Hay
semanas que resulta difícil sentarse a escribir. Trato de ser metódico y
cumplir con dos entradas semanales. Hasta me obligo a escribir los jueves y
domingos. Y a veces me pasa, como esta semana, que enciendo el ordenador y no
tengo ni idea de la temática del día.
Si
repaso lo escrito hasta ahora creo que todo gira sobre lo mismo, la profunda
nostalgia que siento por cosas del pasado, del mío, de los míos y del pasado
que me han contado. Al futuro, lo seguimos como algo vinculado a la ciencia
ficción, como algo que nos sorprenderá cuando llegue, como una esperanza, como
un cambio que necesitamos. Al presente lo solemos vivir dependiendo de como nos
vaya, y a veces me da la sensación que lo estamos viviendo con furia, con enojo,
por el camino trazado. Pero al pasado yo lo vivo con nostalgia, no entiendo
porqué. A veces temo que soy un pasajero de algún siglo pasado que lo han
enviado a estas épocas como parte de un programa Erasmus y no ha sabido regresar a su tiempo
para escribir su tesina.
Los
primeros cumpleaños lejos de casa tenían un toque especial que ahora creo que estamos perdiendo, pero esto lo dejo para más adelante.
Cuando nos cambiamos de continente, nos encontramos con una característica singular, que no teníamos contemplada y por ende, no dejaba de ser una sorpresa: el día de cumpleaños, en el trabajo descubrimos que nuestros compañeros no se acercaban a ti a primera hora para darte un beso o achucharte. Era un día como cualquier otro, el saludo se asemejaba al gruñido del día anterior y era un preludio del gruñido de lo que restaba de semana. Si vencías el apuro y anunciabas que era tu cumpleaños, alguno se acercaría a saludarte y otro te recordaría (aunque para ti fuera un preaviso tardío) que no habías cumplido con el protocolo de traer el ágape. Te ibas dando cuenta que el día de tu cumpleaños te tocaba homenajear a los demás. Sigue pareciendo raro pero ya está asumido, incorporado.
Cuando nos cambiamos de continente, nos encontramos con una característica singular, que no teníamos contemplada y por ende, no dejaba de ser una sorpresa: el día de cumpleaños, en el trabajo descubrimos que nuestros compañeros no se acercaban a ti a primera hora para darte un beso o achucharte. Era un día como cualquier otro, el saludo se asemejaba al gruñido del día anterior y era un preludio del gruñido de lo que restaba de semana. Si vencías el apuro y anunciabas que era tu cumpleaños, alguno se acercaría a saludarte y otro te recordaría (aunque para ti fuera un preaviso tardío) que no habías cumplido con el protocolo de traer el ágape. Te ibas dando cuenta que el día de tu cumpleaños te tocaba homenajear a los demás. Sigue pareciendo raro pero ya está asumido, incorporado.
Mientras
tanto, seguíamos con la costumbre de observar el calendario en la pared de
nuestra cocina para advertir sobre la cercanía de cumpleaños de nuestros
conocidos. Teníamos un ejercicio en ciernes, a cada persona que incorporábamos a
nuestras vidas le consultábamos su día de nacimiento, y varias veces se nos ha
pasado el consultarlo tarde. Pero al encarar la semana, uno u otro observaba la agenda que nos esperaba en motivo de saludos, y encomendábamos al representante
que haría las llamadas y saludaría.
El toque especial del que hablaba antes sobrevenía pasadas las seis de la tarde el día de nuestros cumpleaños. El teléfono comenzaba a
sonar y todas las llamadas provenían desde Buenos Aires. Amigos, familiares,
antiguos compañeros rompían la barrera de la distancia y te dedicaban unos minutos
para felicitarte. Todavía no eran épocas de tarjeta de larga distancia con
abundancia de minutos como ahora, pero escuchabas la voz cercana y en el
saludo te anticipaba que dispondría de pocos minutos, pero ya te
sentías saludado. Te invadía una dicha, te acercabas un poco más a esa
nostalgia traicionera que demoraba la integración.
Y
un llamado sobrevenía a otro, no tenias tiempo para acomodarte, seguías con la
ropa del trabajo puesta. Las tías se demoraban más de la cuenta, los padres se impacientaban
ante el número marcado y el sonido de "comunicando" que se repetía. En esos años
optamos por pasar el día del cumple en casa, el mejor regalo era estar
pendiente del teléfono. Y es una costumbre que seguimos, será que soy
víctima del pasado y me cuesta amoldarme a los cambios de época. Es que ahora, tienes tiempo para cambiarte, el teléfono ya no suena como antes.
Allá
por 2005 llegó internet a casa. Y entonces se alternaban los llamados
telefónicos y el chat. Te desdoblabas con la
tecnología y a eso le sumábamos los amigos que habíamos consolidado en estas
tierras y que llamaban al móvil. Era un despliegue inusitado, mantenías la euforia
por ese regalo masivo tecnológico que te recordaba que seguías perteneciendo a
un sinfín de círculos. Uno hablaba y el otro mantenía informado al resto de
los seres cercanos el devenir de la llamada entrante, y daba instrucciones o
sensaciones de insistir en cuestión de minutos. Mientras tanto, te daba tiempo
para repasar el punto de cocción de una cena especial para homenajear a tu
pareja.
En
2009 apareció Facebook y abrimos una cuenta. Ahí surgió otra realidad. Varios
mensajes hasta ahora impensables surgían con fuerza. Entonces nos podíamos
topar con algún “espero que pases el mejor día de tu vida, te lo deseo de
corazón” y firmado por alguien que durante 10, 20 o 30 años había permanecido
lejano a tu vida, sin siquiera un cruce afortunado en la calle o en el metro.
Era llamativo, te alegraba por un lado, pero por otro era raro,
nos saludábamos con una familiaridad que se había perdido; se sumaba otra pata para
tener una tarde nostálgica. Mientras tanto, en los trabajos te habías
acostumbrado a recibir los gruñidos de saludo, pero ya había un par de
compañeros que te esperaban con una sonrisa, un saludo y un detalle. Y vos cumplías
con la tortilla de turno o con alfajorcitos de maicena, con la intención de que no
te remarcaran casi de entrada que eran demasiado empalagosos. La solución fue
prepararlos cada vez más pequeños, para que los comieran y te dieran
el gusto de mantener una costumbre de las tuyas sin un comentario que desinfle
el ánimo.
Y
seguimos incorporando tecnología. El skype nos permitió ver a nuestros seres
queridos y al mismo tiempo contestabas los chats, las llamadas, mirabas en face y decías
mañana les contesto uno a uno.
Pasó
una década y el whatsApp entró en nuestros hogares. El teléfono fijo pasó a ser un
elemento decorativo, y si de nostalgia se trata, varios han aceptado su condición
de retro y retornan a formatos antiguos, como aquellos que estaban colgados en
las paredes y tenían el receptor en latón con un cable de tela trenzado que te
permitía alejarte unos metros para creer alcanzar independencia. Los más fanáticos
reincorporaron a sus líneas las viejas trompetillas que se utilizaran como auriculares.
Pero repito, el teléfono de línea está en cuestionamiento, con la presencia del
ordenador actualizado de tecnología y la telefonía móvil, más de uno se
contiene de dar de baja el servicio.
Entonces
desde primera hora en estos días, el whatsApp reemplaza a la llamada, o al
menos promete que en caso de no tener un minuto disponible, te des por saludado.
Face te sigue alcanzando los mensajes del más allá. Los mails ya no los abres, porque
para qué, nadie te escribe unas líneas y a lo sumo tienes un mensaje de alguna
postal recibida, y de eso te enteras bien tarde cuando revisas el correo no deseado.
Y
conocemos otra realidad de los tiempos que corren. Con tanto aviso tecnológico, se nos termina pasando la fecha. Lo vemos en la primera actualización de
las cien que hacemos en el día, pero vamos dejando el saludo para cuando
tengamos tiempo, y no nos ponemos a pensar que "Tiempo" podría ser precisamente
uno de esos cien momentos en que actualizamos. Entonces incorporamos a nuestra vida el
mensaje posterior con la disculpa. A todos se nos pasa, pero al enfrentar la situación
con la exculpación hasta suena como más comprometido.
Y
el teléfono ahora solo suena con aquellos personajes que superan los 60 años, que
se obstinan en seguir marcando largos dígitos y darte la enhorabuena con una
llamada. Alguno te invitará a
una video llamada, donde la presencia de hermanos, sobrinos o primos te llenará
el alma y el resto será escuchar la campanilla del whatsApp para que cada dos
minutos te llegué la contestación del anterior mensaje y que te cueste
retomar el hilo.
Y
para cerrar este arrebato de nostalgia, como en casi todas las entradas que
encaro, observó en la red sobre la temática escogida. Los primeros links
arrojados por google me motivaron a improvisar esta entrada, no tenía ni el
cuerpo ni el temple necesarios para navegarlos. Los títulos solo me han llevado
a sentir lo mismo que ET cuando a toda costa quería enviar el mensaje al
espacio reclamando volver a casa. Frases de agradecimiento por saludo de
cumpleaños; Las mejores frases para agradecer saludos de cumpleaños; Fabulosas
frases de agradecimiento por saludo de cumpleaños; Frases de cumpleaños|
Consejos gratis (me duele imaginar que habrá consejos de pago); Mensajes de
cumpleaños para mi amigo; Deje aquí su saludo de cumpleaños...Y por suerte te da
la opción de pasar a otra página y yo prefiero retornar a otra década, donde tu
cumpleaños era una fiesta y no una descarga tecnológica, donde el saludo era
saludo y sentido, y no una obligación entre actualizaciones, donde lo
importante era la llamada y no el contenido, que de tanto que creemos darle,
solo lo estamos vaciando.
Y
ahora la crisis llega hasta la cocina de casa. En la península de la
abundancia, todas las entidades se peleaban por darte un calendario. Ante la
oferta, optabas por el que tuviera mejores imágenes. Prevalecía el de las fotos de la Plentzia antigua. En el ayuntamiento los
dejaban empaquetado a un costado para que retiraras el tuyo. En este 2014, nadie se ha encargado de imprimirlos para regalar. Han
desaparecido de las entidades, nos preguntamos entre todos si saben de algún
nostálgico que todavía regale calendarios. El mercado negro no ha reaccionado
aún. De momento, mientras postergamos encarar la compra, remarcamos el del año
anterior para no perder detalle de los cumpleaños.
Y
el portador de esta entrada también tiene el virus en el cuerpo. Se me pasan
algunos llamados, con otros me entra la pereza vaga, me amparo en la diferencia
horaria y le escapo más de una vez al teléfono de línea. Me escudo sólo en el
messenger cuando no llamo (y en verdad llamo menos que antes) y prefiero
escribir un mail de varias líneas para saludar y esperar una respuesta. Extraño
el pasado como en muchas ocasiones pero estoy viciado del presente. Busco la
cura pero la postergo, espero que otro abra la veda y yo me sume. Mientras
tanto aguardo que mi mujer termine con el llamado de mis tías mientras aviso a
mi cuñada que aguarde unos minutos más
en skype. Luego nos sentaremos a festejar un nuevo cumpleaños juntos. Y
brindaremos por eso, que en definitiva, es lo que importa, mientras esperamos que el cartero nos acerque en breve la carta de salutación de mi madre.
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