miércoles, 20 de septiembre de 2023

Si esta cárcel sigue así

Los dos momentos más decisivos de mi vida fueron cuando mi padre me envió a Oxford y cuando la sociedad me envió a la cárcel”.

Oscar Wilde


Escribir para ser libre o para cubrir el tiempo. Por algo la escritura o lectura son fuentes de escape. La escritura se practica en la intimidad porque es un ejercicio de reflexión permanente; e importante porque la mediadora será la cultura, la reflexión crítica y civilidad. Si bien no son mayoría, sobran ejemplos de epifanías de aquellos escritores que, en intento de expiación o no, han escrito obras fundamentales mientras cumplían penas o posterior tras condenas en la cárcel. Moralmente concebimos que todo lo que está mal debe ser alejado o marginado. El dilema existe cuando mas de un clásico ha sido concebido imposibilitados de libertad. Y son voces que con el tiempo, marcan época o argumentación recurrente.


La historia es precisa, las privaciones de la libertad han inspirado obras perdurables. Esa tensión creadora presente entre la libertad y el cautiverio generó avances creativos no esperados. La conjunción -obligada- de estar en la cárcel, la imaginación, el deseo de vivir y el sueño de libertad han servido de inspiración a verdaderas obras maestras literarias. Entre rejas la única puerta que parece abierta es la de inspiración, talento que muchas veces permite que el estado de confinamiento no sea siempre sinónimo de degradación. La tabla de salvación, redención, liberación, conversión y creación puede estar presente donde menos lo esperes. La parte oscura u oculta del ser humano emerge bajo momentos de intensa necesidad y no es sólo el ejemplo de la cárcel el que puede expiar a través de la escritura un talento oculto o postergado.


La relación con los libros y la escritura es un modo de resistencia profunda y un espacio de supervivencia, tantas veces a manera de desahogo como de comunicación con un exterior. “Mi lucha”, mezcla de autobiografía e ideario nacionalista, fue escrito por un ya perturbado Adolf Hitler en la prisión alemana de Landsberg, al ser encarcelado tras el fallido golpe de estado en noviembre de 1922. “Conversaciones conmigo mismo”, toda una vida escrita durante los veintisiete años de viaje interno a través de la reclusión son el resultado de un legado importante de Nelson Mandela, primer presidente de Sudáfrica elegido democráticamente y superando todos los obstáculos. Miguel Hernández, poeta relevante del siglo XX español, concibió el “Cancionero y romancero de ausencias” durante los dos años que vivió en prisión. Estos ejemplos podrían incluirse entre los de escritores “políticos”.


El Marqué de Sade -Donatien Alphonse François de Sade- fue otro reconocido escribiente en la actividad carcelaria. Llegó a la cárcel por hablar sin tapujos de sexo en la puritana sociedad parisina a finales del siglo XVIII. En una década tras las rejas, escribió a su paso por las cárceles de Vincennes y La Bastilla libros como “Los 120 días de Sodoma” o la primera versión de “Justine o los infortunios de la virtud”, extensa historia que se basa en la hipocresía de la sociedad. Pregonando una virtud vacía donde el vicio era la condición natural de la humanidad, esta obra fue -como en tantas otras- perseguida y censurada.


Oscar Wilde escribió una emotiva carta en prisión a su amante Alfred Douglas. El resultado fue “De profundis”, una expresión de las virtudes del amor y sus decepciones ante la vida y la cobardía de su amigo. Dos años de trabajos forzosos en la prisión de Reading le permitieron profundizar sobre una autoexploración pletórica de sentido del arte y de la vida. Paul Verlaine sostuvo con Arthur Rimbaud un sonado romance que terminó con Verlaine en una cárcel belga, donde escribió manuscritos y versos variados. Carlos Montenegro, en Cuba, aprovechó su talento de escritor tras las rejas para obtener un indulto, quince años después de haber asesinado a su agresor hombre a navajazos. El indulto fue alentado tras un cuento que ganó un concurso. En los tres casos, el amor, acoso o desprecio tuvieron resultados diversos. Oscar Wilde, por ejemplo, al recuperar la libertad retomó su relación con Douglas, aunque el oprobio reemplazó a la admiración por su obra, terminando pobre, exiliado y humillado.


En el recorrido del derrotero de escritores en prisión, los ejemplos se suceden. Son innumerables los casos registrados. Nicolás Maquiavelo escribió su obra más famosa -”El Príncipe”- en prisión, tras ser acusado por conspiración contra los Medici. John Cleland compuso la que fue denominada primera obra erótica en su paso por prisión. “Fanny Hill. Memorias de una cortesana”, novela de 1748 que inició el escándalo literario en Inglaterra tras la publicación de su segunda edición. Fue quemada en público pero generó el inicio de lo que llamamos “piratería” al imprimirse copias en clandestinidad para ser vendidas. Jean Genet vio en parte conmutada su pena carcelaria tras la publicación de una especie de obra autobiográfica. “Santa María de las Flores”, de 1944, fue el inicio de su actividad literaria en la cárcel de Fresno, dominada por un método denominado de auto ayuda.


Fiódor Dostoyevski fue arrestado y prisionero por formar parte de un grupo intelectual y revolucionario que conspiró contra el Zar Nicolás I; incluso fue condenado a muerte aunque luego se le conmutó la pena a cinco años de trabajos forzados en Siberia. Tras una amnistía, retomó su actividad de escritor, pero la experiencia dio pasó a una transformación de una conciencia de lo irracional y de un sentido de sufrimiento colectivo. “Crimen y castigo” y “Los hermanos Karamazov” son joyas literarias de agudeza psicológica. Por otro lado, el anhelo de libertad estuvo presente en la literatura de Aleksandr Solzhenitsyn. Su propia experiencia en los campos de trabajos forzados de Siberia, sumado a entrevistas y documentos históricos se pusieron en pos de su recorrido literario, siendo “Archipiélago Gulag” su obra maestra, donde refleja en forma contundente el funcionamiento interno de un estado criminal dentro de un estado.


Se puede enumerar a Álvaro Muttis, André Malraux, Jimmy Boyle, Luis Goytisolo, Jim Thompson, Henry David Thoreau, Romain Rolland, Daniel Defoe, Tomás Moro, Voltaire o varios mas podrían iluminar mas la lista. Se puede cerrar con Miguel de Cervantes, quién en 1597 y acusado de quedarse con parte de los impuestos obtenidos en su trabajo de recaudador, estuvo preso en la cárcel Real de Sevilla -otrora calle Sierpes con Francisco Bruna- donde una placa recuerda la efemérides: “En el recinto de esta casa, antes cárcel real, estuvo preso (1957-1602) Miguel de Cervantes Saavedra, y aquí se engendró para asombro y delicia del mundo El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. La Real Academia Sevillana de las Buenas Letras acordó perpetuar este glorioso recuerdo, año MCMLXV”. Se podría argumentar que varias de las obras esenciales no podrían haber sido escritas sin la inspiración carcelaria de sus autores. Es una hipótesis indemostrable, ya que el ansia de libertad puede servir de inspiración para la creación de obras maestras literarias. Pero la ausencia de libertad no siempre estará ligada a una condena penitenciaria. Como expresara Annie Ernaux, “Escribir para vivir significa perder libertad”...

 




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