“Cuando Julio murió, una parte de
nuestro espejo se quebró y todos vimos la noche boca arriba”.
Carlos Fuentes.
El mejor homenaje es el recuerdo
desinteresado, aquel que surge espontáneo cuando recordamos a una persona. Y el
ideal es la evocación que remita a las cualidades que destacó al personaje y lo
qué nos generó su arte o estilo. Así se sostienen los mejores homenajes. Las
otras ofrendas, aquellas vinculadas al marketing, al comercio, a la política y
la ideología, sólo sirven para seguir abusando del homenajeado. Julio Cortázar
dio pie a un sinfín de efemérides en el último año. Cincuenta años de la
aparición de “Rayuela”, la novela que lo encumbró a la eternidad; treinta años
de su muerte en París y cien años de su nacimiento, en Bélgica. Simetría de
fechas ideal para seguir utilizando la figura de uno de los escritores más
emblemáticos.