La
confianza es una actitud que concierne al futuro, ya que la acción en la que
depositaremos esa presunción se verá reflejada con posteridad. Si aciertas o si
te engañas, si aciertan o si te engañan.
Es como una apuesta, y el ser humano muchas veces no conoce el límite, y
entonces suele jugar con fuego o va sobre seguro. Esas corazonadas que nos
acompañan en momentos decisivos de nuestras vidas y que luego determinarán las
siguientes decisiones.
Niklas
Luhman fue profesor de Sociología en la Universidad de Bielefeld, Alemania.
Estudió la confianza desde más allá del enfoque sociológico, y la ve como un
requerimiento esencial para que la sociedad no se aboque al fracaso, al miedo o
al caos, demorando a niveles paralizantes la toma de decisiones de cualquier
nivel.
La
confianza arrastra una poderosa energía. Nos puede hacer más fuertes,
decididos, nos otorga una sensación de libertad y nos permite sentirnos
mejores. Pero por otros motivos, la falta de ella nos puede hundir literalmente
en una especie de fango, que si bien se mueve en sus raíces, nos tiene
paralizado sin reacción. O nos lleva a un grado importante de temor, desilusión
o inquietud, que nos hace sufrir.
Casi
todo nuestro desarrollo y el de las sociedades pasan por la confianza. Sin
confianza no podríamos convivir. Sin confianza no podríamos amar, ser
generosos, explorar o dejar ser explorados. Sin confianza no podemos madurar,
desarrollarnos, crecer. Es una enorme presunción que nos abre dos vías:
capacidad e integración. La capacidad la vemos en la sociedad cuando un
superior coordina las actividades del personal a su cargo y estos se dirigen
hacia un objetivo para cumplirlo. La reafirmación del líder se dará por el
cumplimiento o no de los objetivos, y también en la manera de encarar dichos
propósitos.
Y
la integración se dará al aceptar cada uno su rol, confiar en la cabeza y
avanzar hacia un objetivo, aún cuando no se vislumbren sus formas. El respeto
parece ser esencial en esa integración. El líder se lo gana por su estrategia,
pero también por su colaboración, apoyo o valor que les insufle a sus
supeditados en el tránsito hacia una meta. Y los subordinados adoptan o no esa
confianza hacia su superior en base no solo al cumplimiento del objetivo,
muchas veces también es necesaria vislumbrar la honestidad con la que se encaró
el proceso. Pero como no todo es absoluto, muchas veces comprobamos que la
honestidad no se hace presente en el proceso, pero el aparente buen resultado
sigue avalando la conducta del líder, y solemos mirar hacia los costados. No
tenemos confianza en él pero continuamos siguiéndolo, nos basamos en el
resultado y a todos nos gustan los buenos desenlaces. ¿Qué sucede cuando los frutos se revierten? Nos desentendemos de su liderazgo y lo juzgamos. La
primera frase bonita que se nos ocurre a los animales sociales es decir que le
hemos perdido la confianza. ¿Es correcta la afirmación?
Es
que parece que en la confianza, un elemento importante debería ser la
imparcialidad, y muchas veces no sabemos o queremos desarrollar esa virtud. El
concepto de justicia o equidad que esperamos de la imparcialidad no se cumple
en ninguna de los integrantes de esta cadena de confianza que debe imperar en
una sociedad. La equidad debería premiar el reconocimiento de los logros y la
imparcialidad en los pagos. Si se producen desfasajes en esa imparcialidad, se
genera desconfianza, desgana y nos conjuramos contra ese que recibe más sin
motivo aparente, sólo la condescendencia del líder, lo que llamamos favoritismo
o enchufe. Y también tambalea la estructura cuando el que se favorece es el
propio líder, ahora parece más evidente, lo vemos a cada rato. Y el atributo de objetividad no se da al no destacar los logros
o reconocer los errores, generando recelo.
Que
hablar si en esa sociedad los líderes caen en viejas prácticas como
discriminación, que va en contra del concepto, que ya no abordamos, de
justicia. Que dicha sociedad se fracciona, se divide, se polariza. ¿Conocen
sociedades dónde se esté produciendo ese fenómeno? Creo que hay algunas en el
planeta tierra que atraviesan ese momento. Y que conclusiones parecen surgir en
esa polarización. Que el que pierde la confianza traiciona, conspira,
desestabiliza. No parece adulto ese concepto, pero es efectivo. Aspira (del
respirar) del que sigue confiando para dejar instalado el germen de la
insubordinación, de la traición, de la
insurgencia.
Y
la confianza también es fundamental a nivel individual. La necesitamos en todo
momento y si bien, a veces sucede que creemos que no tenemos seguridad en nada,
en verdad la seguimos teniendo, porque no habría manera de dar un solo paso en
la vida social. El metro que tomamos para trasladarnos requiere de una
confianza, que no notamos pero que está de manifiesto al subirnos a un medio de
transporte que nos acerque al objetivo. Estamos poniendo nuestra vida en manos
de un chofer, piloto o como se lo llame. ¿Qué sucede al día siguiente de un
accidente de transporte de escala? Que perdemos momentáneamente esa tranquilidad,
que nos ponemos a pensar que nos puede pasar a nosotros. Los primeros días
viajaremos tensos como planteándonos la existencia y en breve, estaremos otra
vez relajados, aprovechando el viaje para dormir, chatear, leer o descansar.
Esa confianza está apagada porque sería insoportable cuestionarla en todo
trayecto. Y habrá gente que lo haga,
pasará por su nivel de exigencia, por su desequilibrio ante el concepto de
exigencia y por el temor constante por una pérdida de fe, la suya propia
y de la persona a la cual te encomiendas. ¿Cuántas veces vimos a la gente
persignándose a la hora de despegar un avión?
Cuando
encaramos una relación entre personas, nunca partimos de cero. Estaremos
influenciados por nuestros pasos recientes, llámese pasado. Habrá muchos que de
primeras se entreguen, pero habrá los que estudien, escondan sensaciones o
cuestionen antes de tiempo, sin haber visto nada especial que contradiga el
confiar. Nos presentamos con generalidades y hablamos de convencionalidades,
apenas nos mostramos. El espíritu de la sospecha debe ceder o no al espíritu de
la confianza. En un segundo momento, dado por el resultado de ese estudio,
ampliaremos nuestra intimidad, producto de que hemos subido esa barrera, y nos
trataremos. Pero la confianza se gana y se pierde todo el rato. Y se gana
poco a poco, pero se puede perder en un
instante. Llama la atención la facilidad con que de jóvenes confiábamos en los
pares, y la dificultad que acarrea aceptar en nuestro entorno de adultos a un
nuevo integrante.
Volviendo
a Niklas Luhmann, este afirma que la falta total de confianza impediría a una
persona que se pueda levantar por las mañanas. Esta imagen es elocuente en
aquel que ha perdido su trabajo, se ha retirado del mismo o ha afrontado
recientemente una pérdida de cualquier tipo, no solo afectiva. Están
vulnerables, perdieron expectativas u objetivos y se han dejado impregnar por
la incertidumbre, por el miedo. Estarán paralizados hasta el momento en que
decidan recuperar la confianza. El desempleado se aísla si pierda la fe
y ni siquiera disfruta las actividades que antes le eran placenteras, no se las
permite. En mi primer momento, no quería frecuentar las calles de mi entorno en
horas laborales, sentía como una mirada intensa que no se atrevía aún
reprocharme lo que estaba haciendo en mi barrio a esas horas. Fue una
experiencia dura, no atreverte a salir de tu casa por la supuesta deshonra de
una mirada. Para superarlo es fundamental armar una estructura, aun limitada
donde tengas una mínima contención, la tuya. En mi caso, la lectura y la
escritura ayudaron, además de encomendarme a una serie de tareas o habilidades sociales,
que nunca antes me había animado y que hasta el cansancio me alentó mi esposa. Y a pesar del miedo o falta de confianza, di
el paso porque me di cuenta que era preferible descubrir cosas positivas antes
que seguir cediendo a mi moral minada. Es tan necesario crear algo positivo
ante todo lo negativo por lo que estás pasando.
Hace
un par de años conversando con un amigo en la playa le dije una frase que le
marcó y creo que yo he tratado de mejorarla o modificarla al razonarla. “De la
gente no espero nada. Cuando te dan algo (y no hablo de lo material), me alegro
y recupero la credibilidad en la especie. Pero si siguen en esta postura individualista
y egoísta, no me enojo. Es lo más habitual de ver”. Por un lado quise ser
práctico, no podemos estar todo el rato desilusionados. Pero por otro lado, me
parece una trampa, porque en verdad me enojo a cada momento y es necesario
exigirnos salir de este momento de descreimiento colectivo. Sólo en el éxito de
un grupo estará la fuerza de sus componentes y lo que yo manifesté en la playa
fue mi desidia ante la escasez de confianza. Desde esa frase traté de apoyarme
más en mi gente, la familia y los amigos son cruciales para sostenerte. Y sigo
buscando nuevos pasos que me den determinación para recuperar o ganar un nuevo
terreno en mi existencia. Y le debo a mi amigo reformularle esa frase. Tengo
unos meses más hasta la llegada del próximo verano.
Para
terminar con Niklas Luhman, este escribió alrededor de tres docenas de libros
sobre una gran variedad de temas, incluyendo leyes, arte, religión, economía,
política o medios de comunicación. En sus últimos años de vida se dedicó con
esmero a desarrollar una teoría de la sociedad, denominada Teoría de sistemas. Cualquier
sistema necesita de su entorno y los límites con el que pueda identificarse. El
sistema y el entorno nacen juntos y necesitan el uno del otro para existir. Al
aceptar la cátedra de Sociología en la Universidad de Bielefeld, en el año
1969, tuvo que informar al rector sobre los proyectos de investigación en los
que estaba trabajando. Lo hizo con la siguiente frase:
Teoría
de la sociedad. Duración: 30 años. Coste: ninguno.
Admiro
que no haya tenido coste. He consumido mucha energía improductiva intentando
entender la sociedad que conformo, no me hallo. Hoy por hoy, sólo me obligo a
entenderme a mí, a recuperar la confianza perdida y en salir del lodo. Necesito
dar un paso más, lo pido a gritos, aunque de momento gane el miedo o la falta
de confianza. La estima tiene que ser un recurso, una estrategia. Una actitud que me acerque al futuro, que llegó hace rato.
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