martes, 25 de enero de 2022

Cuando se acabe la fiesta, la tribu estará sedienta

Nunca escribas sobre un lugar hasta que estés lejos de él”.

Ernest Hemingway


En la Gran vía de Madrid, los protagonistas toman un taxi. “¡Oh, Jake!, ¿podríamos haberlo pasado genial juntos”, preguntó Brett. “Sí”, dijo Jake. “¿Verdad que resulta agradable imaginárselo?”, con una pregunta finalizaba la primera novela de Ernest Hemingway, allá por 1926. Similar a “siempre nos quedará París” de “Casablanca”, la literatura directa del escritor americano nos recordó que en el pensamiento de todo ser humano, siempre radicará la duda si no es más bonito suponer que todo lo imaginado pudiera ser posible. “The sun also rises”, novela que en castellano fue simplemente “Fiesta”, obra que dio celebridad a su autor y representó a toda una camada que fue denominadaGeneración perdida”.


Para muchos fue uno de los mas grandes novelistas de la historia. Para otros, solo un mal tipo, populista, con muchas zonas oscuras, que escribía bien. Sobre gustos, tal vez este todo escrito. En todo caso, su forma libre de narrar marcó una época. Directo, sin entretenimientos tediosos, lo suyo fue contar de forma clara y con diálogos ágiles y vivos -que le confirieron un estilo penetrante y llano-. Términos precisos, más precisamente, exactos, permitían instruir al lector generando una excelente base literaria. El mundo necesitaba creer, la desconfianza pos Gran Guerra, la ley seca y los prolegómenos de la Gran Depresión no invitaban a otra cosa que a un cambio de estilo en la técnica narrativa, iniciando el “perspectivismo” y el “objetivismo”, que contrastara a una visión mas que desalentadora de la realidad deshumanizada de principio de siglo. El capitalismo, la crueldad de la guerra, la hipocresía, opulencia, desigualdad y una atmósfera moral puritana que ahogaba más que esperanzaba, cedieron ante esta nueva generación de escritores y artistas, que confiaron en un ambiente de libertad personal y transgresión de normas. La nueva ficción estaba cambiando todo, también cambiaba el carácter humano.


Todo el mundo se comporta mal si le das una buena oportunidad” menciona en Fiesta, perfecto retrato del tiempo de Hemingway, y de los suyos. No fue un autor complicado de leer, aspiraba a que lo pudieran seguir todos los estratos culturales. Una de las mas grandes particularidades de su pluma fue el no necesitar describir las emociones de sus personajes pero que, de alguna manera, estuvieran más que presentes con su descripción de la trama. En “Fiesta”, como en casi toda su obra, queda graficada esa tristeza completamente humana que nos advierte en cualquier momento, que “eso no pasará”, como distintivo universal. A pesar del desconsuelo, de la batalla de los egos, de las humillaciones, de las desilusiones, todos nos hemos de preguntar “si no es bonito imaginárselo” a pesar de que la tragedia marque el ritmo de la vida. Entre tanto horror siempre buscaremos dulzura, consuelo o esperanza. Fiesta es glamour pero también impotencia, metáfora osada de un escritor que anunció con todos sus poros, su virilidad.



Jakes Barnes, personaje principal, era un joven norteamericano en París con problemas de impotencia sexual, a causa de heridas sufridas en la Gran Guerra. Para muchos Jake es el héroe castrado, símbolo sufrido de una generación perdida. Para otros analistas, un primer rasgo que se profundizaría a lo largo de su obra, el de masacrar a sus colegas -sobre todo a aquellos que le han ayudado en momentos puntuales-lo que puede derrumbar parte de su mito, el de mantener la lealtad y el principio de la verdad como estandartes innegociables. Jakes era en realidad el alter ego de un colega escritor americano y considerado maestro de la ficción moderna, anterior a Hemingway, que no había podido tener hijos a causa de una accidente en bicicleta. Si bien nadie es perfecto, el escritor Nobel norteamericano no podía contra su ego desmedido. Henry James, John Dos Passos, Scott Fitzgerald, Sherwood Anderson, Ezra Pound, Ford Madox Ford o Gertrude Stein consideraron que Hemingway hizo de la calumnia, vilipendio, o mentira hacia ellos, un instrumento al servicio de su propia persona.


Ningún personaje en este libro es el retrato de persona real alguna” parece ser la primera mentira y encima, colada la advertencia en el mismo principio de la obra. Tal vez la ficción trate de eso, ampararse en la realidad para dar rienda suelta a la imaginación. Tal vez ya Hemingway se había convertido en Hemingway aún antes de triunfar con una novela. “Nunca confíes en el narrador, confía en el cuento” lo había advertido D.H. Lawrence, pero en lo relativo a “Fiesta” todos sus personajes literarios eran personajes reconocibles, íntimos tal vez, al menos eso creerían los afectados. Allí comenzó lo que la escritora Lesley M.M. Blune denominó Hemingwayficar, de representar el positivismo con un rencor innecesario. Pero para el escritor los personajes eran secundarios, él quería escenificar y contar en primera persona lo que sucedía: el cortejo de una mujer, la bebida, las palizas, el antisemitismo latente en Europa -y en él-, la seducción de un joven torero, la fiesta taurina y sobre todo, el explicar como si fuera un nacional la idiosincrasia de un país extranjero, como España.


Entonces, con la entrada a punto de finalizar, alguno se preguntará si esto se trata de un tributo o defenestración a Hemingway y “Fiesta”. Tal vez sea un autopsia de una gran obra, como muchas de las que escribió el controvertido autor. Es considerado el libro que inició todo, aunque “Adiós a las armas” se llevara el ascenso del estadounidense al Olimpo de las letras americanas. “Fiesta” fue para muchos una enorme guía de turismo aventurera jamás escrita. Pamplona y sus Sanfermines le deben la puesta masiva en el imaginario colectivo. Es tal vez, la novela que mejor ha contado una fiesta popular y los valores y secretos en los que se apoya la tauromaquia y su fenómeno festivo, social y antropológico de la sociedad española en su conjunto, con esas diferencias tan parecidas con las que se quieren desmarcar sus nacionalismos varios.


Noventa y cinco años después de su publicación no alejaron a “Fiesta” de ser un muy buen libro, imprescindible. Hemingway tal vez envejeció demasiado para el mundo contemporáneo, tan obligado a la condena de lo políticamente correcto. Dejamos muchas cosas a medias, obligándolas al olvido. Pero Hemingway con todos sus matices negativos, fue un gran escritor, con una concienzuda concepción literaria de su obra y de su personaje. Por algo fue considerado el estilista de la novelística anglosajona del siglo veinte. Su vida fue asesinada por el peso de su figura y su arte, que nunca será tan suficiente como las dificultades que generamos mientras vivimos...

 




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