"Aprovecha ahora que eres joven para sufrir
todo lo que puedas, que estas cosas no duran toda la vida".
Le
dice Tránsito Ariza a su hijo, Florentino Ariza, en el libro "El amor en
los tiempos de cólera".
En uno de los tantos momentos de
ansiedad o tristeza por los que atravesaba en su espera Florentino Ariza, el
texto nos regala la frase que utilicé en la apertura en la voz o letra de
Tránsito Ariza, su madre. El más doloroso de los amores, el no correspondido o
no enterado, quebraba por momentos, la convicción del eterno paciente. Gabriel
García Márquez dibujó el perfecto perfil del perpetuo enamorado que aguarda más
de media vida para fraguar la relación deseada.
Durante muchos años, los de mi
iniciación literaria, consideré que esta novela del escritor colombiano era la
mejor de las que había leído. Con el descubrimientos de nuevos escritores , con
el correr de las lecturas y el paso del tiempo, incorporé disyuntivas u
variantes sobre la mejor lectura vivida. Pero siempre regreso a esta épica
historia. Con ternura y constancia, García Márquez narró la eterna espera de
Florentino Ariza en su historia de amor pendiente con Fermina Daza. Si buscamos
una síntesis a la hora de disfrutar el ansiado momento, donde estos
"viejos" que pasan de los cincuenta años (él con 77 y ella con dudosos
53), se entregan a su amor físico a bordo del Nueva Fidelidad, en ese viaje por
el Río de la Magdalena, diremos que es la coronación del héroe paciente.
Suele ser un tema conflictivo en la
vida de las personas, aquel que abarca un nuevo amor en el tramo final de sus existencias.
Tantas veces el entorno no justifica estos momentos, la pasión sólo es
criticablemente aceptada en la juventud. Es cruel el papel que le asignamos a
nuestros padres o abuelos cuando se mueren sus parejas. Anulamos cualquier
posible rol que se aparte del de eternos viudos. Lo mismo sucede con aquellos
tíos solteros que albergan la esperanza de encontrar por fin su alma gemela. No
queremos saber ni palabra de pasiones de última hora, preferimos censurar dicha
emoción con la palabra "ridícula" o "ha perdido la cabeza".
Nos solemos mostrar verdaderamente ofendidos, ruborizados o indignados. Sólo los
vemos como padres, tíos, hermanos o abuelos, pero casi nunca como hombres o mujeres,
seres sociables y afectivos. No tienen permiso para sentir, y mucho menos, para
volver a enamorarse.
Nos permitimos recordar toda la vida
el pegadizo jingle del "primer amor". Más, si logramos clasificarlo
dentro de "amor a primera vista". Somos contundentes y severos al
asegurar con el cliché de que el verdadero amor existe una sola vez en la vida.
Pero tenemos pocas referencias sobre el posible último amor. Y si surge,
elegimos el camino de refutarlo. Nos olvidamos que somos seres sexuados desde
que nacemos y hasta que morimos. Y hasta el último día, el acompañamiento, un
beso, una caricia o el contacto con otra piel, nos permiten llevar mejor el
tránsito por esta vida. El deseo de amar y ser correspondidos es inherente al
ser humano y en cualquier momento. Debemos tener siempre presente que el amor
adulto suele ser más sincero, menos prejuicioso y de tanta o más intensidad que
el de jóvenes o maduros. Y no me estoy refiriendo solamente a lo sexual.
En los familiares del anciano
enamorado, se desarrolla el factor sorpresa que desestabiliza al entorno
familiar. Pero podríamos pensar que esa misma sorpresa ejerce sobre el
enamorado, y en muchos casos ese asombro actúa como revitalizador en su vida.
Cuando menos se lo esperan, pueden comprobar que aún ansían sentirse deseados y
generar esa sensación, al mismo tiempo. La conmoción a su alrededor por lo
acontecido parece lógico y justificado, no así la fascinación o el
encantamiento de sentirse atractivo o seducido por ese último amor. Perdemos el
contexto, invadidos por la ignorancia, egoísmo y por prejuiciosos.
Isaac Bashevis Singer, escritor
esencial del siglo pasado, relataba lo que observaba del mundo, y era alguien
que veía lo que la mayoría no llegaba a ver en el momento. Esa perspectiva de
retratar al mundo generaba el efecto de un francotirador para algunos, y para sus
hechizados lectores, la sensación de que era un Dios observador. Singer
escribió un cuento que para muchos resultó ser una obra maestra: "El no
visto". Esta parábola sobre el misterio conyugal, la fidelidad y el
vértigo del deseo, genera un efecto similar al del encantamiento, pero al mismo
tiempo nos atribula y extraña. No estamos acostumbrados a poder reflexionar sobre
temas que en realidad, nos hacen perder la perspectiva. Se genera el espejismo
de que al leerlo nos adentramos en un mundo impredecible, pero que en realidad
es bien nuestro, que sucede con frecuencia.
Singer sabía adentrarse en los
rincones significativos que cada etapa de la vida genera. Amor, horror,
sufrimiento, deseo, grandeza o miseria, en distintas dosis para transgredir los
tópicos de la vida, que están escritos pero que en realidad, parece que nunca
representan nuestra esencia. La seducción es irracional, no debemos seguir
reglas escritas para el cortejo. Escribió con pasión sobre el amor sexual,
advirtiendo que a pesar de su rol clarificador, la literatura solía servir de
bien poco. "Un novelista que escribe de los seres humanos debería tener
una gran sensibilidad hacia el sexo. Hay tan pocos placeres en este mundo que
el escritor no puede evitar inspirarse en el más grande de todos ellos".
Sin embargo, no abundan las referencias literarias sobre estos temas.
Hasta que descubrimos a un Premio
Nobel de las letras, envuelto en un caso de posible último amor, y recién allí
comprendemos que Mario Vargas Llosa nos ha regalado temática amorosa y erótica
a lo largo de su trayectoria. Es reciente su novela "Travesuras de la niña
mala", editada en el año 2006. Pero en "Los cuadernos de Don
Rigoberto", "Elogio de la madrastra", "Pantaleón y las
visitadoras" y otros títulos, Don Mario nos confirmó que gozaba de ese talento
de observador del mundo que puede narrar los alcances del erotismo. Quizás el
descuido fue nuestro, es tan frondosa la temática del escritor peruano
(historia, ensayo, policial, cuentista, notas periodísticas, obras de teatro)
que no hemos advertido, que un autor identificado con el pasado pero también
con el futuro, pudiera advertirnos que una nueva relación se adentraría en su
vida personal, a riesgo de ser la comidilla de esta sociedad escandalizada, por el impacto de la noticia y por que en el camino parece quedar Patricia, su ex. En todo caso, aquí me he apoyado en tres grandes escritores para divagar sobre el amor y sus posibles cóleras.
El amor puede trascender al tiempo.
El tiempo, a su vez, colabora estrechamente con el amor, pero también lo aleja.
El amor necesita su tiempo, y la rutina del tiempo puede romper el miedo a
perder un amor. La falta de tiempo puede derrumbar una historia de pasión o
afecto. El amor es difícil, al tiempo que natural por su sencillez. El amor es
generoso, pero también ruin o manipulador. Está presente al mismo tiempo que se
ausenta. Existen tantas clases de amor, como seres en el planeta. Quizás cuando
Florentino Ariza nos demuestra que se puede consumar un amor no correspondido o
no enterado por más de media vida, no debamos depositar esa sensación de
bienestar solamente en la lectura. Esa gran historia de amor es la novela
definitiva sobre la madurez. Y algunos pocos logran escribirla en vida sin
detenerse en las reseñas o criticas...
Entrada publicada en mi 13º
aniversario de casado.
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