"Somos nuestra memoria, somos
ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos".
Jorge Luis Borges.
El que se vislumbra en el dibujo de
la entrada es el fallecido escritor José Luis Sampedro. La foto verdadera - preciosa - apareció en el
suplemento Babelia de esta semana. Amparado por las destrezas del Photoshop,
intento que la imagen visual de cada entrada sintetice parte del texto. El
rostro de Sampedro reflejado en un cristal representaba por sí sólo la idea del
futuro del escritor. Pero el juego del vidrio roto mejoraba el concepto. Si
como sociedad nos estamos mirando al espejo, sabemos que todos los cristales
hoy deforman. Y si no desfiguran, se
rompen ante la frágil mirada sin compromiso. Es la primera vez que me siento a
explicar una entrada de este blog. Será la vejez del segundo año. Será la
resignación de pensar que a Sampedro, como a muchos otros que nos han
abandonado, no logramos reemplazarlos.
Antonio Muñoz Molina, una de las
voces literarias que suelo "escuchar", alertó hace unos años que la
mención del autor comprometido es una moda que limita la creación literaria
porque el arte se hunde cuando se politiza. Más que moda parece ser una actitud
hipócrita. De parte de todos. El que escribe y se alinea, y el que lee, antes
de leer observa a quien representa, para leerlo solamente si es de su agrado.
Varias veces he escrito que la militancia en la literatura no tiene acera. El
que escribe no se debe alinear con nadie. Solo se mantiene en su propia orilla
y nos alerta sobre lo que estamos avalando o no viendo. Si no nos advierte, no
solo el arte se hunde.
A veces creo que los escritores han
descreído de que deben ser intelectuales. La definición de la RAE en su primera
acepción nos clarifica que intelectual es aquello perteneciente o relativo al
entendimiento. Prefieren ser marketineros, productores de su propio contenido y
profesionales rentados en la redacción de novelas, poemas, cuentos, ensayos,
editoriales y prensa. En la vorágine de este tipo de creatividad, muchos
olvidan ese instrumento tan delicado que el intelectual debe portar, que es la
inteligencia.
Jorge Gorostiza grafica que la inteligencia
es "soledad en llamas". Soledad no debe significar aislamiento, sino
distancia. Cuando pienso no siempre estoy solo, tantas veces estoy acompañado.
Solo que me tomo mi tiempo para tratar de entender y profundizar lo que estamos
viviendo. La gente necesita todo el tiempo precisiones. No lo hace por avidez,
creo que por ansiedad y una dosis increíble de comodidad. Revisen las redes
sociales, se encontrarán con la mayoría de sus contactos pegando frases o
textos de otros. Tómense su tiempo y vean si la gente publica su propio
contenido. No, no lo está haciendo. Y en esa avidez, necesitan intelectuales
que les hagan creer que hablan por nosotros. "Nosotros" es parte del
secreto. Todo aquel que no habla solo en su nombre y menciona a "nosotros
o a todos y todas", en realidad nos está atrapando. Por no decir
engañando.
"Esta vida es mi referente,
esta vida es la que tenemos el deber de vivir, pero tenemos que buscar la
libertad, porque sin libertad lo que vivo no es mi vida, sino la vida que me
imponen". Para José Luis Sampedro era esencial la relación entre los
hombres y el entorno. Comprender que lo que le hacemos al mundo, nos lo estamos
haciendo a nosotros, que somos parte del mundo. "Lo que creo que es la
verdad es solo mi verdad. La verdad no es objetiva con cosas que no puedes
tocar ni demostrar. Hay que pensar en la verdad de cada uno y la frontera me
permite tener mi verdad, pero a la vez aprovechar y gozar de la verdad ajena".
"Existen muchos grupos de poder
que quieren apropiarse de escritores, y eso es utilizar mediáticamente a los
escritores y lectores" declaró Arturo Pérez Reverte. Cuando creemos que
quién está expresándose es un grupo social, muchas veces caemos en manos de poderes.
Dudo si los tópicos como "es la voz del pueblo", o "el pueblo
unido jamás será vencido", sean de la voz ciudadana. La multitud no suele ser humana. El hombre
solo es el que debe purificarse de las suciedades que se anuncian en las plazas
públicas. Si logra tomar distancia de la multitud, podrá ver el rostro de las
personas. Y podrá distinguir si lo que ve es un encubridor, fanático,
manipulado o un testigo, guía, lúcido o referente.
Sócrates solía ir al mercado de
Atenas, recorrerlo y mirar todo con recelosa atención. Pero se retiraba sin
comprar nada. Le consultaban por su actitud, a lo que respondía: "Me
encanta ver tantas cosas que no necesito para ser feliz". Sampedro cree
que la educación hoy está basada en crear productores y consumidores. El niño
desde pequeño aprende que se frustra por aburrimiento. Antes nos frustrábamos
por carencias. Hoy los niños no piden, exigen, porque desde que comienzan a
hablar les inculcamos la doctrina del consumo.
Y a esa doctrina nos sumamos todos.
Y nos aferramos a creer que nos representan esas tres palabras que aparecen en
toda búsqueda laboral o carta de presentación de empresas:
"competitividad, productividad e innovación". Y esas palabras en
realidad nos están dejando fuera del sistema. En la era de la información
actualizada, no sabemos bien qué hacer. Con un click accedemos a la
información, pero no podemos distinguir si es correcta. Si nos agrada, la
copiamos y pegamos. Si no nos gusta, hasta podemos ser ruines defenestrándola. Hoy
podemos conocer de casi todo, pero en realidad no comprendemos de casi nada. Ahí
radica la diferencia del escritor con compromiso.
El buen escritor forma su propio
criterio. No se basa en lo ampuloso del discurso gobernante ni en la comodidad
del opositor. Se aparta de las muchedumbres, porque suelen estar manejadas. No
debe pertenecer a una clase especial, porque estar formado y tener conciencia
no tiene porque relacionarse con una clase, son dones individuales simplemente.
El problema pasa porque las palabras justas y precisas ya no avergüenzan ni
delatan. Por más que presenten las
pruebas, claudican ante una masa que está manejada por una aparato establecido.
Y tarde o temprano ha de ser juzgado. Le encontraremos su lado débil, simplemente
porque es humano. Piensen ustedes sobre sus debilidades. ¿Las hacen públicas, los
desacreditan o simplemente las asumen como normales? ¿Nos detenemos a razonar
si este intelectual incompleto o falible no lleva razón en su razonamiento?
¿Por qué lo que no nos halaga nos irrita? ¿Por qué nos abanderan farsantes?
El escritor comprometido suele decir
en realidad lo obvio, lo fácil, pero que en definitiva casi nadie se anima ni a
pensar. Buscamos ser convencionales, eso transmite una imagen de ser
implicados. Somos acomodaticios, somos efímeros. Igual que el éxito. Escuchen
lo felices que se muestran los progresistas, los innovadores. El éxito marea a
todos, bastante más a los débiles e incapaces. Esos cinco minutos de fama que
algunos creen encontrar en un reality o provocación mediática que te aleja del
anonimato, tarde o temprano te arroja del ficticio pedestal. El escritor
comprometido deberá poner en riesgo el aplauso momentáneo con un nuevo escrito
o pensamiento que lo vuelva a comprometer.
José Luis Sampedro en sus últimos
años de vida se había convertido en el faro para el pensamiento de las nuevas
generaciones. En esa mirada cristalina, en esa voz clara y cercana, en esos
movimientos que confesaban cansancio, había elegido a la vez que seguir
viviendo, vivir para otros, a los que nutría. Era de la idea de construir el
nuevo sistema mientras se terminaba de destruir el vigente, él que nos tiene
tan corrompidos. "Seguir como estamos es imposible porque su objetivo es
lo que llaman el desarrollo sostenible, que es más de lo mismo, y eso es insostenible.
Y no podemos transformar el mundo, porque somos el mundo", decía. En la
web encontramos vigente la voz de Sampedro, es un placer escucharlo aunque no
se puedan implementar parte de sus ideas. Esa convicción del que no te obliga a
creerle forma parte de ese compromiso que con su desaparición sigue vacante.
Los libros de historia están siendo
reemplazados por los de militancia. Preferimos leer novela histórica para luego
asegurar que comprendemos el pasado con el prisma del presente. Renegamos de
los últimos veinte años como un todo pero no escuchamos a particulares que nos
expliquen como hicieron ellos, como animales sociales y ya políticos, para no
estar impregnados de ese fracaso. Seguimos a nuevos colonos que vivieron bien de
esos tiempos criticados y objetados. Todos tenemos una doble vida y a nadie le
importa. Con los resultados de unos comicios, cambiaremos de acera, rasgaremos
nuevas vestiduras y buscaremos el beneficio económico.
Habrá que esperar al nuevo Sartre
que reactive la teoría del compromiso, superando a "¿Qué es la literatura?".
Debemos diferenciar al ser humano por un lado y a su obra literaria por el otro.
Si alguno ha leído a Alejo Carpentier en "El siglo de las luces"
sabrá que lo que el escritor cubano escribió, fue una profecía de una
revolución de la que él también formó parte y llevada a la práctica, ha distado
de su elevado propósito. Si nos quedamos con el personaje de Camilo José Cela,
nos perderemos de razonar la importancia de "La colmena", que reflejó
sin piedad pero con claridad aquel Madrid de 1943, del que Cela adhirió y se
benefició.
Lo mismo sucederá si juzgamos las
obras y las contradicciones de Simone de Beauvoir, Günter Grass, Pablo Neruda,
Alexander Solzchenitzyn, Primo Levi, José Saramago, Jorge Luis Borges y tantos
otros. Anhelemos encontrar a quien pudiendo aspirar a lo máximo en sus
condiciones, obtenga lo mínimo que nos pueda dar algo de luz. Eduquemos al
joven, hablémosle del pensamiento propio. Exijámosle que se prepare, que no
acepte lo que nos dice el oportunista sobre lo que está pasando. Así dejaremos
por fin reposar la cristalina y cansada mirada de desesperanza que nos dejó el
comprometido José Luis Sampedro, por que otros lo habrán reemplazado...
PD: Esta última intención me recordó a un joven al que alguna vez quise, cuidé y ayudé a criar y que hoy,
viendo su perfil social, da pena leerlo, por su militancia maleducada,
ignorante e inmoral, y por su trato discriminatorio hacia todo lo que no sea de
su agrado. Ya tiene 24 años, no puede ampararse en tantas limitaciones por
haber tenido un desastre de padre y madre. Ojalá que encuentre el compromiso.
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