“Las fotografías alteran y amplían
nuestras nociones de lo que merece la pena mirar y de lo que tenemos derecho a
observar”.
Susan Sontag (1933 – 2004)
Susan Sontag aseguraba que la
fascinación que nos genera una fotografía es debido a su capacidad para
objetivar y convertir un suceso en un objeto de nuestra posesión. Las pocas
veces que he sacado una buena foto, me invadió una sensación absurda de
vanidad, aferrándome a una carga simbólica, que en verdad, no existía en el
momento de hacer el click. Por unos segundos me sentí increíble, me juramenté
que tengo buena perspectiva para hacerme con una pincelada del mundo a través
de una instantánea. Mi falta de constancia me permite olvidar ese supuesto don
y continuar con cualquier otra actividad paisajística, por ejemplo estos
retratos literarios.
Una imagen vale más que mil palabras,
es uno de los tantos tópicos que nos adueñamos. Lo testimonial es importante,
pero la imagen solía ser contundente. Más si estamos atravesando un mundo donde
lo visual es lo primero, y tanto, que nos solemos olvidar de los demás sentidos
y de nuestro "propio" sentido de la percepción o ubicación. También transitamos
una difícil era, donde lo visual ya no es condenatorio. Nos hemos asqueado al
toparnos con testimonios visuales o videos comprobatorios de desmanes,
atropellos y delitos, que encuentran a pesar de la enérgica visualización, una
prematura y obstinada defensa del filmado, retratado o acusado. "Se trata
de una operación" parece ser la excusa de moda, la frase se ha viralizado
de tal manera, que en breve hasta los personajes anónimos de esta vida - que
somos casi todos los que desconocemos el entramado de una operación - hemos de
usar el absurdo de esa frase tan cobarde, para no admitir nuestros fracasos
como seres sociables.
Y también somos participes de un
mundo donde se negocian todo el tiempo los contenidos audiovisuales. El éxito
inmediato puede deberse a que transmiten lo inminente, son cada día más aptos
para distraer con lo superficial, y contribuyen a hacer más dinámica esta
sociedad que no descansa y casi no escucha pensamientos. Estamos cada vez más
expuestos a que también las imágenes nos saturen, a descreer de su
originalidad, a sospechar que lo artificial de un photoshop sea considerado
natural o espontáneo. Estamos rozando el riesgo de ser Alex, el protagonista de
La naranja mecánica, a quien el tratamiento Ludovico intenta incapacitar para
realizar actos de violencia. En nuestro caso, la proliferación de imágenes nos
adormece, nos distrae, nos perturba hasta topar con la siguiente secuencia.
Ludwig Feuerbach, en "La
esencia del cristianismo" señala que nuestro mundo prefiere la imagen al
hecho, la representación a la realidad y la apariencia al ser. Pero no alcanzó
a predecir en los primeros compases de los años 1800, que las sociedades
modernas confirmarían plenamente su diagnóstico, cuando la actividad casi
principal del mundo es producir y consumir imágenes. Estas figuras o láminas
ejercen un poder extraordinario en la figuración de lo que exigimos como
realidad y se convierten en el principal sustituto de la actividad o
experiencia, sin ir más lejos hoy se prefiere más tener la foto que estar
disfrutando en el momento, el lugar recorrido. Para destacar es que Feuerbach
escribió esta obra apenas unos años después de irrumpir la cámara fotográfica.
Una fotografía no es solo una
imagen, es una huella. Pero si lo analizamos es una huella casi amañada, puesto
que no representa más que una semejanza a la que luego le daremos una
interpretación. Una foto nos permite por siempre recordar a un ser querido que
ya no está con nosotros. Ayer mismo, acomodando entre mis cosas, reencontré
imágenes mías de más de quince años. Mi aspecto de hoy es similar, pero se nota
el paso del tiempo, esta barba cana en aquellos días conservaba la fuerza de una
coloración oscura y pareja. Observando las fotos me detuve un buen rato a recordar
parte del pasado, pero bastó con encontrar una imagen junto a una tía,
fallecida hace más de un año, para que comenzara súbitamente a llorar. La foto
es una representación falsa, no me puede devolver esos momentos con mi tía,
representa la huella que me permita al menos mantener la ruta filial. Al mismo
tiempo la imagen es efectiva, porque permanece inmutable e intacto el
sentimiento real a pesar del cruel y rutinario paso del tiempo, que te distrae
y te hace olvidar algunas ausencias notables de tu vida.
Susan Sontag desgranaba en su genial
obra "Ante el dolor de los demás", la función ética y nuestra
sensibilidad frente al dolor ajeno. Sontag sostenía que durante el
Renacimiento, las imágenes de dolor procuraban fortalecernos contra las
flaquezas. Y lo lograban porque a pesar de la emoción inicial, nos suelen en el
tiempo volver insensibles, ante la repetición de testimonios, y terminamos
aceptando la dureza de la prueba fotográfica.
Una guerra de más de cuatro años en
Siria, de repente se ve simbolizada su esterilidad en una imagen de un pequeño niño
ahogado, boca abajo en una orilla turca. Cuatro años después comenzamos a
llorar, sentimos hastío por otra muestra más de inconducta humana. Nos
ofrecemos a gestionar la mínima solución que los estados poderosos no han
logrado coordinar, siquiera encarar; quisiéramos refugiar a un niño en nuestras
casas, nos estamos movilizando en las redes, en los foros, en las charlas
caseras. Pero la guerra ya dura cuatro años y no quiero pensar la cantidad de
niños muertos en ese tiempo. Quizás esta imagen logró graficar que la vida de "nuestros"
niños podrían estar estancadas en esa orilla, y recién allí comprendimos lo
grave de la situación. Quizás la foto nos llenó de miedos, mucho de los ellos
personales, que nos hicieron sentir indefensos.
Diarios, revistas, noticieros,
programas de televisión y de radio, redes sociales se dedicaron a ocupar
espacio dedicado a alitas de ángel, memes, palabras, muestras de dolor e
indignación, de desconsuelo y también de ideología y retóricas vacías. Por
primera vez en cuatro años mencionamos el drama de Siria, por primera vez damos
muestras de empatía con el dolor ajeno, a un extremo de sentirnos culpables por
el trágico destino de esa criatura.
Sontag sostenía que la especie
humana tenía erosionado el sentido de la realidad. La sociedad del espectáculo
ha desvirtuado la existencia. Hace dos semanas observamos en vivo y directo como
mataban a una reportera y su camarógrafo. Y no nos modificó el día. Nos hemos
acostumbrados a ver desde el sillón los naufragios masivos en Lampedusa o otras
costas del mediterráneo, donde se repite el drama y se renueva el rótulo de noticia
de trágicas proporciones. Somos inmunes a las acusaciones que puedan surgir a
algunos dirigentes políticos, la primera observación es dudar de las
intenciones del reportero o medio denunciante.
"Debemos permitir que las
imágenes atroces nos persigan y no cerrar los ojos", sostenía en su libro
Sontag. Esta imagen de la guerra persiste en el tiempo, no ha disminuido ni
perdido vigencia. Lo mismo con la figura del hambre, son momentos universales
lamentablemente en nuestra historia. Los medios repiten hasta el hartazgo estas
reproducciones, convirtiéndolas en superfluas. Ante la reiteración, erosionan
la realidad. Pero de momento la foto del niño sirio ha logrado un avance en los
últimos años, ha obligado a más de uno a interpelarse, a recordar que tenemos
esencia en lo más profundo de nuestro ser.
A lo largo de la vida nos hemos
rodeado de fotos de campos de concentración, de muertes violentas, de
hambrunas, de bombas atómicas, de torres destruidas, de guerras absurdas, de
egos incoherentes. Imágenes que impactan, sensibilizan, pero en definitiva,
hemos logrado siempre mantenernos a distancia de ellas. "El fotógrafo
saquea y preserva, denuncia y consagra a la vez", menciona Sontag. Esta
historia individual del pequeño Aylan viene a reemplazar y consagrar un fracaso
colectivo, no sólo el de un país devastado, sino el de una desgracia
multitudinaria, que nos debería sonrojar definitivamente.
La fotografía parece convertir el pasado
en presente, y el presente en pasado. Interactúa con las distancias, dotando de
un valor nostálgico aún en la plena actualidad. De nada sirven cientos de
historias escritas sobre la guerra en Siria. Un solo click permite suponer que
hemos captado la magnitud de la crisis, en un solo movimiento comprendemos la
obra completa. Es de esperar que la siguiente imagen que nos conmocione tarde
en llegar, así tendremos esperanzas de involucrarnos y no sentir que nos
tortura el dolor de que si no es por algunas imágenes, viviríamos todo el
tiempo en la irrealidad y lejanía…
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