“No siempre se consigue lo que se
quiere, pero si se intenta, se consigue lo que se necesita”.
Mick Jagger
Su otra mitad, su complemento
irracional que no es racional así determinar, lo suele definir como un divo
egocéntrico y megalómano, cree que su compañero es un maníaco frio y vanidoso.
Vecinos desde pequeños, amigos desde la infancia, compañeros desde la
adolescencia y socios desde jóvenes. Se valora de ellos la vigencia de una sociedad
de más de cincuenta años. Plagados de anécdotas, rifirrafes y desencuentros,
uno siempre valoró del otro su postura dura y resuelta. El otro, el que lo
define como vanidoso y tanto más, en cambio, siempre respetó su inteligencia,
magnetismo, poder y la continua ambición, de la cual también se pudo haber
aprovechado. A los 75 años se sigue buscando calificativo a Mick Jagger, y más
allá de cómo lo defina cuando se enoje Keith Richards, lo único que define al
cantante de los Stones es el paso del tiempo, que lo convierte en solo historia
viva.
Aseguran que confesó que no le gustaba
tanto Elvis Presley, pero un día se juramentó que él podía hacerlo mejor. Elvis
no inventó el rock and roll, ya que Chuck Berry o Little Richard hicieron más
que él. Lo que hizo de Elvis un Rey es que tomó un producto cultural negro
-blues, góspel y rythm and blues-, lo mezcló con el country de los blancos y se
convirtió, gracias a su talento natural y al marketing de Hollywood, en una
estrella de masas. Fue el Big Bang del rock and roll, por un tiempo la música
dejó de dividirse entre lo que escuchaban los negros y lo que escuchaban los
blancos. De ahí que la vigencia abrumadora de Jagger obligue a recordar cada
tanto, que había vida antes de los Rolling Stones.
Pero el debate regresó, y de forma
inesperada lo hizo en el Reino Unido. La explosión de la música rock para
blancos de la mano de cuatro jóvenes de Liverpool -The Beatles- encontraron su
antinomia en un grupo originario de Londres -los mencionados Stones-, que defendieron
desde el primer momento que su música era exclusivamente música negra. Aquí
radica uno de los asombrosos primeros puntos a destacar de la longeva carrera
de Mick Jagger. Los jóvenes de hoy desconocen que, en aquellas épocas, los años
50-60 del siglo pasado, se sostenía en forma encarnizada la controversia racial
en la música, la gente de color en su dolorosa lucha por sus derechos contra la
marginación y segregación, adoptaron ciertos estilos musicales como señas de
identidad -ya sea el blues, el góspel o el soul- para no contaminarse por la
influencia asfixiante blanca.
Y otro rasgo que modificó la esencia
de la nueva cultura es que The Rolling Stones se propusieron -tal vez de forma
inconsciente y junto a otros grupos musicales- terminar con lo esquemática que
era la vida musical. Se vivía en sociedades restrictivas y represivas,
prejuiciosas en todos los sentidos. Predominaban las actitudes chapadas a la
antigua y entonces, las letras atrevidas -tal vez algo elementales- de
adolescentes “problemáticos” se apoderaron de la voluntad de los jóvenes de la
época, permitiendo suscitar un sinfín de fantasía entre la multitud que los
comenzaba a seguir. Primero invadieron sus sueños para luego apoderarse de su
rebeldía y de ellos. De paso, escandalizaron la hipócrita supuesta inocencia de
la época con su frescura, arrogancia, histeria, autoindulgencia, violencia, grosería,
vandalismo, paranoia y esa ladina alegría que pregonaban en cada set, en cada
pub, en cada sótano o estudio discográfico. Comenzaba a tomar forma el concepto
sexo, drogas y rock and roll.
Y Mick Jagger comenzó a patentar el
concepto de estrella de rock en oposición al de simple vocalista o cantante de
una banda. No lo hizo solo, Lennon o Jim Morrison fueron otros tantos adalides
de una nueva especie que se podría imitar, pero difícil mejorar: la forma de
adueñarse del escenario, de cortar el tiempo y el aliento y de susurrar en vez
de cantar, en la forma de tomar un micrófono y en el deseo de convertirlo en un
icono sexual. Un nuevo rasgo que destacar es que mientras muchos de esos iconos
se pudieron sostener a través de su prematura muerte, Jagger logró vencer al
tiempo de forma muy distinta a los supervivientes barrigudos, desaliñados y con
coleta canosa de dudoso gusto o demodé que persisten en el rock. Jagger no ha
cambiado tanto físicamente, solo en el mapa de su cara se puede detectar los
pasos de la droga, del sexo, de los excesos controlados o simplemente, de la
edad. Muchos grupos reducen su protagonismo u olvido de mega estadios a pubs de
carretera, mientras que Jagger y The Rolling Stones continúan presagiando con
olfato e instinto comercial que es cool y como se han de reciclar casi sin
reciclarse, optando por un mega concierto o tocando para empresas o millonarios,
sin dejar de aparentar ser unos rebeldes stones.
Para que no parezca solo una efeméride
grandilocuente, una parte misteriosa de su personalidad permite suponer que
detrás de esa aura glamorosa o con encanto que le arropa, se esconde el
personaje tal vez más anodino en la historia de los Stones. Difícilmente se
puedan recopilar frases que no escapen de poco interesante o insulsas. Pero si
no lo profundizas, uno cree que de esa boca carnosa y esos celebres labios
surgen siempre originalidad y controversia que hipnotiza a millones de personas
a través de varias generaciones. Ese puede ser otro elemento destacable, de
poder haber sido siempre un gamberro, andrajoso e inadaptado, se convirtió en
un icono sexual, de la libertad, hedonismo y tesoro elemental de la corona
británica. Lo llamativo es que de una personalidad vanidosa o egocéntrica se
permita esconder momentos determinantes de su vida personal -escandalosa- o del grupo. Como si al resto de la humanidad
le resultara -y le resulta- imposible ser presumido y discreto o escondedor al
mismo tiempo. No es fácil que un presumido no quiera hablar de sí mismo.
Jagger le cantó a la hipocresía, a la
segregación, a la sociedad de nuestros padres, al movimiento del mayo francés
del 67, a la adicción, a las pastillas y el ácido, a la magia negra, al cinismo
de la condición humana, a Angela Davis -activista afroamericana- a Vietnam, a
las dictaduras de Sudamérica, a los movimientos civiles, a la música disco, a
la caída del muro de Berlín, a los Bush, al capitalismo, la Guerra del Golfo, a
las drogas como heroína o morfina, canciones antipáticas y misóginas sobre sus
peleas con mujeres, al amor, al espíritu de una época determinada que resulta se
puede cantar en cualquier época, les cantó a sus pares adolescentes en su
momento y hoy le sigue cantando lo mismo a estos adolescentes que deberían ser
sus nietos. Sigue cantando canciones que no le representan hace décadas, pero
busca el cambio de tono, ritmo o cadencia para que le permita disimular que ese
tema hasta le parece estúpido, pero es demasiado resbaladizo para que las
emociones se impliquen en lo que canta. Él sabe cómo nadie que muchas de sus
canciones no son nada del otro mundo, pero forman parte del mundo.
Con Richards sostiene la sociedad
compositor e interprete más duradera, ambos supieron dominar el ego que
desprende el liderazgo. The Rolling Stones fue la primera banda con logotipo,
que con la impresión y estampado de su lengua no hacía falta palabras que los
reconocieran. El tiempo ha pasado de forma continua, más allá de escaramuzas
que los distanciaron por momentos. El tiempo nos deja expuesto en nuestras
controversias o contradicciones. Hace escasos cinco años escribí sobre los 70
años de Jagger, les dejo el link para que vean lo difícil que resulta sostener
la coherencia en el tiempo.
El tiempo se llena de evolución,
marcha o contramarcha. En el caso de The Rolling Stones, el tiempo es una loza
para los demás, para aquellos que aspiran a la inmortalidad y comprueban con
dolor -al caer- que se puede ser inmortal por breves lapsos de tiempo, salvo si
eres un Stone. Ya sospecho que no escribiré en este blog cuando Jagger cumple
los 80 años. Y seguramente los Stones estarán transitando parte de una nueva
gira mundial y Mick Jagger continúe escondiéndonos ese viejo secreto de que,
para ser una estrella, además de talento se necesite casi siempre ser portador
de un vacío existencial interior tan oscuro pero que no eclipse el brillo que
el estrellato otorga y el universo necesita…
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