domingo, 17 de diciembre de 2017

Siempre quisimos esta doble vida


"Los hombres son tan simples y de tal manera obedecen a las necesidades del momento, que aquel que engaña encontrará siempre quien se deje engañar".
El Príncipe, de Nicolás Maquiavelo.

En el momento que nos toca vivir una situación conflictiva donde la estabilidad emocional prima por sobre las convicciones, podemos llegar a sentir que no es posible que nos esté sucediendo algo así, negando las posibles causas que llevaron a esa posición. Como contrapartida, cuando todo nos va rodado, haya o no haya sido planificado, nuestra estabilidad emocional dará esta situación por cierta o lógica, solo porque nuestras emociones estarán controladas o apaciguadas. Este ejemplo, trasladado a las coyunturas conflictivas y el manejo de sus emociones que afectan a la sociedad entera, pueden darnos una idea cierta del valor de una palabra que se ha hecho famosa y estandarte de la manipulación: posverdad o postverdad.


La apariencia de los hechos es más relevante que el hecho en sí, por eso el mundo observa aledado, que todo análisis no resiste la unificación de un criterio, estamos atravesando un delicado momento donde la perspectiva padece estrabismo, ya que todo lo que uno ve sufre de inmediato de su negación correspondiente, para dar paso a una interpretación totalmente distinta. El problema de la importancia de esta post verdad tan utilizada, es que las diversas interpretaciones de los hechos, hoy están basadas en la mentira como principal argumento.

El juicio que nos puede aportar aquellos observadores que saben que la mentira es uno de nuestros principales recursos es ese, la mentira va acompañada a nuestros actos desde que somos raza. El concepto post verdad tiene la contundencia de dejarnos claro que, por una serie de fenómenos recientes, estamos frente a una realidad virtual casi permanente que nos hace dudar que la realidad exista. Un ejemplo claro es la doble vida que nos permite sobrellevar el uso de internet con sus redes sociales. Esa doble vida nos permite vivir la realidad y lo virtual, mezclándose continuamente. Y observando un foro cualquiera o un comentario, nos damos cuenta que la falsedad reconduce casi en el acto toda intención de mantener una discusión dialéctica. Las personas que se posesionan en la contemplación y en la escucha de ambas partes, se darán cuenta que, a pesar de estar ante un hecho plagado de inexactitudes, existen porcentajes donde unos dicen parte de verdad y parte de mentira. Se complicó ese concepto de tener intuición, de tener ese sexto sentido que a algunos había hecho famoso o experto.

La doble vida de las redes no es que sea un acto original, generado por la existencia de las redes. El hombre ya estaba acostumbrado a la mentira de las dobles vidas, el problema que acelera internet es precisamente la velocidad con lo que una mentira o media verdad trasciende. Ya nada se contrasta, si hablamos de los anónimos (nosotros, los de a pie), salimos a confirmar algo que le escuchamos al vecino y lo damos por hecho sin corroborar, y lo propagamos de inmediato a nuestro círculo cercano, sea amplio o reducido. Este fenómeno también lo desarrollan los medios de comunicación, que en un punto se han convertido en medios de entretenimiento, ya que prefieren dar por válido un rumor sin confirmar, y publicarlo de inmediato para que circule y ya nadie pueda parar esa vorágine para comprobar su exactitud. Vivimos en una sociedad que está privilegiando la rapidez antes que la precisión. Y nos estamos volviendo locos, salvo aquellos que le dieron a la post verdad contenido de comedia, de entretenimiento.

Las cosas se complican cuando se tiene la presunción que ya no interesa que haya una validación de los mensajes. Estamos atrapados entre la verdad y la mentira, entre los hechos y los rumores, entre lo que sucedió o se inventa, entre una mayoría terriblemente desinformada o desorientada -y sin capacidad de razonar- y una pequeña mayoría informada, que, ante la velocidad del trascendido, prefiere retirarse para no ser el agua fiesta del rumor desmentido, o ser llamado mentiroso por el simple ejercicio de propiciar un razonamiento. Se tiene casi la certeza que la sociedad ha adoptado la costumbre de seguir fascinada y como entretenimiento la apariencia de las cosas, sin necesidad alguna de descubrirla o de refutarla. Se adora la viralidad, confirmando aquel viejo proverbio que “una mentira contada suficientes veces se ha de convertir en verdad”.

La pérdida de confianza que tenemos ante nuestras sociedades también fogoneó el desarrollo de la post verdad. La autoridad que suponíamos que emanaba de nuestros legisladores o comunicadores está en entredicho de manera tan filosa, que es más parecido a una estocada que deja herido de gravedad. No podemos creerle a nadie, estamos parados frente a los manejos de la realidad sin el velo que antes nos protegía, que nos podía generar admiración o referencia hacia alguien. Lo que lo ha reemplazado es la rapidez del fanatismo o corporativismo, la ceguera que obedece sin cuestionar, sin rechistar, sin dudar, sin detenerse, aunque este comprobando que la mentira campa en el discurso. La libertad de opinión es un juguete roto que está afectando la viabilidad que le podía quedar a las democracias.

Post verdad fue elegida palabra del año 2016 por el diccionario Oxford. Para este 2017 la cosa pinta algo peor, porque “fake news” fue escogida. Si la post verdad nos hizo dudar de vivir en algo parecido a una realidad, la elección de la palabra de este año según el diccionario sería “noticias falsas”, es que la presunción solo ha ido en aumento. Ante este panorama, a algunos les sucede que se entra en pánico por no poder comprobar cuál es la noticia correcta. Internet nos brinda un servicio alucinante, cada uno puede encontrar con un click la noticia desde el punto de vista que le cuadre. Leemos todo aquello que confirme nuestras sensaciones o afiliaciones. Por eso post verdad era la palabra que prefería disimular o maquillar la palabra mentira. Porque es difícil llamar a uno mentiroso solo por el hecho de tener una convicción tal vez errada o ser un fanático adorador de una militancia, de una convicción o creencia. Pero la post verdad nos enfrentó tanto que ya en 2017 pasamos a sentir que se vive en la era de las noticias falsas. ¿Quién resiste aguardar que palabra será escogida el próximo año?

Igual no se puede suponer que atravesamos el difícil tránsito de la post verdad desde el año pasado. Las preguntas sobre la verdad son la piedra filosofal de nuestra existencia, y más de un pensador decidió claudicar ante tan difícil consigna. La verdad depende de varios puntos de vista, aunque el autoritario se empecine en asegurar que la verdad es una sola. La búsqueda de la verdad está condicionada por nuestros sentimientos y emociones, y hoy el enojo, ignorancia, desidia, falta de motivación y convicción pueden ser parte de la causa de no distinguir claramente donde se posesiona la verdad o el verdadero coste a pagar por reconocerla.

La verdadera revolución a afrontar finalmente en estos tiempos de mentira o manipulación sistemática es la de optar por conocer u ofrecer la verdad. La falsedad y el rumor enmascaran lo que verdaderamente deberíamos proteger: la auto verdad, ya que, por formar parte del sistema, tantas veces hemos hecho acopio de la falsedad o tergiversamos para proteger nuestros oficios o actos. Tantas veces hemos concluido en que la verdad no importa y que en tiempos de web 2.0, las palabras de Umberto Eco tengan dolorosa vigencia: “Las redes sociales le han dado derecho de hablar a legiones de idiotas”, lo que podría resumirse en que la post verdad es apenas la masividad que está atizando a la mentira. Y el problema que nos aqueja a los habitantes de este planeta, es que a las noticias no las sostienen más los hechos, sino la rabia, ira, envidia, odio o desprecio que nos genera vivir en un estado de permanente confusión. Para contrarrestar esta post verdad y enfrentar a la mentira eterna, debemos manejar nuestras emociones. Y quiero tener la sospecha de que la palabra del año próximo del diccionario Oxford pueda estar vinculada a que más da lo que puedan decir los demás, si intentamos confrontar recuperando un concepto similar a juicio o fundamento…

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