¿Han estado algún 16 de
junio festejando el “Bloomsday”?. Juro que todos los años pienso en acercarme a
Dublín en esa fecha, pero aún no he cumplido con la intención. No puedo afirmar que me va a gustar, pero al
menos, reconozco que me atrae la celebración del día donde transcurre el Ulysses
de James Joyce.
¿Han leído el Ulysses?. Lo
encaré después de un viaje a Irlanda a la vista de tantos monumentos y señales
de su existencia en la recorrida por Dublín. Doble paradoja, Joyce se exilió en
varios puntos de Europa para terminar en París enojado
y hastiado del nacionalismo irlandés, jurando no regresar. El sentimiento hacia
él de sus conciudadanos también fue de menosprecio, pero ahora caminando por
Dublín, todo lo que se puede vender de la ciudad turística estará identificada
con el perfil aguileño del escritor o de la cerveza Guinnes, el otro ícono de
la ciudad. La segunda paradoja es que el Ulysses es un libro clave en la
historia moderna de la literatura universal, pero no se puede presagiar un
porcentaje optimista de gente que lo ha leído y tratando de suavizar la
afrenta, la cantidad de los que al menos han encarado su lectura sin
completarlo.
Como paliativo, podemos
coincidir que es un libro difícil para traducirlo al castellano. Generalmente un
libro en nuestras manos no nos permite detenernos a pensar que cada frase tuvo
que ser traducida con exactitud, con criterio y con el prisma del autor y de su
época. Una anécdota asegura que ante un comentario despectivo de Borges ante
una nueva traducción del libro, un joven que lo escuchaba defendió el trabajo
de José Salas Subirat al expresar que el señor Subirat tendría que ser el más
grande escritor en lengua española. A criterio de muchos, este argentino logró
que la turbulenta prosa joyciana pudiera ser traducida con valentía, logrando
dar a conocer de una manera aproximada un texto de traslación casi imposible. El
mérito de Subirat fue intentar plasmar en castellano las diversas ironías lingüísticas
que propone Joyce en sus más de ochocientas páginas, aún cuando en ocasiones
tuvo que mantener palabras originales porque no era fácil encontrar su
correlativo al castellano. Y en muchos párrafos podemos presumir que trata de
un juego de palabras, pero en la traducción no podemos presagiar la calidad de
ese juego. Treinta y cuatro años después, la traducción de José María Valverde mejora
los errores de la traducción de Subirat pero se equivoca en querer imponer esa
voz española más que la castellana que proponía el argentino.
Es un libro difícil porque
el mismo Joyce lo ha ido corrigiendo a lo largo de las primeras ediciones, amén
de las distintas variaciones en las que incurrió durante los ocho años que le
llevo finalizar el texto, en los penosos tiempos de la primera guerra mundial. A
punto de ingresar en imprenta, su primera editora, Sylvia Beach, propietaria de
la librería Shakespeare & Cía., consideraba caprichosas y caóticas las
correcciones que intentaba, aún en el proceso de impresión, llevar a cabo
Joyce.
Es un libro difícil porque
en el mismo momento de su publicación, el 2 de febrero de 1922, los críticos no
se pusieron de acuerdo. Si bien el éxito de los primeros dos mil ejemplares
publicados fue inmediato, los críticos puritanos acusaron al autor de “obsceno”
y “pornográfico”. Leonard y Virginia Woolf fueron de los primeros en rechazar
la publicación del libro, mencionando la obra como indecente. Los quinientos
libros enviados a los Estados Unidos fueron quemados al llegar al país por
acción de la Sociedad para la Prevención del Vicio. Del otro lado, poetas,
escritores e intelectuales apostaron fuerte por el Ulysses, hasta el punto de
conseguirle editores en los demás países del continente.
El experimento que surgió
del Ulysses es sobretodo verbal, un juego de palabras permanente que reemplaza
a las ideas, notas a pie de página o refinamientos técnicos que no se utilizaban
hasta entonces inaugurando el realismo decimonónico. Leopoldo Bloom, el
protagonista fue considerado como un don Nadie, un personaje mediocre, que
mostraba sus pensamientos insustanciales o vacios, que no concordaban con la
literatura épica hasta ese momento. Pero con el tiempo y las siguientes ediciones
el personaje se vuelve más próximo, más verdadero, adoptando la forma de
personaje esencial de la literatura. Bloom logró ser una voz reconocida, que saca
a la luz los trapos sucios y las “monstruosas” realidades ocultas de la mente,
que de día y noche maquinan los hombres vulgares, convirtiéndolo en un anti-héroe.
El Ulysses acompaña a
Leopold Bloom durante un día cualquiera, un solo día, el día más largo de la
historia de la literatura, en este caso, el 16 de junio de 1904. La fecha es
conmemorativa, es el día que Joyce conoció a Nora Barnacle, el amor de su vida.
La jornada comienza a las ocho de la mañana para terminar en las profundidades
de la madrugada siguiente. En ese margen de tiempo efectúa un recorrido tan
exhaustivo de Dublín que Joyce solía decir que si algún día la ciudad
desapareciera de la faz de la tierra sería posible reconstruirla a partir de su
libro. Y lo llamativo de tanta precisión es que escribió la mayor parte de la
obra en un exilio voluntario, en ciudades como Trieste, Zurich o París.
A lo largo de dieciocho
capítulos – a capítulo por hora, menos el último que podría representar un poco
más de tiempo- , se conjugan diversos
estilos (casi también estilo por capítulo). El capitulo 3 es un monologo
interior caminando por la playa; el 5 y 6, soliloquios por la calle y humor
negro en un entierro; el 8 la nausea de Bloom al mirar comer en un restaurante;
el 11, un homenaje a la música; el 13, una parodia de las novelas rosa; el 14,
una pequeña historia de la prosa inglesa, imitando a varios autores conocidos;
el 15, entre teatral y cinematográfico, en el barrio chino; el 17, con Bloom
volviendo a casa, está tratado con preguntas y respuestas largas; y el final, con
un monologo interior de la señora Bloom sin pausas ni puntos apartes. Es por esto
que Joyce revoluciona para siempre las estructuras del género narrativo.
Intentó parodiar la Odisea de Homero a través de Leopoldo Bloom (Ulises), Molly
Bloom (como una falsa Penelope) y de Stepehn Dedalus (como Telmaco) pero solo
logró modificar para siempre la literatura inglesa y universal.
James Joyce. |
Desde 1954, coincidiendo
con el 50 aniversario de la obra, se celebra cada 16 de junio en Dublín, el
Bloomsday. Los seguidores de Joyce se
visten con ropas de la época eduardiana y recrean el ambiente de la ciudad de
1904 repitiendo el periplo que vivió Bloom a lo largo de ese día. Comienzan la
mañana desayunando salchichas, bacón, judías y black and White pudding con
tostadas que sirven casi todos los pubs, se bañan en la playa de Forty Foot,
visitan la Martello Tower y así hasta cubrir las principales localizaciones que
aparecen a lo largo de la obra. Desde las ocho de la mañana hasta pasadas las
diez de la noche, todos los que participan de los festejos concurren a
homenajear a un escritor y a una ciudad.
Es un libro difícil,
muchos no lo han encarado, tantos otros abandonaron antes de la página
doscientos, varios intentan cada tanto retomarlo y otros finalmente lo
consiguieron. Su lectura es compleja, muchos capítulos brillan pero algunos
pueden pasar por tediosos e indescifrables. En todo caso, la lectura es una
experiencia a intentar y como recompensa, una pinta de cerveza bajo una
sombrilla victoriana puede resultar un aliciente en un día cercano al verano
dublinés.
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