“Mientras el círculo de su compasión
no abarque a todos los seres vivos, el hombre no hallará la paz por sí mismo”.
Albert Schweitzer
René Descartes aseguraba, entre tantas
cosas que aseveró, que las pasiones tienen por efecto disponer el alma a hacer
cosas por medio del cuerpo. Amar debería ser la versión más práctica de
expresar a través el cuerpo los designios del alma enamorada. Pero la agresión
física también se encuadra en la definición de Descartes. La pasión tiene sus
polos, positivos y negativos. Y se puede dar en distintos momentos y en la
misma persona. Pero no terminan allí los ejemplos: La pasión puede activar al
miedo incitándonos físicamente a huir, y a otros les otorga el temple necesario
para quedarse y hacer frente al dolor o necesidad ajena. En todas estas
acciones está presta la pasión, pero los seres humanos últimamente la utilizan
en su vocabulario -escaso por demás- para referirse a justificaciones del tipo:
“Es que le pongo demasiada pasión a las cosas”, como si el error o exceso cometido
estuviera así justificado.