Imagina que no hay Cielo,
es fácil si lo intentas.
Sin infierno bajo nosotros,
encima de nosotros, solo el cielo.
Imagine - John Lennon
Por lo tanto, como quiero levantar
de la mente de las Eminencias y de todos los fieles cristianos esta vehemente
sospecha que justamente se ha concebido de mí, con el corazón sincero y fe no
fingida, abjuro, maldigo y detesto los mencionados errores y herejías y, en
general, de todos y de cada uno de los otros errores, herejías y sectas
contrarias a la Santa Iglesia. Y juro que en el futuro nunca diré ni afirmaré,
de viva voz o por escrito, cosas tales que por ellas se pueda sospechar de mí;
y que si conozco a algún hereje o sospechoso de herejía, lo denunciaré a este
Santo Oficio o al Inquisidor u Ordinario del lugar en que me encuentre.
Este es un párrafo de esta "supuesta"
confesión firmada el 22 de junio de 1633. Fue denominada abjuración, que
proviene de abjurar. Si bien no es una palabra de uso habitual en estos
tiempos, su etimología nos recuerda que significa algo así como retractarse,
algo que tampoco es habitual en estos tiempos. En el lenguaje coloquial al que
abjura se le denominaba renegado o converso de una religión. También renegamos
de las ideologías, de las creencias o de una identificación nacional. Se aplica
peyorativamente que reniega a todo aquel que se sale o marcha de una
institución o agrupación -familia, ejército o club- para pasarse a una
institución rival; en este caso se lo
relaciona con la palabra traición.
Pero apostasía puede ser considerado
un término equivalente. Su origen griego la configura como la posibilidad de colocarse
fuera, como el cambio de doctrina o de opinión. Si bien abjurar, renegar o
apostatar se ven obligadas casi siempre a estar vinculadas con un término
religioso, no son palabras exclusivas o retenida su interpretación por la
religión. Apostatar es un derecho incluido dentro de la Declaración de los
Derechos Humanos. Tantas veces un apostata se niega a apoyar actos contra la
humanidad, como pueden ser guerras, torturas, genocidios, coacción ideológica,
esclavitud, corrupción tanto ideológica como financiera y económica, fomento de
la ignorancia y del atraso científico, la manipulación a través del miedo y el
engaño, o el remanido intento de prohibir la libertad de acción o pensamiento.
Si releo esta lista, parece que sutilmente estoy hablando de alguna institución
religiosa y su doble rasero. Pero no todo es religión, también nos doblega la
ideología. Y todo el tiempo, por un instinto natural, queremos doblegar a
nuestro entorno.
Se solía creer que en la
confrontación de ideas se provocaba el crecimiento de la persona. Aunque no
estés de acuerdo, te pueden regalar una frase o pensamiento que te permita
repensar tus ideales. Lo que me mueve a preguntar es si notamos alguna muestra
de crecimiento en nuestros disensos contemporáneos. No debe ser fácil renegar:
si retomamos la abjuración que mencionamos, la del año 1633, nos permite suponer
que renegar es mucho más fácil de aceptar con el paso del tiempo. De hecho la reivindicación
a Galileo llegó oficialmente 359 años después, cuando el Papa Juan Pablo II
pidió perdón por la condena injusta de considerar blasfemo que la tierra era la
que giraba alrededor del sol. Mencionó algo así como una trágica incomprensión
mutua.
Benedicto XVI determinó unos años
después, en 2009, que Galileo Galilei y otros científicos han ayudado a los
fieles a comprender mejor y "contemplar con gratitud los trabajos del
Señor". Bien hecho por una institución que en sus escrituras suele
recordar que Cristo confirió a los apóstoles el poder para perdonar pecados o
ejercer el ministerio de la reconciliación. Lo que no está claro son los
tiempos que han de tomarse. Juan Pablo II remedió un error de 359 años, pero no
puedo encarar, y si esconder y callar, el tema de la pederastia en el seno de la Iglesia, por ejemplo.
Es que los temas candentes y vigentes no se contemporizan, nuestra moral nos
obliga a retener esos dilemas hasta que pase un tiempo considerable. Pero
debemos seguir siendo buenos samaritanos, la confesión semanal sigue siendo
recomendada. Por algo Juan Pablo II hoy es un santo, y nosotros, meros
mortales.
Todas las ideas son creaciones
humanas. Las políticas y las religiones también. Suelen aparecer como una
respuesta a la necesidad de interpretar nuestra vida y el mundo en que
habitamos. La mente humana ha generado toda teoría, todo tratado, toda condena.
A un razonamiento humano nos permitimos cuestionarlo o invalidarlo. Intentamos
discernir a través de nuestro razonamiento o inteligencia cuál de estas ideas
son o no fiables. ¿Por qué nos cuesta tanto cuestionar una doctrina religiosa o
ideológica, si son producto de una creación humana? Si cuestiono un dogma
religioso o un contenido político, seguramente también estaremos tratando de
buscarle un sentido o perspectiva a la realidad. Pero esas creaciones de
nuestras mentes adquirieron una fuerza y un poder independiente tal, que si nos atrevemos a
desafiarlos, nos convertimos en blasfemos, herejes, apostatas, conversos o
rebeldes.
En un punto muchas veces me siento
un converso o renegado. Mejor dicho, termino sintiéndome renegado porque si cuestiono
un pensamiento que inconscientemente acepté en otro momento de mi
"evolución", le estoy dando la espalda a mi esencia. No es duro ser
un converso, es simplemente molesto. Tal vez, si llegaron a este renglón,
alguno se habrá de preguntar que me ha pasado para expresar las cosas que
expreso -y juro que lo hago con mucho tacto y respeto-. No me ha pasado gran
cosa, o tal vez, por suerte me han pasado cosas. Y decidí preguntarme. Y me di
cuenta que "su pregunta no incomoda" es otra gran creación de la mente humana,
que en realidad viene a decir que sí molesta. Pero que queda bien expresar una
amplitud de miras, cuando más bien, nuestra mira es tan pequeña.
Hay días que me siento débil, y es
una debilidad tan intensa como la fortaleza que siento cuando me siento fuerte.
He optado, en ambos casos, con tragar saliva o sacar pecho, dependiendo de la
circunstancia. No tengo la suerte de pedirle a alguien externo que me de fuerzas. Creo
que la fuerza la debo encontrar en mí, o esperar con paciencia que se me
restablezca. A veces creo que es injusto, otros de inmediato se persignan y
buscan en el dios al que tantas veces "engañan" o "desilusionan", que le renueve el voto
tal vez perverso de re aceptar en el rebaño; no hay metáfora tan injusta como
la del hijo pródigo que nos hace alusión a ese tipo de regresos.
El ser humano conoce a partir de la
experiencia y a su vez, no puede ir más allá de su experiencia. El hombre
pierde el contacto con la realidad misma y por eso tantas veces no se pregunta
por qué cree en lo que cree. El hombre en realidad, es un niño grande y confía
en religiones e ideologías que se han generado en el imaginario, tal vez porque
hay que ser muy fuertes para aceptar que los estragos que causamos sobre el
planeta tierra son el resultado de nuestro accionar, de alguna idea que brotó
de nuestra imaginación. Purgamos imaginación con otro tipo de imaginación. Y
nos aferramos a una invención o un ideal de una invención.
Robert Pirsig, popular escritor estadounidense,
motivó algunas frases para considerar en todo momento: "Cuando una persona
padece de delirio, a eso se le llama locura. Cuando muchas personas padecen de
delirio, a eso se le llama religión", o "El lugar para mejorar el
mundo por primera vez es el propio corazón, la cabeza y las manos", o
"El mundo emerge como una relación entre el hombre y su experiencia. Él es
un participante en la creación de todas las cosas. La medida de todas las
cosas", y "Para cada hecho hay una infinidad de hipótesis".
¿Podemos imaginar un mundo sin
religión ni ideología? De hecho, en la mayoría de nuestro accionar diario,
vivimos en ese mundo. Los seres humanos somos concebidos con el mismo material
con que inventamos a los dioses y a los políticos o revolucionarios. La duda es
si pudimos haber sido capaces de inventar algo mejor que la religión o la
política. Viendo el atentado terrorista en el aeropuerto de Bruselas, este
miércoles que pasó, vemos que las dos grandes flaquezas de estos tiempos -la
religión y la política- están pidiendo a gritos la invención de otro ideal. Es
de esperar, que el ser humano se esmere algo más en esa posible invención.
Mientras tanto, la abjuración de Galileo de 1633 para poder seguir vivo
-aunque recluido por la Inquisición- y las ganas de vivir que presume tener la
raza humana, aunque se sigue mutilando, me recuerda la frase de Sam Harris
que intenta resumir la crisis entre el Occidente cristiano y el islam, y las
respectivas políticas: "Los únicos ángeles que necesitamos invocar son
aquellos que representan lo mejor de nuestra naturaleza: razón, honestidad y
amor; y los únicos demonios que debemos temer son aquellos que están escondidos
en cada mente humana: la ignorancia, el odio, la codicia y la fe, que es
seguramente el príncipe de los demonios"...
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