domingo, 7 de enero de 2018

Barrios bohemios, ese Danubio que nace en varias partes y cicatrices de guerra


“Un instrumento de poco costo, y no más grande que un reloj, permitirá a su portador escuchar en cualquier parte, ya sea en el mar o en la tierra, música, canciones o un discurso de un líder político, dictado en cualquier otro sitio distante. Del mismo modo, cualquier dibujo o impresión podrá ser transferida de un lugar a otro”.
Frase de Nikola Tesla, a principios del siglo XX.

Belgrado es la tercera capital más grande del sureste de Europa, detrás de Estambul y Atenas.  La historia confirma que ha sido conquistada y reconquistada en más o menos, ochenta ocasiones; destruida en cuarenta oportunidades, durante sus dos mil trescientos años de historia. Fue el centro del poder de la antigua Yugoslavia y uno de los objetivos bélicos más deseados, debido a su privilegiada situación entre los imperios otomanos y austrohúngaro. Bañada por el Danubio y por el Sava, tiene un inconfundible estilo de austeridad soviética. En sus puestos callejeros abundan las referencias soviéticas, como así también la de un rostro que magnetiza, que está presente en camisetas, billetes o referencias culturales. Se trata de un personaje desconocido para otras nacionalidades, pero esencial en la vida de todos los seres humanos, y parte activa en el recuerdo serbio y croata. David Bowie lo interpretó en el film “El truco final” y existe un coche electrónico que fue récord de ventas, y lleva su nombre. Nikola Tesla te observa con su imagen cautivante de científico bohemio desde el billete tan azul lavado de cien dinares, algo así como ochenta centavos de euro.



Un recuerdo nimio me sobrevuela de mi estadía en Belgrado. No tiene que ver con la estructura de la ciudad, lo enigmático de su lengua, la supuesta latinidad de sus habitantes, o el encanto de calles empedradas o de las caminatas alrededor del Danubio. El recuerdo que me llamó la atención es el poco uso de monedas en los espacios públicos. El billete está siempre dispuesto a cubrir todo tipo de gastos, es de los pocos países donde no me han sobrado monedas para coleccionar o mostrar a los amigos. Los dinares serbios van desde los 10 hasta los 5.000, mientras que las paras son denominadas para la subdivisión en monedas, destacando que un dinar equivale a cien paras. El diseño de los dinares llama la atención, tanto por su tamaño como por sus colores o gramaje, como si aún se comercializaran en un imperio. Y repito, en lo primero que uno repara es en el billete de cien dinares, el de un misterioso Nikola Tesla.

Es que Tesla fue un personaje tan enigmático, que muchos lo asocian con el futuro más que con el pasado. Entre sus más de setecientos inventos destacan el sistema de producción y distribución de la energía eléctrica, los motores de la mayoría de los electrodomésticos, el control remoto o la comunicación por ondas. Fue parte fundamental en la llamada “guerra de las corrientes”, donde su rival más enconado fue Tomás Edison -para el que trabajo a su llegada a los EE.UU- En una batalla permanente, el triunfo pareció decantarse por el científico serbio, nacido en Smiljan, que en aquel entonces -1856- pertenecía al imperio Austro-húngaro. Tras alumbrar en 1883 la Feria Colombina de Chicago, se hizo con la construcción de la central eléctrica del Niágara. Y luego continuó su frondosa línea de investigación con la transmisión inalámbricas de señales y energía, creando el primer radiotransmisor de la historia. Y luego, el prototipo de un aeroplano de despegue y aterrizaje vertical, más tarde replicó los movimientos peristálticos que mueven el alimento por el tubo digestivo, diseñó el motor polifásico de inducción y propició la bobina de Tesla, lo que hoy se conoce como Witricity.

Tesla es considerado uno de esos genios que, por alguna extraña razón, nos es desconocido para buena parte de los mortales. Guillermo Marconi intentó patentar sin éxito, parte de sus hallazgos. El motivo: piezas de sus patentes provenían de Tesla, por lo cual, algunas invenciones de Marconi fueron consideradas copias. El litigio fue resuelto recién en 1943 (los dos inventores ya habían muerto) cuando la Corte Suprema de Justicia falló a favor de Tesla. A pesar de todo, si preguntamos por Tesla o por Marconi, todos conocerán a este último y ninguno pondrá en cuestión su autoría en la invención de la radio, a pesar de que empleó diecisiete patentes de Tesla para concebir su aparato. En el segundo episodio de la cuarta temporada de la serie “House”, se distingue al comienzo de la emisión y como un escrito en el pizarrón que está detrás del Doctor Gregory House, la frase “A Tesla lo robaron”, como uno de los tantos mensajes reivindicativos que le homenajearon al serbio.

Vinculado a la literatura mundial, fue un escritor de poesía y tuvo una entrañable amistad con Mark Twain, producto de la mutua admiración. Una amistad entre personalidades tan distintas, que llevó a Katherine Krumme a definirlos como “rayo y trueno”. Tesla vínculo su amistad con Twain a un momento de su vida, cuando muy enfermo y casi desahuciado, se recuperó mágicamente a través de la lectura de los primeros textos de Twain. “Fue milagroso”, dijo el científico. El escritor por otro lado, consideró siempre de avanzada los estudios llevados a cabo por Tesla. En un cuaderno de notas, Twain destacó de Tesla, que la corriente alterna revolucionaria el mercado eléctrico mundial. Se sospecha que algunos personajes de la literatura de Twain estuvieron motivados en la imagen de Tesla. En el tiempo, Tesla inspiró a autores consagrados, los casos de Paul Auster en “El palacio de la luna”, Jean Echenoz en “Relámpagos” o Robert Pynchon en “Contraluz”.

Regresando a Serbia, el recorrido por sus calles mantiene la vieja esencia de la antigua Yugoslavia. Rodeado por parques, por un lado, y el Danubio con sus barcazas restaurantes y sus puentes por el otro, mantiene una funcionalidad que le asemeja al estilo soviético. En sus avenidas alterna los coches modernos con la catenaria y los raíles que comparten trolebuses y tranvías. La mayoría de las indicaciones están escritas en cirílico y para todos los que la visitan de los diferentes puntos del mundo, mantiene un viejo esplendor que se combina con una austeridad contrastada. Apenas alejado del centro que propone la coqueta peatonal de la calle Skadarlija, nos encontramos con lo majestuoso de la iglesia ortodoxa más grande de Europa: San Sava, que se sigue construyendo gracias a las donaciones recibidas.



Es de mencionar también la importancia que mantiene en la ciudad, el parque Kalemegdan y la antigua fortaleza de Belgrado, ideal para caminar en una mañana de sábado. Y para cuando cae el sol, caminar por la orilla del Danubio hasta acceder al barrio pesquero de Zenum. La sucesión de casas con tejados puntiagudos, tentadores restaurantes y calles de empedrado, recrean la variedad cultural de la capital serbia, que recuerda que en ese barrio la influencia de la monarquía de los Habsburgo ha dejado intacto su luz y encanto. Una visita de un par de días a Serbia nos deja la sensación de estar observando una austera transformación de una ciudad que ha sido majestuosa a través de los tiempos y que su última inspiración militar pudo haber sido la del Mariscal Tito. Y una mención deportiva: Serbia parece ser una de las pocas ciudades donde el viejo esplendor de Diego Maradona parece soportar firme el tirón mediático y futbolístico que propicia Lionel Messi hace más de una década. 



Al llegar a Zagreb, en Croacia, la increíble comprobación que Tesla es motivo de disputa eterna entre las dos ciudades, que pretenden adueñarse de su figura a través de su nacionalidad u origen familiar. La concordia o indiferencia que se trasmite del pasar de una ciudad a otra, hace que uno se sorprenda de pensar que el final del milenio pasado nos deparó la trágica sensación de que la antigua Yugoslavia se fraccionaba a manera de partículas antagónicas e irreconciliables. El polo magnético entre ambas culturas parece claro, será posible a la energía de Tesla, aquel inventor que revolucionó al mundo el siglo pasado, y recientemente está adquiriendo su merecido status que entre el mito y el merchandising, parece convertir al genio en una cultura teslamaníaca similar al arte pop…

“En realidad no me preocupa que quieran robar mis ideas; me preocupa que ellos no las tengan”.
Nikola Tesla – 1856-1943

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