“Lo único que lamento es
que nunca tendré tiempo para leer todos los libros que quiero leer”.
Françoise
Sagan
De
Sagan, aunque su verdadero apellido era Quoirez, de momento solo rescaté esta
frase. En 1954 publicó su primer libro, “Buenos días, tristeza”, que vendió
millones de ejemplares en todo el mundo. En su primer obra reflejaba parte de
un ensayo filosófico para su estudio de bachiller, con un enunciado atrayente: ¿En qué se parece la
tragedia a la vida?. Sólo tenía 16 años y mostró una claridad absoluta para
adueñarse del panorama de las letras y las artes y convertirse en un apellido
emblemático, también por sus conflictos, en La nueva ola (Nouvelle vague) de
cineastas franceses de los inicios de 1950.
Al
momento a sentarme a escribir esta última entrada del año, poco sabía de Sagan.
Ahora sé que en el año que pronto comenzará lo tendré apuntado para leer. Y de
esta introducción sale la frase con la que pensaba encabezar la entrada, porque
sintetiza claramente la influencia del azar sobre mis hábitos de lectura:
“Soy
como un hombre que tropieza; mi pie golpea algo, miro hacia abajo, y allí está
exactamente lo que me hacía falta”
James
Joyce.
El
azar y mi búsqueda permanente de nuevas lecturas me hacen tropezar con la obra que
estoy necesitando. A pesar de tener una agenda plagada de títulos sin abarcar,
la mayoría de las veces me decido por un rótulo del que ya no recuerdo su
antecedente. Lo pido a la biblioteca y cuando lo comienzo a leer, me doy cuenta
que me está ofreciendo alguna respuesta a tanta duda que en ese momento siento.
Es puro azar, como el escoger un libro por el diseño de su portada y encontrar
en su interior con un tema que te inquieta hace tiempo y que te actualiza la
necesidad de elaborar una respuesta.
En
2013 me faltó tiempo para leer. A pesar de haber atravesado por 111 libros, continuo
con tantas dudas como antes de iniciarlo. Muchos de esos textos me aportaron
material para poder encarar este blog y tener una continuidad en el escribir
semanalmente, y darme una supuesta riqueza intelectual para expresarme. Pero
esta noche al brindar junto con amigos, mi cabeza dirigirá sus pensamientos
exclusivamente a respuestas pendientes de encontrar sobre mi vida. Eso
significará que no me siento pleno y que, en mi debilidad por la literatura,
sigo buscando títulos que me acerquen nuevas respuestas.
Cuando
comencé con el blog, allá en junio, llevaba leídos casi 60 títulos. Dedicarme
con tanto celo a esto de poblar la ya poblada 2.0 de nuestra querida y bíblica internet
no me impidió seguir leyendo. Es verdad que en este 2013 me propuse leer obras
cortas que no excedieran las 300 páginas. Así todo, el resultado me sorprende
más a mí que a cualquiera de los que decidan pasar las últimas horas del año leyéndome.
Este deltreceenadelante que a partir de mañana parecerá un año añejo está
construido sobre los pilares de la lectura. Casi todos los temas que divago
tienen su fuente en algún libro leído, en algún escritor admirado, en algún pensamiento
compartido, en alguna frustración manifestada por otra mente privilegiada que
supo expresar sus dudas y vivir de ese intento. Yo apenas dejo botellas a la
deriva, y dependiendo de la fuerza de los antivirus, logro entrar en algunas
pantallas y logro invadir algunas mentes, sin saber si mi lectura será compartida
o simplemente otro pasatiempo efímero de linkear en internet.
Vuelvo
a la frase del inicio. Me falta tiempo, nunca lo tendré exactamente para
acometer todas las lecturas que quisiera. Hay algo pretencioso e inmaduro en
esta necesidad o afición. Me falta tiempo en mi caso es un absurdo comparado
con ese me falta tiempo que muchos se adjudican a la hora de confirmar que
apenas han leído en ese año calendario. Como será motivo de otra entrada, no
profundizaré en demasía. Simplemente a la hora de levantar mi copa a tantos
deseos verdaderamente necesarios para mi destino, ofreceré el deseo de que esa
frase no sea una circunstancia y que la mayoría de los mortales, se regale el
tiempo necesario para saborear de la literatura.
“Hace
falta un esfuerzo mayor de la imaginación para comprender lo que existe que
para comprender lo que no existe”
Richard
Ferynan
Necesité
ensanchar mi conocimiento del mundo real, por lo cual incluí de a poco ensayo y
otras lecturas por sobre mi amada novela. El objetivo sigue siendo aumentar mi
curiosidad por abarcar otros temas. Libros de viajes, de historia, de música,
de artes que desconozco, de pintores e incluso de religiones que al día de hoy
no simpatizo con ninguna. Esto me obligará a despegarme poco a poco de la
novela, y eso me llevará a contemplar más la realidad que la ficción, de la que
me debo sentir tan protegido.
Un
mes en mi país me permitió comprobar que el relato sobre el que el gobierno
construyó su épica, se ha derrumbado. Y lo derribaron sus propias mentiras. Y
sus seguidores se replegarán buscando nuevas quimeras, otras tierras prometidas,
aunque como coletazo sigan creyendo que una reina popular ha dado grandeza a un
pueblo oprimido. Quizás esos adeptos se parezcan a mí buscando algo de ficción en
esta vida tan dura, tan plagada de contrasentidos. Recomiendo la ficción de la
literatura, no daña la mente humana, no alimenta más que mis propias fantasías
o necesidades, no enriquece ilícitamente a nadie ni te hace sentir, después de
una década, que te han metido la mano en el bolsillo ni en tu ilusión de niño. Y
tanta lectura no me ha permitido poder discutir sin recibir la agresión del
fanatismo, la negación de la duda como algo existencialista y no como elemento desestabilizador,
preguntarse no es de enemigo, es simplemente el origen de la vida, preguntarse
si lo que nos están contando no es algo que parece una manipulada utopía.
Me fascinan las novelas,
me meto en cada una de ellas e intento comprobar si estoy capacitado para
sentarme un día de estos y escribir nuevamente una. Quizás sea el desafío para
este nuevo año. Hace más de una década escribí cuatro novelas, cuatro atisbos
de literatura. Seguramente, al comprobar que no alcanzaban para enriquecer más
allá del entusiasmo familiar, me propuse leer para suplir esa falencia. Estas 57
entradas de blog me obligan a seguir profundizando mi búsqueda. Creo tener ya
un tema para escribir, solo resta sentarme y tipear algo que no sea
terriblemente parecido a mis vivencias, tiene que parecer pura ficción y el
azar de escoger una temática que no tenga nada que ver con mi vida pasada,
presente y futura. Pero el tema está vinculado a mis distintas etapas, entonces
creo que mis héroes literarios escriben sobre lo que le sucede a diario, y le
dan el aura de la ficción para disimular la pena de escribir sobre cosas que
les han sucedido y que no han podido resolver, salvo en episodios
detectivescos.
Todo lo que leído me ha
servido para algo, al menos para disfrutar. Espero que me sirva para mi propia
literatura. Deseo seguir tropezando con mis lecturas gracias al azar, como
reflejara Joyce. Espero seguir preguntándome luego de leer ficción, porque los
humanos hacemos tan fea realidad en el mundo, espero encontrar gente que lo
intente mejorar sin afán de enriquecer sus bolsillos, de nivelar las miserias, de
cuestionar hacia dónde vamos y dejar finalmente de lado las bondades de las
distintas cajas bobas que nos van limitando la capacidad de razonar y crecer,
no es hora aun de acercarnos a los primates.
Quedan pocas líneas para
despedir el año. Tengo infinidad de asuntos pendientes para mejorar en 2014. Mi
principal desafío es poder pedir ayuda, porque creo que la necesito. Seguiré
leyendo, seguiré divagando, alguno me seguirá leyendo, seguiré tropezando con
la ficción que me de respuestas o renueve dudas, y no buscaré records,
solamente debo leer con avidez y fomentar ese placer sobre la gente que quiero.
Y comparto los libros leídos en este año que se nos va, no recomiendo ninguno,
ustedes deberán tropezar con el que necesiten para satisfacer sus dudas, solo
les dejo una larga lista, que sigue siendo mi debilidad, anotar los libros que
leo, como alguna vez anotaba los distintos jugadores de futbol. Al menos, como
consuelo, esta afición para algo más madura que la de apuntar players.
Dice Muñoz Molina que las
páginas recorridas con avidez se parece por lo compulsivo y poco saludable, al
de devorar comida. Espero que solo se trate de atesorar riquezas para dar
solidez a mi vida. Si fuera necesario, encararía una dieta, si viera que esto de
leer todo el rato me alejara de construir un mundo más justo.
Enero
Pérdida – Gudbergur Bergsson
La cena equivocada – Ismaíl
Kadaré
El parecido – Álvaro Pombo
La isla de la pasión –
Laura Restrepo
La extraña – Sandor Marai
Kaddish por el hijo no
nacido – Imre Kerstész
Esta historia – Alessandro
Baricco
Wasabi – Alan Pauls
Martin Dressler – Steven Millhauser
Febrero
El verano sin hombres
(Siri Hustvedt)
Parte de una historia
(Ignacio Aldecoa)
Los amigos de Eddie Coyle
(George Higgins)
Y que se duerma el mar
(Gustavo Martín Garzo)
Una misma noche (Leopoldo
Brizuela)
Solar (Ian McIwan)
La casa de Matriona
(Alexandr Solzhenitsyn)
El mar y el veneno (Shusaku
Endo)
Andamios (Mario Benedetti)
Historias del calcio
(Enric González)
Mauricio o las elecciones
primarias (Eduardo Mendoza)
Muertes de perro
(Francisco Ayala)
La verdad sobre Marie
(Jean-Philippe Toussaint)
Marzo
Formas de volver a casa
(Alejandro Zambra)
La hermana (Sandor Marai)
Mr. Gwyn (Alessandro
Baricco)
Una comedia en tono menor
(Hans Keilson)
Las noches (Gerard Reve)
Knockemstiff (Donald Ray
Pollack)
De vidas ajenas (Emmanuel
Carrere)
La historia de mi gente
(Edoardo Neri)
Ayer no más (Andrés
Trapiello)
La enfermedad (Alberto
Barrera Tyszka)
Reunión de bachilleres
(Franz Werfel)
Abril
Las leyes de la frontera
(Javier Cercas)
El temblor del héroe
(Álvaro Pombo)
Los invitados de la
princesa (Fernando Savater)
Paradero desconocido
(Kressmann Taylor)
La carroza de Bolívar
(Evelio Rosero)
Nada se opone a la noche
(Delphine de Vigan)
Los viejos amigos (Rafael
Chirbes)
El tiempo material
(Giorgio Vasta)
Fiesta bajo las bombas
(Elías Canetti)
LTI La lengua del tercer
Reich (Victor Klemperer)
Baila, baila, baila
(Haruki Murakami)
La muerte del padre (Karl
Ove Knausgard)
Mayo
La sombra de lo que fuimos
(Luis Sepúlveda)
El enigma de París (Pablo
De Santis)
Crímenes (Ferdinand Von
Schirach)
La vida en las ventanas
(Andrés Newman)
El año del pensamiento
mágico (Joan Didion)
Paradoja del interventor
(Gonzalo Hidalgo Bayal)
Matar al padre (Amelie
Nothomb)
Goethe se muere (Thomas
Bernhard)
Un momento de descanso
(Antonio Orejudo)
Un hombre llamado lobo
(Oliverio Coelho)
Día sin retorno (Kressmann
Taylor)
La vida antes de marzo
(Manuel Gutiérrez Aragón)
Junio
Karnaval (Juan Francisco
Ferré)
El desfile del amor
(Sergio Pitol)
Lo que mueve el mundo (Kirmen
Uribe)
Help a él (Fogwill)
Si esto es un hombre
(Primo Levi)
Me voy (Jean Echenoz)
Por qué nos gustan las
mujeres (Mircea Cartarescu)
Una letra femenina azul
pálido (Franz Werfel)
La comedia humana (William
Saroyan)
Tres luces (Claire Keagan)
El caso Kurilov (Irene
Nemirovsky)
Julio
Ciudad abierta (Teju Cole)
Los inocentes (Hermann Broch)
La muerte del corazón
(Elizabeth Bowen)
Déjame ir, madre (Helga
Schneider)
Bodas en casa (Bohumil
Hrabal)
Una novela francesa
(Frederic Beigbeder)
La desaparición (Tim
Krabbé)
La viuda de los jueves
(Claudia Piñeiro)
El hombre roto (Tahar Ben
Jelloun)
En deuda con el placer
(John Lanchester)
Los bosnios (Velibor
Colic)
Setiembre
El perro del hortelano
(Lope de Vega)
Carta de una desconocida
(Stefan Zweig)
Leporella (Stefan Zweig)
En tierras bajas (Herta
Muller)
La piel (Curzio Malaparte)
Necrópolis (Boris Pahor)
Bolero en la villa de los viejos
(Fatos Kongoli)
El miedo del portero al penalti
(Peter Handlke)
La especie humana (Robert
Antelme)
El curioso incidente del
perro a medianoche (Mark Haddon)
Octubre
El cuello de la jirafa
(Judith Schalansky)
Subir a por aire (George Orwell)
Mi vida querida (Alice
Munro)
Intemperie (Jesús
Carrasco)
Barrio perdido (Patrick
Modiano)
Bajo una estrella cruel
(Heda Margolius Kovaly)
Ruido de fondo (Don de
Lillo)
Segundo matrimonio
(Philipp Lopate)
Noviembre
Un tren en invierno
(Caroline Moorehead)
El tango de la guardia
vieja (Arturo Pérez Reverte)
El sueño del retorno
(Horacio Castellanos Moya)
Una llamada misteriosa
(Philip Kerr)
El bello amor humano
(Lyonel Trouillot)
El pan a secas (Muhamed Chukri)
Nacimiento de un puente
(Maylis de Kerangal)
El crimen del soldado (Erri
de Luca)
El cielo es azul, la
tierra es blanca (Hiromi Kawakami)
Diciembre
Todo lo que era sólido
(Antonio Muñoz Molina)
El héroe discreto (Mario
Vargas Llosa)
Tres veces al amanecer
(Alessandro Baricco)
Crónica de una ciudad de
piedra (Ismaíl Kadaré)
El concierto (Hartmut
Lange)
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