"Los cuentos de hadas superan
la realidad no porque nos digan que los dragones existen, sino porque nos dicen
que pueden ser vencidos".
Gilbert Chesterton.
Habrá que ver de donde surgen la
mayoría de los textos literarios. La formación puede ser clave, sin ella no se
pueden ocupar carillas. El estilo depurado hilvana una buena narración. La
investigación exhaustiva es esencial a la hora de transportarnos por la
historia. La coherencia de un argumento lo hace creíble y atrapante. La
imaginación permite eternizar la impronta del que crea. Y una parte de la
historia se escribirá con nuestras vivencias o ideas al respecto. Pero ese
fluir surgirá de repente. La mente se aprovecha de que tenemos una idea para
abrir las puertas del inconsciente para sorpresa de todos, la del escritor
incluida.
El texto literario nos suele, a los
lectores, sorprender y desconcertar con determinados giros. Quizás porque
comenzamos siempre a leer pensando que el texto será previsible, y nos
levantamos o desconcertamos cuando sucede un giro entre líneas de los
acontecimientos. Quedamos vulnerables ante la creación, ya no es previsible la
lectura, se convierte en mágica, en atrapante. También dejamos de lado la
previsibilidad y ante un respiro de la lectura, nos abonamos a hipótesis
inconscientes que surgen de nuestra mente de lector. La comunión entre los
inconscientes, ¿Será esta la famosa empatía?
Siempre imaginé que lo que distingue
a un gran escritor de otro como yo, es que al narrar, puede ficcionar su
realidad. Es decir, que puede escribir en primera persona al tiempo que puede
construir una historia sobre la base de otra filiación, de otra personalidad, de
otro estrato social, de una manera distinta de pensar, de otra realidad que le
toca vivir. La escritora francesa Annie Ernaux alguna vez declaró: "No
deseo escribir ningún relato, pues eso significaría crear una realidad en vez
de buscarla". Algunos escritores al ofrecernos sus memorias, suelen
aclarar en forma de leyenda "memorias de ficción", porque como
graficó Cesar Antonio Molina: "Es la novela de mi memoria, porque para
contar cosas de la propia vida, hay que hacerlo desde la ficción".
Según Sigmund Freud, la literatura
confluye en una de las formas elaboradas en las que conseguía destilarse el
inconsciente. De hecho, dicen que Freud se sirvió de la literatura para
encontrar verdades articuladas que luego elevó a la categoría de conceptos
centrales. El padre del psicoanálisis empleó mitos que la literatura
transportaba, como los casos de Edipo de Sófocles, la versión griega o la
clásica romana de Ovidio sobre Narciso,
o el ensayo sobre Moisés de Miguel Ángel, o el Hamlet de William Shakespeare o
Los hermanos Karamazov de Fedor Dostoiesvski, o las obras de Leonardo Da Vinci. A Goethe lo admiró como científico y poeta. Su formación lo orientó
hacia el clasicismo antes que al modernismo. Y definió el inconsciente como su
objeto de estudio.
Con la irrupción del psicoanálisis
permitió un viaje hacia el interior de las personas. Hasta ese momento se vivía
una especie de opresión o hipocresía social emparejada con una aventura
romántica. Freud advirtió que los síntomas neuróticos era representaciones de
conflictos emocionales inconscientes. Aportó métodos para que pudieran salir a
la luz esos factores ocultos. Ciento veinte años después mantiene vigencia, porque
la angustia sigue allí, empujando al hombre hacia el constante sufrimiento. Seguimos
explorando nuestros secretos más íntimos y lo hacemos a través de la palabra,
como en la literatura. Quizás una diferencia sustancial es que a través de la
terapia lo que buscamos es detener el tiempo, desmenuzando lo previo, siempre
lo previo.
El escritor marroquí, Tahar Ben
Jelloun sostiene que el permanente rechazo al psicoanálisis, en realidad
proviene del miedo a ir al fondo de sí y el miedo a descubrir lo que no se
tiene en absoluto deseo de descubrir. El escritor y biólogo, Javier Sampedro
cuestiona que se trate de una ciencia, lo importante para los que se someten al
psicoanálisis es que funcione. Juan José Millas recuerda en su libro "El
mundo" que "los cincuenta minutos de sesión significaban cincuenta
minutos de visión. No era raro que al abandonar la consulta, tuviera que pasear
una o dos horas para digerir lo que había visto desde el diván". Ricardo
Piglia apunta: "El psicoanálisis es en cierto sentido como el arte de la
natación, el arte de mantener a flote en el mar del lenguaje a gente que está
siempre tratando de hundirse".
¿Por qué se escribe? Las respuestas
suelen ser variadas. Por necesidad, por insatisfacción, por rebeldía, por
perdurar, por modificar la realidad. ¿Por qué leemos? Para vivir a través de
otras vidas, para profundizar, para complementar la realidad, para averiguar
algo más sobre las personas, para crecer en nuestro interior. ¿Y por qué nos
psicoanalizamos? Por causas similares a la del escritor o lector. La diferencia
puede darse, que cuando acudes a un terapeuta, no tienes el guión definido. No
llevas los deberes hechos, sino que un conflicto interno te hace acudir casi
con los deberes deshechos. Te tumbas o te sientas frente al especialista y
tiendes ir a lo banal o periférico, antes que a lo trascendente. Comenzarás a leer
tu propia vida, tu "memoria de ficción" y ese obligado ejercicio te
alejará de lo periférico. Y recién allí has de encontrar las respuestas.
¿Por qué no leemos? Por falta de
tiempo, por el costo de los libros, por pérdida de concentración o estímulo, porque
no tenemos imaginación, porque no nos gusta, porque nos aburrimos, por el
arraigo a los medios audiovisuales o nuevas tecnologías, por ser una actividad
sedentaria, entre otros. ¿Por qué la gente no se psicoanaliza? Por los costos,
por desconfianza, por vergüenza a que te vean o a que te afloren las palabras, por
la facilidad de recurrir a un fármaco que sólo esconde tu ansiedad o depresión antes
que dedicar un tiempo prolongado a razonar para aceptar sus limitaciones y
modificar sus tendencias.
Hay países como Francia, Argentina o
los Estados Unidos, donde la terapia sigue siendo estandarte. En España, solo
el 50% de las personas que necesita tratamiento psicológico lo recibe. No hay
suficientes recursos ni psicólogos. La derivación es hacia el psiquiatra.
Quizás sea ese el motivo por el cual una parte de la sociedad descree o
ridiculiza la terapia. Asocian los problemas mentales con locura y debilidad, a
sus seguidores como charlatanes, amén del sentimiento de vergüenza por que
alguien conocido se nos cruce a la salida de la consulta.
Leer es similar a psicoanalizarse.
Te buscas, te objetas, formulas hipótesis, aceptas tus limitaciones, una lectura
te lleva hacia otra, mantienes el ejercicio de la constancia y llega un momento
que no dependes tanto de los otros. Tu afán por leer te lleva a nuevos autores,
la repetición de la lectura te acerca a agudizar los razonamientos y los
planteos. El escritor te muestra la letra en sus rodeos hasta llegar a un
destino, mientras que el analista nos ayuda a encontrar la letra que no nos
permite arribar a destino. Bucea en lo agujeros del significante la palabra
verdadera que libere un espacio de represión.
El texto literario es el lugar
privilegiado donde se manifiestan el inconsciente del escritor que campa por el
texto, y del lector que aprovecha el espacio para reconocerse y cuestionarse a
través de esas letras. La literatura para muchos no es entretenimiento, ni goce
estético. Es un ambiente que propicia el auto conocimiento. Tanto la literatura
como el psicoanálisis procuran contentarse de que pasemos de una infelicidad
patológica a una infelicidad normal, donde los rincones más oscuros de la
naturaleza humana aniden a su vez el esplendor de la vida, y donde del
desasosiego eterno se abra una ventana de esperanza para el futuro de la
humanidad. Releer psicológicamente nuestra vida será igual a escribir
finalmente esa novela que se me resiste...
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