Habla para que yo te conozca
Sócrates – Filósofo griego.
Se solía recurrir a una diversidad de
vocablos o registros para hablar, todos dependiendo del interlocutor,
circunstancias o ambiente donde se desarrollaba una conversación. Teníamos la
facilidad de adaptar nuestro vocabulario al entorno y lo hacíamos como cuando se
cambia la marcha del coche o se pedalea en una bicicleta: automáticamente. No
era lo mismo dirigirse a un jefe, padre, amigo, extraño, vecino o abuelo. Y no
fingíamos ni hacíamos esfuerzos o concesiones. Podíamos no tener una cultura
desarrollada, pero si la capacidad de comprender que no todo lo dicho era para
todos o para todo momento. Eso ha cambiado y la palabra que se me viene a la
mente para graficar dicho cambio es… empobrecimiento.