“Un buen padre vale por cien maestros”
Jean Jacques Rousseau
Aún pasados veinte años de viajes constantes, la tarjeta de embarque sigue siendo un momento duro. Genera desconfianza, rectifica tristezas -las de ida al reencuentro dan alegría y expectativas- y obliga a estar atentos a no haber cometido error alguno. Gracias a aerolíneas de bajo coste -tarifas y éticas- uno debe estar expectante a no equivocarse o darles motivos para cobros extras. En general no suele suceder la penalidad pero la advertencia prima. También la manera de ser de cada uno contribuye al aporte de tensión. Están los que llegan al aeropuerto sin la menor idea ni complejo por no tener los deberes realizados y están -como el que aquí relata- los que viven atentos a descubrir el fallo propio. Luego al comenzar el proceso de embarque sobreviene la tristeza de finalmente, irte.