“Hay
un principio bueno que creó el orden, la luz y al hombre, y un principio malo
que creó el caos, las tinieblas y la mujer”.
Pitágoras
(580-500 AC) – Filósofo griego.
Esta frase se encuentra
junto a otras del mismo pensador, como “Entre dos hombres iguales en fuerza, el
más fuerte es el que tiene la razón”, o “La Libertad dijo un día a la ley: Tu
me estorbas. La Ley respondió a la Libertad: Yo te guardo”.
Teano fue una de las
alumnas de Pitágoras. Es raro que tuviera alumnas, ya que en la antigüedad las
mujeres no tenían derecho a estudiar ni mucho menos a trascender en las
ciencias. Pero Teano estudió junto a Pitágoras y luego se casó con este. Con el
tiempo, al fallecer Pitágoras, ella quedó a cargo de la orden pitagórica. Teano
fue la primera mujer matemática y aún más destacada, fue la encargada de
compartir los pensamientos de su esposo después de muerto. Tiana reflejó que
Pitágoras fue el primer matemático feminista.
Un siglo y medio más
tarde, Platón (427-347AC, Filósofo griego) moldea su academia luego de visitar
la orden pitagórica. En La República escribió: “las dotes naturales están diseminadas indistintamente en unos y otros
seres, de modo que la mujer tiene acceso por su naturaleza a todas las labores
y el hombre también…”.Cabe recordar el contexto de la época: En Grecia
imperaba una ley según la cual, las mujeres ni podían acudir a las reuniones
públicas.
¿Y por qué comienzo la
entrada con una frase de Pitágoras que envuelve a la mujer en un principio malo?
Por qué con esta frase y otra de Poulan de la Barre comienza Simone de Beauvoir
la redacción de su libro emblemático, “El otro sexo”. Este es un libro
histórico, y se convierte en esencial, ya que por primera vez alguien plantea
ese lado totalmente inexplorado de la humanidad que es el continente femenino.
Este libro fue escrito entre los años 1948-1949. En ese contexto de época, el
movimiento feminista no tenía ni el peso ni la militancia de estos tiempos. Es
difícil rastrear el origen del feminismo como movimiento, algunos se remontan a
protestas expresadas por mujeres denominadas “memorial de agravios” durante una
época que precede a La ilustración y que se remonta hasta la Edad Media. La
misma Simone concede que la primera mujer que utilizó el don de la pluma para
defender a las mujeres, fue Christine de Pizan, quien en el siglo XV escribió
“Como ciudad de damas”.
En mi estructura familiar,
mi madre se encargó de mi educación mientras mi padre era una presencia fuerte
pero concentrada en el trabajo fuera de casa y en el estudio de una carrera. Y
era él quien firmaba mis boletines. A mi madre la ayudaron sus tres hermanas.
Porque mi madre también trabajaba fuera de casa y cuando regresaba, se marcaba
otro turno de quehaceres, puertas adentro. Era ella la que se aseguraba todos
los días que yo habría estudiado y realizado las tareas, y en los primeros años
de secundaria me tomaba las supuestas lecciones de cada materia que me
aguardara al día siguiente. En ese contexto crecí. Siempre cuidado, siempre
querido. No recuerdo retos ni advertencias de parte de nadie por mi conducta.
Habrá habido retos, habré generado disgustos, supongo que pasajeros. Lo que
recuerdo es que mi madre conversaba conmigo y me iba preparando para vivir en
pareja, y quiso que yo mejorara las diferencias existentes entre la cultura del
hombre y de la mujer. Yo le escuché y creo que le hice caso. Y lo llamativo es
que al terminar la escuela secundaria, una norma del colegio le generó una
profunda desilusión a mi madre. A la entrega de mi diploma solo podía subir el
padre para acompañarme. Y esa fue la única vez que fue mi viejo al colegio. Y
mi madre tuvo la grandeza de alegrarse por ese, en el fondo desaire a todas las
madres que se encargaron de la educación de los niños.
Simone de Beauvoir me conduce a una gran amiga
defensora de los derechos de la mujer. En su afán, muchas veces no estudia las
características particulares del hombre que se le acerca, sino que le recita su
dogma de humano bajo sospecha. Me costó remontar esa cuesta cuando nos
conocimos lo que demora una persona en poder ver que no todo es blanco o negro.
Pero me costó y valió la pena, es una de las almas más puras que he frecuentado
en el tiempo. La entiendo muchas veces, otras me desconcierta. Y algunas otras
me aburre esa presunción monoscópica que nos acompaña a todos los pobladores
del sexo masculino. Y Simone me recuerda a esta y otras amigas que profesan ese
celo hacia los hombres, porque muchas veces en mis pensamientos internos las he
desacreditado al notar evidentes contradicciones entre sus maneras de pensar, de
decir, de sentir y de actuar, con otros movimientos en sus vidas vinculados a las
relaciones, a lo afectivo. Estudiando brevemente a Beauvoir llegó a la
conclusión, y sin ruborizarme, que uno de los grandes problemas que transitamos
es que no podemos encajar con nobleza las contradicciones del ser humano. Que
usamos sus partes débiles para desacreditar sus zonas fuertes, que la debilidad
neutraliza la convicción y que un algo es superior a un todo. Y ahí nos
desencontramos todo el rato. Y recuerdo los dichos de mi madre en lo relativo a
mi educación como parte de esta sociedad y procuro dejarles claro a mis amigas
que yo tengo la lección aprendida casi desde pequeño. Y lo llamativo es que mis
estudios secundarios los realicé en una escuela de curas, totalmente alejado de
la figura femenina, salvo en los casos puntuales de profesoras. Y la
confirmación de lo aprendido tardó varios años en comprobarse.
El segundo sexo es un
libro que habría que leer. Y no solo las mujeres. Es un long seller, es decir
se vende sin dificultad en cualquier época, año tras año. Hay que tener en
cuenta que la primera traducción al inglés, por ejemplo, tiene un sinfín de
errores de interpretación. Y podemos ser sutiles al denominarlos errores de
interpretación. La traducción fue encargada a un zoólogo jubilado que en muchas
ocasiones antepuso un criterio editorial de encajonar el razonamiento del autor
por otro que podría asemejarse a censura u olvido. Un grupo de mujeres se
encomendó la revisión total del texto (hablamos de 1000 páginas y lo digo casi
en silencio para todos aquellos que tal cantidad de hojas le obligará a no
leerlo nunca) para mejorar más ese dogma de texto fundador.
No voy a remarcar en estas
líneas las contradicciones de mis amigas que me enfurecían internamente. Porque
de hacerlo, tergiversaría el motivo de esta entrada. Se trata de un
reconocimiento a sus convicciones, no una traición a sus flaquezas. Pero ese
reconocimiento llega después de empaparme de Beauvoir, de ver varios
documentales y comprobar que sus detractores utilizan flaquezas emocionales de
la pensadora francesa para desprestigiar una obra intima, que para mi criterio
no llega a ser feminista, sino femenina y socialista, y el desarrollo de su
obra consecuencia de una persona de las ciencias y artes.
“Nelson,
amor mío. Las mujeres están locas. Lo voy a demostrar en mi libro. Cuando esté
terminado, cariño, los hombres sabrán todo acerca de las mujeres y puede que
dejen de interesarse por ellas, cosa que revolucionaría el mundo”,
la relación con puntos y comas con Nelson Algren fue contada por Beauvoir en su
libro “La fuerza de las cosas”. Esta publicación puede haber acelerado el final
de la relación furtiva que sostenía con el escritor realista americano. En otra
carta, a la cual no trascribo por la pereza de rebuscarla, ella anticipa su
entusiasmo por un cercano encuentro en tierras americanas donde la explosión de
amor ante la inminencia le lleva a decir: Nelson, me portaré bien, te haré
todas las comidas, fregaré los pisos, te haré el amor diez veces por la noche y
otras tantas en el día. Para algunos fue una ironía ante tanto material que
recolectaba sobre la situación y actuación de algunas mujeres para su libro.
Para otros, solo reflejaba la debilidad del corazón, y de eso se aferraron para
tratar de derribar a las feministas que enarbolaban el mensaje de Beauvoir.
Hubo feministas que se sintieron desilusionadas, engañadas con estas pocas
líneas de frivolidad sentimental. Sostenían que cuando Simone se enamoraba, sus
actos no encajaban con sus palabras y principios, y eso fue un factor muy duro
que la juzgó toda su vida. Hay otro fragmento que si transcribo fielmente:
“Por usted, podría
renunciar a la mayoría de las cosas. Sin embargo, no sería la Simone que le
gusta si pudiese renunciar a mi vida con Sartre, sería una sucia criatura, una
traidora, una egoísta. Quiero que sepa esto, sea cual fuere la decisión que
usted tome en el futuro: no es por falta de amor que no puedo quedarme a vivir
con usted. Aunque le parezca pretencioso, lo que debe saber es hasta qué punto
Sartre me necesita. Preferiría morir antes que hacerle daño a alguien que hizo
todo por mi felicidad”.
A Simone le acusan de
haber vivido siempre a la sombra de su amante, Jean Paul Sartre. Otros
consideran que conformaron una pareja única, escritores conviviendo bajo el
principio de la libertad, igualdad y complicidad afectiva e intelectual.
Compartieron sus vidas sin vivir juntos, compartieron sus obras sin haber
publicado juntos, amaron a otros sin dejar de amarse. Dicen que es una pareja
que descubre la igualdad de los sexos.
No obstante el acuerdo que
ambos tenían, nada fue fácil. En su obra “Carnéts”, el filósofo francés explica
que le dijo a Simone que “existían dos tipos de sexualidad; el amor necesario y
los amores contingentes”. Simone era su amor necesario, y sus detractores
acusan de que ella misma proveía de alumnas adolescentes para las
contingencias. Y el contrasentido tan presente en toda obra humana se hizo ver
en la relación. En un momento, Simone se sintió traicionada; fue cuando este
adoptó a Arlette y la convirtió en la heredera universal de sus derechos
literarios. Esa relación libre y cordial que transitaron no evitó el dolor y
conflictivas heridas, de allí que estemos mejor preparados para la monogamia, resulta
más cómoda.
Retomamos el libro, las
reacciones no se hicieron esperar, alternando las expresiones de gratitud y
alabanzas, hasta posiciones de abierto rechazo y una dosis de escándalo. La
obra no plantea la duda de superioridad o debilidad relativa a los sexos, sino
plantea la situación de la mujer como una consecuencia cultural bastante
arbitraria. Plantea el status de la mujer con la clasificación de “otro”, y en
este caso se le atribuye todo lo que se sitúa del lado del mal: oscuridad,
maldad, irracionalidad, etc. Se la ha valorizado como lo negativo o inferior.
El hombre es guerrero y
cazador, la mujer desde los primeros tiempos se consagra a alimentar y a criar
niños y demás actividades sedentarias. Repite la vida constantemente, al
reproducirla, no crea nada nuevo, es una repetición. El hombre guerrea, abre
nuevos frentes, busca nuevas muertes.
“(...) El hombre se eleva sobre
el animal al arriesgar la vida no al darla: Por eso la humanidad acuerda
superioridad al sexo que mata y no al que engendra.
Tenemos aquí la llave de todo
el misterio (...) El hombre asegura la repetición de la Vida al transcender la
Vida por la existencia, y por medio de esa superación crea valores que niegan
todo valor a la pura repetición (...) Al plantearse como soberano encuentra la
complicidad de la mujer misma, porque ella es también un existente, está
también habitada por la transcendencia y su proyecto no es la repetición, sino
su superación hacia un otro porvenir; ella encuentra también en el corazón de
su ser la confirmación de las pretensiones masculinas. (...) Su desgracia es
haber sido consagrada biológicamente a repetir la Vida, cuando a sus mismos
ojos la Vida no lleva en sí sus razones de ser y esas razones son más
importantes que la vida misma.”
“Espero que el libro
caduque algún día”, “la disputa durará en tanto que hombres y mujeres no se
reconozcan como semejantes” y “para alcanzar esa suprema victoria es necesario,
entre otras cosas, que, por encima de sus diferencias naturales, hombres y
mujeres afirmen sin equívocos su fraternidad”, estas menciones de Simone al
final de la obra nos permite suponer, 65 años después, que el camino no está
finalizado. Las contradicciones continúan a la orden del día. La violencia
física y sexual en el mundo continúa representando una vulneración de los
derechos de la mujer. En España comentan los tertulianos rancios el desprecio
por la relación extramatrimonial del presidente de Francia, ignorando
parcialmente las miserias ibéricas. La Ley Orgánica para la protección de la
vida del concebido y de los derechos de la mujer embarazada en España parece
haber sido escrita por alguien que no frecuenta la vida diaria, sus
complejidades y sus sensibilidades. Y además, no quiere escuchar o aprender, ni
cuenta con la autoridad de sus compañeras de parlamento, que como mi madre
podrían advertir a los caballeros de mejorar generación tras generación tanta
diferencia que no conducen a nada. En realidad todos los caminos conducen a
ellos y a ellas, y a caminar de la mano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario