domingo, 14 de julio de 2019

Para la libertad, sangro, lucho, pervivo


“Debemos ser libres no porque reclamamos la libertad, sino porque la practicamos”.
William Faulkner

La filosofía intenta establecer la verdad ante determinadas respuestas hacia las que orientamos la vida. Aspira al conocimiento pero en tantas ocasiones, no ha logrado proporcionar respuestas concretas ante tanto interrogante. La realidad tiene demasiados puntos de vista, y a veces no somos capaces de cambiar el nuestro en beneficio de una nueva acepción. El cambio apunta al crecimiento pero nos obstinamos en no crecer. Pensemos cuantas veces hemos discutido por conceptos que ambicionamos todos. Y no nos hemos puesto de acuerdo. Una de las palabras más utilizadas en cualquier terreno es libertad. Dudo que sepamos lo que en verdad represente.


Este tipo de palabras tiene la particularidad de no simbolizar lo mismo para las personas. Y las palabras, según José Saramago, no son ni inocentes ni impunes, por eso hay que tener demasiado cuidado con ellas, porque si no las respetamos, no nos respetamos a nosotros mismos. Al ser un sustantivo, la palabra libertad no tiene un significado único y determinado. Puede ser un término real o ficticio. Tal vez, lo más lógico sea precisar que para el uso de dicha palabra, se necesita medir el tamaño de la angustia de quien la pregona. Y tal vez, así podamos entender porque dos bandos antagónicos luchen en pos del mismo vocablo, lo que le convierten en un sustantivo abstracto.

Coincidimos que se trata de una palabra llena de prestigio y reivindicación. También puede representar una negación, una carencia, una falta. La angustia por su necesidad nos conduce hacia el miedo o desdicha. Matamos por la falta de libertad y con libertad, somos capaces de matar también. Es una palabra símbolo de cualquier época, pero retornando a Saramago, “las palabras no son una cosa inerte, de las que se pueda disponer como a uno le venga en gana”. Esto genera que el concepto libertad tantas veces parezca un tópico o un argumento justificativo, tanto para lo noble como para lo ruin. Si le damos un concepto equivocado, se acaba equivocando los conceptos.

La discusión filosófica contempla la libertad negativa -libertad de- y positiva – libertad para- , como así también establece la libertad de los modernos y de los antiguos. También debemos contemplar la libertad como algo interior a la persona –voluntad- o considerar como algo exterior -acción-. Los últimos siglos se caracterizan por un declive crescendo de valores por lo que parece que predomina el sentimiento de angustia por la libertad. Tantas veces camino por calles y en compañía de personas que me dicen que no gozan de libertad -política fundamentalmente-, anhelando una reparación y perjuro que nunca he conocido sensaciones más plenas de libertad. La angustia presagia una perdida de valores y del concepto de responsabilidad. Dicha responsabilidad debería ser continua a lo largo del tiempo, pero hoy se vive reclamando derechos y descartando obligaciones. Por lo que se regresa obligado a Saramago, quien pregonaba que tantas veces se necesitaba que las palabras no salgan de la boca sin antes pasar por la mente. Pero la mente es personal y parece que esta dominada por las historias, nostalgias y tópicos. Y la representación mental que tenemos de la realidad no es la verdadera realidad.

El mapa mental no es más que un sistema de creencias. Solamente escuchar otro punto de vista nos puede enriquecer. Nos aferramos a nuestros mapas y eso no permite unificar conceptos. No debemos meternos nunca con las creencias y con el dinero del otro. Solo podemos aspirar que la persona logre modificar en parte, al menos, su mapa mental. El sentido de la libertad solo se abre paso ante los procesos históricos, culturales y sociales y dicho avatar genera diversas libertades: políticas, religiosas, económicas, sociales, espirituales y transparencia o de redes de seguridad. Entre todos estos fenómenos se abren distintas definiciones o sentimientos de libertad, por lo que la podemos encasillar como ilusión o como condena.

La responsabilidad conlleva limites por lo que se supone, que de funcionar los limites no existiría un concepto pleno de libertad. Si contamos con la subjetividad como atributo, el concepto de libertad se difumina un poco más lo que determina que el de libertad es un concepto bastante volátil. Tal vez un concepto pleno no sea posible, completo ni absoluto. Por eso Friedrich Nietzsche creyó que la libertad es algo que tiene o no se tiene a la vez, que se desea y se conquista. Y parece que se pierde contantemente. Si creemos que tenemos la plena disponibilidad de decidir y actuar libremente, tal vez no nos detengamos a observar que puede no ser verdad, más aún si nos aferramos a lo que la sociedad, cultura, religión, política o núcleo familiar espera de nosotros.

Desde siempre nos ha acompañado el concepto. Libre mercado, libre de impuestos, libertad de expresión, libertad de reunión, medios libres, libre albedrio, libertad de movimientos, libertad de decisión, libertad de pensamiento. Estamos atrapados por conceptos, al igual que cuando nos referimos a sus faltas. No podemos soportar la libertad total o su falta. Nos manipulan y nos manipulamos en la búsqueda de la libertad. A veces creo que el único sentimiento genuino de libertad dura los segundos que dura el orgasmo. Es como un salto al vacío. Desarrollamos un cerebro que no hemos elegido, nos ha sido otorgado y tantas veces, condiciones genéticas o de desarrollo determinan el crecimiento de nuestro cerebro. ¿Somos libres? ¿Qué significa libertad? ¿Por qué la mencionamos permanentemente a lo largo de la vida? Si llegamos a aceptar que todo acto es arbitrario tal vez, al menos, podamos tolerar que lo que vivimos es una permanente libertad… condicionada…

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