Sus
novelas logran sorprender, sus personajes parecen de otro mundo, al que quisiéramos
pertenecer. Puede gustar más o menos,
incluso no gustar. Pero a los que les guste, se van a enamorar de las
historias, de la manera de contarla, de lo absurdo de los personajes y sus
objetivos, de lo original que resulta, de su creatividad. Cuando tengo que
regalar un libro, casi siempre opto por Alessandro Baricco.
Mantiene
una cadencia poética en todos sus trabajos, no se excede en el uso de
metáforas, domina un recurso de la palabra envidiable. Para muchos es un
seductor de la palabra, te atrapa desde la primera línea, te cuenta historias
que serán trascendentes pero que parecen de fábulas, y te lo cuenta con humor,
fantasía, poesía y crudeza, todo al mismo tiempo. Si te gusta escribir, te
produce una envidia insana no poder aspirar a esa prosa. Es raro, deberías odiarlo
en vez de alabarlo.
Quizás
es cierta la definición de escritor que observa el propio Baricco. El escritor
es la persona que ve un ángel donde los demás no ven nada, y luego transmite
esa experiencia con palabras para que sus lectores lo vean también. A sus
alumnos les amplió el concepto del escritor, como una mezcla de Dios y de un
camarero. El Dios que observa todo y el camarero que sabe desenvolverse, que
tiene ese deambular despabilado, te sirve al mismo tiempo que te define. Y por
último, compara la escritura con trabajar en el campo: es un oficio y como tal,
necesita dedicación cotidiana, casi obsesiva. Tienes que trabajarlo todos los
días para que suceda algo extraordinario; el campo genera vida, la escritura
algo similar. Pero no quiere ampliar el concepto, no vaya a ser que la mayoría
lo aprenda, y no haya trabajo de escritor para todos.
Pero
no todos pueden escribir, como no todos saben generar el milagro de la vida
trabajando el campo. Baricco sabe manejar los tiempos, hace rato que dominó esos
lapsos y entró en los nuestros, sin que nos diéramos cuenta. Autorización le
dimos al comprar sus novelas. Y cuando nos disponemos a leer una historia,
nuestro tiempo se suspende. Uno puede estar liado con su vida, con sus
preocupaciones, agobiado por sus indecisiones y de repente, abre un libro. ¿Qué
sucede? Decides voluntariamente que todo se detenga y entras en el tiempo de la
narración, te metes de lleno en la historia de un personaje de ficción o real,
que te atrapa y que minutos antes, quizás no supieras de su existencia. Ese
milagro se produce porque un narrador tiene la claridad y autoridad suficiente
para convertirse en un trovador, para que queramos escuchar atentamente lo que
tiene que decirnos. Y entonces, el lector ve finalmente al ángel.
Si
entramos en pánico, Baricco nos matiza la visión o no del ángel. ¿Lo has
visto?, ¿No lo has visto? Puede ser que lo hayas visto y no te hayas dado
cuenta. Y si no lo viste, la culpa es nuestra, de los trovadores. En realidad
no nos dice nada nuevo, es lo mismo que nuestros padres nos muestran cuando
comenzamos a mirar en serio la vida, si nos da las mejores armas, lo vemos. Si
no, nos cuesta un poco más encontrar el camino.
Pero
también escribir es como comer, amplia Baricco. Tú no puedes estar atento a la
forma como comes. Sólo comes, tienes hambre. Lo necesitas para vivir. Lo mismo
pasa con la técnica de escritura cuando escribes. Puedes estudiarla antes o
después, pero una vez que escribes, solo te dejas llevar, estas escribiendo. Si
te paras a observar la técnica, el ángel se distrae. Lo mismo sucede cuando
estás comiendo, si alguien te reprende, la pasión desaparece, te obligan a
comportarte de otra manera, traicionas tu instinto aunque alguien pueda afirmar
que te están educando. Eso es subjetivo, y esta explicación también. Me pueden
explicar mil maneras técnicas para intentar escribir o analizar lecturas. Pero
esta es similar a sus obras, a sus personajes. Es increíble a la vez que
natural.
Hay
algo más de Baricco que me gusta. Cuando con desesperación intenté comenzar a
escribir en serio, me acerqué a talleres. Un taller puede ser bueno o malo,
puede ser bueno dado por un “extraño” y puede ser malo dado por un
“consagrado”. Estuve en dos talleres de consagrados (aunque la vida me enseñó
que consagrado puede ser efímero o un concepto más de un momento) y no me
quisieron enseñar nada, como que era una partida de cartas donde nadie quería
mostrar su poder. Era un juego de distracción y a veces tenias la sensación de
que el otro estaba atento de ver si podía sacar algo del alumno. Pero tuve
taller con alguien que no conocía y me regaló pasión, y también técnicas. Y
Baricco montó hace dos décadas en su ciudad, Turín, la escuela Holden, que no
es necesariamente un centro de escritura puramente literaria. Si te enseña a
contar historias o a narrar como te explica si tienes o no el don, si ves o no
al ángel, es factible que aprendas más que si te quieren limitar el estilo al
de otros, a los que hicieron historia. Me enojaba mucho cuando me querían
llevar a un estilo, si ese personaje había trascendido justamente fue por
inventar otra manera.
El
éxito es algo extraño, define Baricco. En la historia de la escuela ha habido
casos de gran talento, alumnos capaces de escribir grandes libros, otros de
hacerlos buenos, y el resto normales. Los chicos con mayores aptitudes fueron
dos que finalmente acabaron de manera distinta: uno como camarero y el otro
como abogado en el bufete familiar. Para
escribir buenos libros necesitas además del talento, la determinación.
Otra
característica de Baricco en su obra literaria es la adaptación de libros o
cuentos clásicos. ¿Por qué lo hace? Por qué son historias de las que no nos
libramos, que viajan de boca en boca y cada vez que se cuentan, queda una
impronta del que la cuenta. Probemos en contarle algo a alguien, ese alguien se
despide y se encuentra con otro, y le cuenta. Esa historia tiene una fuerza, un
movimiento que apasiona, según el escritor italiano. Ese viaje da vida, la
inmovilidad nos puede matar. Y eligió a los niños para llegarles con novelas
como Romeo y Julieta, las adaptó para que estos también se apasionaran con la
historia de William Shakespeare, pero que no se aburrieran o durmieran al poco
tiempo, si se los contaba con su idioma literario de origen, al que no están
preparados. ¿Nunca nos pasó algo similar en el colegio? ¿No era frustrante no
entender a Borges, Lope de Vega o quién fuera, y al menos sacar la nota
adelante para el promedio, a expensas quizás de no querer nunca más acercarte a
los laberintos del genial Jorge Luis?
Volviendo
a la escuela Holden, esta tiene seis facultades: Libros, Actuación, Cine,
Periodismo (a la que denomina Mondo vero), Series y Cross media. La idea es que
todos puedan tener luego un trabajo, él se pone de ejemplo para justificar esa
estructura de estudios. “Yo comencé con trabajos menores, que incluía escribir
manuales de electrodomésticos. Un día me quité el bloqueo y comencé a escribir.”
Y esta estructura busca la manera de terminar con los bloqueos, a través de una
terapia de shock o de sacarte de tu zona de confort. “Los muchachos tienen
talentos, pero suelen estar bloqueados porque en la vida normal no te sirven.
Al sabihondo, que llega queriendo ser
Proust, lo llevarán a escribir comics. Te hará sacar fotos, dibujarás, harás
gimnasia porque trabajarás con el cuerpo para quitarte el bloqueo. El cuerpo se
mueve antes que la mente, por eso hay personas que cuentan historias a través
del cuerpo.
Alessandro
Baricco escribe de esa manera. En sus novelas ofrece al lector un terreno donde
afloran los sentidos, donde desarrollas los músculos de la sensibilidad y
añoranza, donde la voluntad abre paso a algo maravilloso, absurdo pero que te
enamora. Tiene una prosa suave, rítmica y repleta de emociones. Parece una
prosa sencilla, pero ahí radica el secreto, al leerlo no nos damos cuenta que
vamos cuesta arriba, ya que la complejidad de transmitir ideas no debería
plantear problemas, sino que sus historias encuentran soluciones que cualquiera
pueda entender. Por eso te enamorarás de esos personajes con tendencia a
aproximarse al límite. El profesor Bartleboom de la novela Océano mar, busca el
lugar preciso donde acaba el océano, por eso acude con el metro para ver dónde
termina de romper la última ola; su objetivo es completar su Enciclopedia de
los limites de las cosas. O el personaje de la misma novela que escribe carta
de amor tras carta de amor, para entregárselas todas juntas a su amada, cuando
finalmente logre conocerle. Danny
Boodman T.D. Lemon Novecento, el personaje central de Novecento, la leyenda del
pianista en el océano, se niega a bajarse del barco donde ha pasado toda su
vida, porque su música es capaz de trasladarlo a cualquier sitio y a conjurar
cualquier ausencia. Ultimo Parri, protagonista de Esta historia, se pasará toda
su vida persiguiendo un sueño, construir una carretera como nadie se la haya
imaginado nunca, lo suficientemente larga para que quepa toda su vida, curva
tras curva para que abarque todo lo que sus ojos han visto y no han olvidado.
Todos
esos personajes convierten a Baricco en un creador de ritmos. Al terminar su
primer libro, no comprendes el por qué de esa sensación que adquieres de
levedad, aun cuando nos haya hablado del más profundo de los desconsuelos. Por
eso continúas leyendo sus obras. Y así conocerás Seda, Novecento, Océano mar,
City, Esta historia, Sin sangre, Tierras de cristal, Homero, Illíada, Emaús,
Mr. Gwyn o Tres veces al amanecer. Si esperabas una recomendación especial, es
que no has prestado atención a este
texto, a Baricco deberás descubrirlo por ti mismo, no es posible viajar
en el viaje de otro.
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