Su
mundo nos habla de la realidad de las décadas del 60 y del 70 del siglo pasado, pero no ha perdido vigencia. Y todas sus dudas y preguntas se
siguen confirmando aún en estos tiempos. La injusticia, las guerras, el racismo, el egoísmo, la
discriminación, los roles, la superpoblación, el odio, la lentitud de las democracias y
demás pestes, siguen ocupando nuestras miradas y nuestra falta de evolución. Los
Beatles, su grupo favorito, llevan décadas disueltos, aunque conserva su
vigencia. Lo mismo sucede con ella: Mafalda. Quizás es el mejor emblema de los
argentinos, ya que el resto de ídolos, líderes o referentes, cada tanto nos obligan
a negarlos.
Mafalda
salió publicada por última vez el 25 de junio de 1973 en la ya desaparecida
revista Siete Días. Su nacimiento fue controvertido, ya que su autor, Quino,
debió explicar varias veces las fechas del surgimiento del personaje como tal.
Para el autor las fechas les salen desde el 29 de setiembre de 1964. Es decir
que en cinco meses, este personaje de historieta cumplirá cincuenta años. Y
desde que comenzó el año, Mafalda está transitando entre homenaje y homenaje.
Y
como excelente referente que es, no ha crecido. Se mantiene en nuestro recuerdo
como esa pequeña que a lo sumo, se ha quedado en los 7 ó 8 años, manteniendo la
frescura del recuerdo y lo filoso de sus pensamientos. Resiste el paso del
tiempo, y la frase de todo admirador o respetuoso de su pensamiento no variará
del “¡Qué inteligente que es para una niña de esa edad!”. La frase no suele estar
razonada, en esos momentos, esa niña angelical escondía la pluma y los
pensamientos de un hombre de entre 35 ó 40 años. Como sucede con algunos
personajes de ficción, como podría ser El Quijote, su inocencia es al menos
cuestionable. Son ficción, pero a través de esas falsas presencias, mantienen
en el tiempo verdades ocultas que los personajes reales no saben sostener. Y
por eso resisten el paso del tiempo, por eso nos fascinan aunque los conozcamos
de memoria.
Muchos
le admiran por el espíritu femenino que habita en ella. Ese carácter de mujer
que se vislumbra en una niña. Cuando llega cada 8 de marzo, Día internacional
de la Mujer, se utiliza su imagen para representarlas. En las mujeres
luchadoras de estos tiempos reconocen en ellas un brillo de Mafalda. Se
resisten a pensar que la nena ha crecido y se ha aburguesado, que se ha casado
solo por civil y no con un empresario o político, que su vida de adulta se
parece a la de su madre, frustrada por su condición de ama de casa. Idealizan
que finalmente trabaja en las Naciones Unidas como intérprete, que habla varios
idiomas. Que lee en sus pocos momentos libres novelas de Coetzee, Saramago, Alice
Munro, Baricco, Amélie Nothomb o Murakami. Que viaja mucho y que se compromete
con acciones humanitarias. En síntesis, que la mujer se ha abierto su camino.
Esta idealización es un buen juego para suponer que no siempre todos los hombres
condicionan el destino a la mujer. Sin ir más lejos, repito que detrás de esa
niña se esconde un hombre llamado Joaquín Lavado, alías Quino.
Cada
personaje que le rodea tiene su propio discurso, su manera de pensar y de
sentir. Los globos con los diálogos no son intercambiables, cada protagonista
es fácilmente reconocible. Manolito el capitalista y conservador; Susanita con
su clásico rol de mujer doméstica; el carácter filosófico de Miguelito, que se
llega a cuestionar por qué “todo junto” se escribe separado y “separado” se
escribe todo junto; Felipe, el vecino romántico y soñador que pierde la cabeza
por la lánguida Muriel y por las aventuras del Llanero Solitario; el lenguaje
infantil de Guille y su amor por Brigitte Bardot como su nacimiento durante el
golpe de estado del General Onganía; La conciencia social de Libertad,
alegórica por ser tan pequeñita; la histeria de mamá y el empleado de oficina
que es papá.
1928
tiras después, Quino decidió “suspender” el personaje. El autor parecía cansado
y comenzaba a repetirse. Quizás previó que la frase del pensador de la historia
del siglo XX, Eric Hobsbawn, iba a alcanzar a su personaje emblemático: “Cuándo
era muy joven, creía en la posibilidad de construir un mundo perfecto. Ya estoy
demasiado viejo para eso, pero sí creo en un mundo mejor”. Quino conoció al
historiador inglés, y le regaló la colección completa de los cuadernos de “su”
niña y un dibujo de ella, realizado especialmente para Hobsbawn. Mafalda no
creía en un mundo perfecto, el contraste era su permanente preocupación y su
dilema. Y quizás Quino pensó que Mafalda nunca vería un mundo mejor, no era cuestión
que siguiera sufriendo toda su existencia. Así que nos regaló un personaje de
permanente actitud infantil. Y quizás lo hizo llevadero. No habríamos soportado
a Mafalda victima de depresiones, adicciones, frustraciones o atropellos.
Mafalda
nos plantea dilemas que en gran medida, son universales. Eso explica que sus
tiras fueran publicadas en más de 30 países (sin contar las ediciones piratas
en algunos otros) y traducidas a más de 15 idiomas. Nunca ha prosperado en los
Estados Unidos, según una frase de un departamento de marketing al desaconsejar
su publicación, se limitaba a que era una tira demasiado sofisticada para los
niños norteamericanos. Las permanentes referencias a la guerra de Vietnam, la
guerra fría con la Unión Soviética o los cuestionamientos a los inicios de un
tipo de vida vinculado al sillón mirando la televisión, pueden haber jugado en
contra de la llegada del personaje. La notable aceptación de Los Simpson, permite
suponer que a los americanos les va más la cotidianidad de un personaje
deplorable y grotesco que forma parte de la sociedad, a la vez que deja un
mensaje de critica a la sociedad y a la estructura interna familiar, que el
permanente cuestionamiento de una niña que sólo observa como los demás son tan
vulgares y vulnerables. Y encima los desnuda con sus denuncias.
Y
quizás Quino se dio cuenta que su juventud o ideales se iban perdiendo en la confusión
general. Y lo dejó por eso. Según el autor, hoy a la distancia, confirma que
aquellos jóvenes de los 60 y 70 tenían ideales y creían que el mundo iría a
mejor con la presencia de Luthers Kings, Kennedys, Beatles, Guevaras o mayos
franceses. Y que los jóvenes de hoy ni siquiera están desilusionados, ya que
para llegar a esa instancia, alguna vez tienen que haber transitado por la ilusión.
También
actuó sobre los líderes o poderosos de los países donde se publicó. Fidel
Castro nunca lo quiso a Quino, dicen que le guarda un profundo rencor por
haberle tildado de cretino en un par de tiras. En el franquismo sufrió
adulteraciones tales como que los personajes agitaran banderas franquistas. El
gobierno chino eliminó las viñetas en las que hacía mención al coloso asiático,
al considerar que el autor no conocía la idiosincrasia como para juzgarla. La actual
presidente argentina la admira y se considera fanática, quizás por esa
costumbre que tiene de idealizar a los personajes antiguos que ya no existen y
detestar al vigente que encima le contradice o cuestiona. Al inaugurar el Salón
del libro de París, del que la Argentina fue invitada de honor, la Presidente
dijo: “Mafalda está vinculada directamente a mi juventud. Pese al cambio del
contexto histórico, mi hija, de 23 años, que vivió siempre en democracia, se
fascina con Mafalda”. Volvemos a una líneas atrás, quizás hizo bien Quino en “suspender”
al personaje…
Si
bien su mensaje se desarrolló entre 1964 y 1973, Mafalda está bien presente en
el mundo digital. Mafalda tiene twitter, Instagram, Pinterest y página oficial de
facebook, con más de 3.5 millones de seguidores. Se ha publicado en formato
e-book, se vende por Amazon y existen aplicaciones para iPad, iPhone y iPod con
tiras de pago o gratuitas. Mafalda perdura, ya no lo hace a través del papel,
ahora intenta dominar las pantallas a través de la digitalización. Y la
pregunta se mantiene: Si Mafalda no logró cambiar nada y el mundo está cada vez
peor, ¿Por qué se lee todavía? ¿Qué sentido persiguen los que hoy la conocen y
la adoptan?
Quino
ya está mayor y arrastra problemas en la vista. Asiste en contadas ocasiones a
eventos o agasajos, es reacio a los honores. El tiempo lo pasa entre Buenos
Aires y Madrid, alejado pero enterado de todo. Representa al menos a cuatro
generaciones, pero no le gusta hablar, siempre se expresó a través del dibujo y
allí volcó su ideología y convicciones. Es esperado para inaugurar el 24 de
abril la 40º Feria del Libro, donde tendrá a su cargo el discurso de apertura.
Fue ovacionado en el Salón del libro de París. No pudo acudir a la recepción de
la Orden Oficial de la Legión de Honor, el pasado 7 de marzo. Esta es la honra
más importante que el gobierno francés le concede a un extranjero. Y así
alternará su presencia en los distintos eventos que distingan el cincuenta
aniversario de su creación inmortal.
Según
Quino, Mafalda en el mundo de hoy diría lo mismo que en el mundo de antes. El
ser humano no suele aprender nunca de su propia experiencia. Una tira reciente de
El Roto (historietista español que publica en el diario El País) le permite
rubricar la ignorancia que nos acompaña como especie: “La humanidad nunca
aprende nada de la historia”. Habrá que confirmar la vigencia de esta máxima al
momento del festejo del centenario de Mafalda. La niña seguirá sentada mirando
el globo terráqueo, creo que conociendo la respuesta.
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