domingo, 14 de marzo de 2021

Oiga, Doctor, devuélvame mi rebeldía


 Si siempre dices la verdad, no tendrás que recordar nada”.

Mark Twain


La palabra “viral” se ha hecho viral y la usamos todos en la inmediatez, aún cuando no comprendamos el nuevo significado. Porque viral pertenece o es relativo a un virus o patología, sensación tan de moda en los últimos dos años. La viralidad de la difusión de la palabra, en cambio, está vinculada a todos aquellos mensajes o contenidos que trascienden o se difunden con una enorme rapidez por las redes. Vamos, casi casi como el tema de las mentiras en el caso de las “fake news”, otra palabra que se cuela en nuestro lenguaje diario y sin gozar de antigüedad, la sentimos casi de la familia de nuestro léxico.


Las nuevas tecnologías han tenido mucho que ver con la profesionalización y repetición masiva de las palabras viral o viralidad. El mensaje circula a velocidad asombrosa gracias a la herramientas digitales que vinieron a cambiar las formas de comunicación de las personas y de las relaciones sociales. Una noticia se hizo viral pero no se suele agregar si la noticia es falsa o verdadera, solo trasciende su viralidad, su fuerza de propagación. La viralidad de un mensaje rompedor escapa a otro concepto inicial que transmitía una creatividad, la fuerza del traspaso solo incrementa la difusión, una noticia o mensaje viral no tiene porque ser creativo. De ahí que solamos reconocer la viralidad de mensajes bastos u ordinarios. Y reenviarlos.


No sabemos cuanta viralidad puede tener un mensaje. Necesitamos, parece, reconocer que algo es viral, que algo trasciende hasta explotar, que algo expresado alcance velocidad crucero. De ahí que los medios o las personas se ufanan de declarar la viralidad de cualquier cosa o estado sin ser necesario aclarar si porque es viral es importante o necesario. De ahí que para algunos, la viralidad se asocie a esa sensación de aburrimiento o falta de creatividad que nos corroe. Por eso puede ser viral un video de gatitos o un meme -otra palabra que usamos y no sabemos desde cuándo-. Son los llamados fenómenos sociales recientes.


Muchos de esos mensajes son fruto de la casualidad, tantas veces analizando el porqué de su alcance viral no se encuentra explicación. Tal vez suceda porque le ha caído en simpatía a la gente que generó una oleada de repeticiones o compartidos. También se encuentra la viralidad premeditada como empujón hacia un posicionamiento. La viralidad responde al marketing comercial y publicitario pero también es resorte de la oferta formativa de los medios, que lo convierte en un polémico info-entretenimiento. La ciudadanía juega su papel al convertirse en protagonista y motor de la propagación de una comunicación que seleccionamos nosotros mismos. No se busca tan solo la propagación de la comunicación que se supone esencial o ingeniosa, se busca la noticia de que es viral, que se propaga. Noticias virales siempre existieron, ahora se alcanza mayor velocidad y tal vez, frivolidad de hacerla masiva. Se busca adquirir un estatus de pioneros, ser los generadores o descubridores de un contenido viral.


Estamos resignando el pensamiento lineal siendo progresivamente sustituido por una manera de pensar que podemos definir de estallidos cortos y descoordinados, cuanto mas rápido mejor. De ahí que presenciemos como la noticia no tiene contenido o veracidad, solo nos enteramos de lo acontecido a través de la viralidad de turno de un suceso o mensaje, aunque se diluya en el mismo día. Nos parecemos a una sociedad sin creencias que no necesita un sesgo de confirmación o garantía de la fuente que genera el contenido. Solo se precisa la velocidad y voracidad de propagación. En términos informáticos, lo conocimos como un software, que autorreplicaba y extendía como un virus adhiriéndose a los programas y atacando los sistemas de seguridad de las computadores o terminales. En el campo de la medicina mencionaba a un microorganismo muy simple que infecta células y puede causar enfermedades. Parece que con el tiempo, deja de prefigurar como una palabra negativa.


El lenguaje en sí es un virus que se extiende y reproduce con facilidad, condicionando la actividad y relación humana. Su naturaleza podría decirse que es tóxica, en forma constante se va renovando el vocabulario, muchas veces reproduciendo los nuevos vocablos hasta de forma inconsciente. Pero hoy, la obsesión por convertir algo en viral cuestiona hasta las tradicionales de la narrativa. Las palabras parecen que se sumergen en la tela de una araña, se enredan y deshacen su textura hasta que se disuelven en secreciones constructivas. El sujeto es víctima del contagio y alimenta la peregrinación de las construcciones dialécticas, por lo que las repetimos sin pensar en ningún momento qué coño significa meme, marketing viral, content curation, infoxicación o internet de las cosas.


El nuevo término viralidad surge a finales de la década del noventa, pero es en esta década donde su irrupción se ha hecho cotidiana. Este virus mediático que se expande a través de las redes infectándolo todo como un código para la cultura popular de masas. La propagación tal vez actúe como un intercambio entre usuarios que se convierten en vendedores ambulantes del término para su simple uso. Lo que comenzó vinculado al marketing o publicidad termina siendo pura comunicación que se trasmite al entorno. El concepto de viralidad se impuso en 1996 vinculado a la difusión de correos electrónicos a través de mailings, mensajería instantánea y foros como comunicación predominante en internet. Hoy invadió los teléfonos, las teles, las aplicaciones sociales y la mesa de casa, donde ante una noticia que hemos escuchado reiteradas veces durante el día, nos permite precisar sin dudar de que se trata de una noticia viral.


Viralidad forma parte de la legión de vocablos que podemos considerar inconcretos. Aquellos que se detienen a contemplar la exacta medida de algunos términos, no podrá precisar el verdadero alcance de una palabra que se siente cómoda en la virtualidad. Si un video se ha hecho viral, si un meme recorre la virtualidad en cuestión de minutos, una frase o furcio de algún personaje famoso se convierte en tópico de rápida difusión, en realidad se debe al virus en que hemos convertido internet. ¿Alguien sabe en realidad a cuánta gente debe llegar un contenido para adquirir su condición de viral? ¿Qué es mas viral, lo rápido y breve o lo extenso pero lento? serán preguntas que tal vez a pocos interese la respuesta. Lo que obligaría a otra cuestión más filosófica, la necesidad de comprender qué es lo que compartimos y cómo lo compartimos. La viralidad, tantas veces se asocia más con la mentira que con la verdad. En un tiempo convulso, la verdad parece brillar por su ausencia, y nuestra hiperactividad distractiva no nos permite comprender el sentido de mecanizar un de por sí reducido vocabulario reemplazado por burbujas electrónicas que regulan, condicionan y reemplazan nuestras experiencias...


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