humor puede florecer sin previo aviso. Marc Twain alguna vez lo anunció: "El secreto del humor no es la alegría, sino la tristeza".

Por último, debemos reconocer que no sólo existen personas que saben dosificar y utilizar el humor, y otras que son inoportunas y vulgares en su uso. También existe una categoría de personas que detrás de un supuesto manto de humor, esconden malas intenciones y efectos negativos en su uso. Ese tipo de humor, tristemente, circula permanentemente entre nosotros. Las personas que solo desean corroer las bases de una normal convivencia, muchas veces se encuentran amparadas por una supuesta naturalidad, pero lo único que persiguen es la descalificación. Por lo visto, nunca fue fácil reírse a gusto.

La mirada crítica y el sentido común no solo rigen el buen funcionamiento del humor en las sociedades. La responsabilidad es un don social, que no siempre está presente en los seres sociables. Se necesita esa mirada crítica y sentido común, pero sin tanta solemnidad y cercano a la tolerancia. Estar atentos no es sinónimo de despellejar y tolerancia no significa desconocer que existe el bulling y el acoso a través de un supuesto sentido del humor. Internet sigue siendo un instrumento joven, donde el filtro del buen y mal uso aún está por definirse. Es deseable que la situación se decante con el sentido común, aunque la indiferencia también puede depurar la red y que no sea necesaria la virulencia del ofendido. Muchas veces el que se ofende no tiene razón, un mal día lo tiene cualquiera y un chiste o broma inoportuna o no razonada está al alcance de todos. Es verdad que es bueno faltarle el respeto al drama que es la vida, pero también es cierto la frase que cierra esta entrada e inmortalizó Mark Twain: "El humor es tragedia más tiempo", lo que viene  a decir que solo los inteligentes saben discernir cuando es el momento de reírnos de las cosas sin ser exorcizados en el intento...


"Desconfía de quienes nunca ríen. No son personas serias" - Julio César 

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