“El peligro del pasado era
que los hombres fueran esclavos. Pero el peligro del futuro es que los hombres
se conviertan en robots”.
Erich Fromm, psicoanalista, psicólogo social y
filósofo humanista alemán (1900-1980)
Las grandes preguntas de la
humanidad continuarán sin resolverse. No queda otra que acostumbrarse a que son
interrogantes sin respuesta, con desarrollo pero sin sentencia. Es el precio
que se paga durante nuestra existencia, intentamos reaccionar tozudamente sobre
el miedo a lo desconocido. Y el guion de la realidad no está trazado, a duras
penas esbozamos un argumento que se apoya en derroteros. Se vive arropado por imágenes
del presente, pasado y futuro, donde el presente aunque parezca mentira es el único
momento que no observamos, prima la incertidumbre por el futuro como necesidad
de marcar la diferencia con el pasado. En ese contexto como bucle, el incesante
despliegue tecnológico alimenta la sensación de remediar la angustia de
enfrentarnos a la muerte, que es lo único que está escrito al nacer, pero sin
saber la fecha de tal efemérides.
El ser humano tiene marcado su desarrollo
a través del sufrimiento y el dolor, matizado por la satisfacción y placer de
cada logro. En un importante desarrollo intelectual se procura trascender en el
tiempo. Y en la carrera científica se vislumbran capacidades continuas por
superar las limitaciones que nos persiguen. Siempre estamos a las puertas de
trascender, se avanza mejorando la calidad de vida, pero rayando en la obsesión
de la pregunta por prolongar la vida dentro de un parámetro cercano a la
eternidad que siempre estará presente. El ser es cada vez más resistente a su
entorno o hábitat, cognitivamente busca superar constantemente las condiciones
a las que está sometido en su contrato o condición humana.
Para esto desarrolla todos los
medios posibles para mejorar su cuerpo u organismo que le de resistencia y
permita la quimera de la prolongación en el tiempo. Sin entrar a hablar del
concepto de transhumanismo, no podemos negar que se han desarrollado incesantemente
procesos mecánicos o químicos que mejoran la expectativa de vida: control de
natalidad a través de métodos anticonceptivos, generalizada aplicación farmacéutica
para mejorar procesos emocionales (antidepresivos o ansiolíticos), vacunas, marcapasos,
trasplantes, ADN, implantes, prótesis, rehabilitación para vivir sin algunos órganos,
etc. La actualidad presencia una carrera continúa centrada en los órganos vitales,
superando limitaciones evolutivas. Pero se ha instalado un peligroso dogma, a
través de asumir identidades flexibles han generado un cuestionamiento al viejo
humanismo que sucumbiría ante la necesidad robótica de convertirnos en ciborgs.
El concepto de modernidad parece
caduco, se busca terminar con la imperfección. La misma palabra arrastra la
culpa de ser la generadora del dolor o sufrimiento. Si se llegara a jaquear la
imperfección, eliminándola, la pregunta es saber que sería de nuestra condición
humana, frutos de la fragilidad, vulnerabilidad o dependencia. Queremos creer que
con la tecnología todo es posible, todo funciona. El desarrollo tecnológico genera
un enfoque erróneo que nos obliga a creer que gracias a ella, todo funciona.
Solo basta encarar una reclamación o avería para adentrarte en la burocracia de
siempre donde la hipocresía del servicio sin dificultad enmaraña la solución.
La tecnología es tal vez, un sistema solapado que de la mano del hombre se convierte
en caótico, respondiendo a la esencia de imprevistos o la imposibilidad de
prevenir todo lo que ha de suceder.
“Tales from the Loop” o “Historias
del bucle” es una serie de ciencia ficción que se apoya en ocho cuentos donde
la vida real se combina con lo
sobrenatural, la presencia de robótica o los viajes en el tiempo,
incluso su detención. Pero, a diferencia de lo que solemos experimentar en un
proyecto distópico o de ciencia ficción, la realidad mundana toma el verdadero
protagonismo. La temática se fundamenta en los problemas emocionales o
carencias sentimentales que experimentan los personajes a pesar de vivir en un
lugar donde lo extraordinario parece mejorar la calidad de vida. Podemos
definirla serie como ciencia ficción melancólica, donde la persona sigue siendo
lo más interesante, a pesar del desarrollo tecnológico.
En definitiva la serie destaca porque
a pesar de una secuencia futurista, se sigue destacando el valor de las
relaciones humanas. La vigencia de la temática sci-fi (donde su traducción podría
situarse en ficción científica) nos obliga a adentrarnos en este género
especulativo que pretende narrar acontecimientos plausibles que se fundamenten
en nociones físicas, sociales o de las ciencias naturales. Ha de ser posible
que esto ocurra, podría ser el leitmotiv. La serie está basada en el libro de
arte narrativo, del mismo nombre, escrito y dibujado por Simon Stàlenhag, donde
diseña paisajes que luego la serie ambientará en una alejada localidad de Ohio
donde maquinas extrañas o místicas crearán una atmosfera donde las personas
viven bajo la sombra de la maquinaría y protegidos por una energía limpia. La construcción
de un acelerador de partículas está todo el tiempo presente pero no se profundiza,
a partir de la construcción de The Loop se podrán vivenciar extraordinarias-aunque
lentas- historias.
La ficción científica sitúa a The
Loop en un centro subterráneo de investigación donde no se sabe bien que
sucede, las pocas imágenes que se registran son las del personal pensando,
razonando o profundizando sobre los misterios del universo. La sensación es que
el futuro se construye en el razonamiento y por ende, y de manera metafórica,
se considera ese subsuelo como si fuera el subconsciente. En él debemos esforzarnos
con un trabajo psicológico extra para reconducir el buen camino de nuestros
procesos mentales. Son tantas las cosas que nos llegan a la mente y las vemos
como inalcanzables, son eternos los sentimientos que nos frenan y no nos
permiten hace posible lo imposible. Dicen que las barreras que tenemos en la
vida están en nuestra mente, por lo que el merito de la serie es apostar al
plano emocional, que está algo aletargado por vivir en la comodidad tecnológica.
La esencia que une el hilo de cada historia individual puede manifestar que el
tiempo que se pierde no se recupera. No es solo sci-fi o explicaciones seudocientíficas,
es la necesidad de la reconexión humana.
El Loop ha cambiado las vidas de los
habitantes, de muy variadas formas. Avances tecnológicos (como implantes
cibernéticos, tractores flotantes que por un problema de arranque te transporta
a una dimensión del ideal desconocido), pero
siempre prevalecen las dudas vinculadas con la muerte, la pérdida, la
maternidad y la soledad que desconecta. En la secuencia cronológica de la
serie, el tiempo llega a detenerse y el mundo se paraliza. La serie no es
acción sino reacción de un proceso emocional, ideal para encarar su visión en
estos tiempos de paralización sanitaria, social, económica y mental. La sensación
de inmortalidad a la que se desea aspirar filosófica y científicamente se
enfrenta a un desajuste de despilfarro de recursos naturales. Muy a pesar de
los progresos alcanzados, se debe repensar que es difícil pasar página hacia un
“hombre nuevo” cuando los ideales de democracia, libertades individuales, igualdad,
género, razas, inclusión y pertenencia no está plenamente alcanzado ni logrado,
seguimos muy a nuestro pesar y de los grandilocuentes discursos, siendo
mercancía averiada….
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