domingo, 24 de noviembre de 2019

No me detengas ahora


“Estoy viajando a la velocidad de la luz, quiero hacer de ti un hombre supersónico. No me detengas ahora. Estoy pasándolo tan bien, estoy de fiesta. No me detengas”.
Queen – Don’t stop me now

Sin ser un fanático, me han acompañado casi siempre. En estos momentos estoy escuchando a Billy Joel con “Uptown Girl” y acaba de terminar de sonar “Good vibrations”, de Beach Boys. No me molesta ni me distrae trabajar o estudiar escuchando música y llevo un tiempo haciéndolo con un tono bajo del volumen. Tarde toda mi adolescencia y juventud en entender a mi madre, pero me di cuenta de que no siempre hay que escuchar la música a todo volumen. Cambio género musicales y gustos, pero vuelvo a los años setenta u ochenta casi sin darme cuenta. Todos tenemos una canción que nos marcó algún momento, que nos emociona al escuchar dos décadas después y no saber el porqué. Y hay letras que te marcan por dolor, por que te recuerdan a alguien, porque te devuelven a un momento puntual. Y hay canciones que son alegres, o que te alegran.


Como se hacen listas de casi todo lo que se mueve, no es de extrañar que exista una lista donde se detallan las canciones más alegres de la historia. La Universidad de Missouri hizo hace tiempo un experimento de dos semanas donde se invitó a un grupo de gente a escuchar un número importante de canciones sin importar el género o estilo, para analizar después entre ciento veinte seis temas de música pop escogidos, cuáles fueron las canciones más alegres de la historia. Antes que polemicemos sobre si es o no de nuestro gusto, el parámetro que se utilizó fue aplicar una ecuación de ciento cincuenta pulsaciones (fórmula que relaciona con la proporción y el número de acordes mayores y menores) y letras positivas en su contenido. Otra particularidad es que como hay gente en el mundo que no sabe más que su idioma materno, tantas veces se emociona con rockanrrolles o baladas románticas que no tienen ni idea lo que mencionan. Tampoco ha sido nunca una limitación no saber nada de música ni de pentagramas. La ganadora resultó ser Don’t stop mi now, de Queen y la idea que siempre se tuvo de este tema, no era tanto que fuera alegre de por sí sino que mostraba una fuerza que irradia que estás pleno y lleno de energía, que tienes poder personal.

Y tal vez esa canción de Queen trascendió en el tiempo, aún cuando no fue considerada entre las mejores en aquellos tiempos. Surgió del disco Jazz, el séptimo en la carrera del grupo británico. Es del año 1978, por lo que tiene una vigencia superior a los cuarenta años. Figura en la lista de las canciones más alegres, de las canciones ideales para viajar en la ruta y también, la favorita para la mayoría de los adultos que viven en el Reino Unido. Pero en la voz de Freddie Mercury lo que ha denotado es que era el premio a un largo camino con procesos difíciles de transitar, el dejar ir sueños, comenzar otros proyectos, tomar el control de la propia realidad y decisiones y lanzarse hacia una fantasía que pueda ser real. La canción refleja la libertad y la diversión sin límites, aunque tal vez el contorno de esa energía se bifurcara con certificado oficial, en 1991.

Era una canción para bailar y para cantar. Tal vez sea la melodía que confesara los excesos, drogas, promiscuidad y fiestas que ya eran una constante en la vida de Freddie. Seguramente se trató de una canción que preocupó a sus compañeros de banda, porque estaba dibujando a un desbocado Mercury lanzado a una vida hedonista y enfocado a desafiar límites y vivir en desenfreno esos momentos con amigos, aduladores de la fama o amantes. Mercury tuvo el privilegio de su forma de ser y poder expresar sus excesos. Hoy esta canción tal vez represente la diversidad sexual y el sentirse libre para poder intentar cualquier cosa que te propongas. El tema, goza de notable actualidad, lo que es mágico, porque hay tantas canciones que suelen caer en los baúles reservados para el olvido.

Siempre quedará el recuerdo de Mercury tocando el piano de pie y cantando la canción con la boca enorme pegada al micrófono. Ese primer plano lleno de salivas, dientes desparejos, ojos cerrados o entornados con guiños entre inocentes o lascivos, en una melodía taquicárdica para terminar tarareando los últimos acordes de pie y con esa ropa de cuero que escandalizaba a todo aquel que no soportaba ver a un distinto proclamarlo.  Brian May, guitarrista del grupo, reconoció que nunca fue una canción de su simpatía, tal vez porque en ella se vislumbraba algún peligro para la vida del cantante. May sólo interviene en la canción en el momento del solo y algún punteo y recuerda a Freddie en aquella letra como a la persona que podía pintar una imagen y entrar en ella. Lo mágico es que Don't stop me now perdura y es un himno para cualquier hedonista, pero también es una liberación de timidez para poder acceder a un eslabón mejor en la cadena de sueños o proyecciones de la vida de la gente común. Tal vez explique por que desde marzo de este año haya alcanzado otro hito: superar los quinientos millones de reproducciones en Spotify, llegando a lo más alto entre las canciones del grupo, solo superada por Bohemian Rapsody.

La canción llega al alma de las sucesivas generaciones y se dispara su presencia en karaokes, publicidades, eventos deportivos o todo tipo de juegos virtuales. Tiene el poder de generar un cambio de ánimo en las personas que la escuchan, les hace sentirse bien. Así se sentía Freddie Mercury en aquel lejano 1978, fecha donde mostró a través de Jazz, una seleccionada variedad y curiosas canciones que mostraba lo bien que la pasaba, llegando a sentirse Mr. Fahrenheit. Pero “Don’t stop me now” apenas alcanzó notoriedad en los rankings de la UK (9º puesto) o Norteamérica (86º puesto) en los primeros tiempos, para explotar con el correr de los años. Freddie siempre tuvo algo especial, por eso es único aun hoy. No es solo música su secreto, tal vez sea que disfrazó en formato de canciones, un libro personal de vida. “No hay forma de detenerme, estoy ardiendo en el cielo”, “no me detengas ahora”, tal vez no fue más que una declaración de intenciones que todos entendimos tarde cuando se apagó -intensamente- a los cuarenta y cinco años…

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