“Vivir aquí día a día, creer que es
el centro del mundo y que nada va a cambiar...cuando vuelvas todo ha cambiado,
el hilo está roto... los que viniste a buscar no están”.
Cinema Paradiso
Se entiende su verdadero arte como
un puzle artesanal de superposición de imágenes hecho con naturalidad y
minuciosidad. Transmisor de emociones, es un proceso que se basa en las
sensaciones visuales que las pupilas generan, tanto de quien reproduce la
propuesta como de quienes la contemplan. En ambos casos se trata de una manera
artística de observar y ver la vida. Es un medio de expresión artística, de
comunicación, manufacturación de historias, difusor de ideologías y una enorme
industria comercial. Estamos hablando de cine, pero de aquel cine como un ojo
que refleja y repara. Y en parte esa visión necesaria está en crisis.
En el estreno de una nueva
normalidad tras la pandemia, regresan las funciones cinematográficas en territorio
español. Las salas de todo el país vuelven a abrir sus puertas con la
particularidad que no cuentan con estrenos que ofertar o tentar pero con un
homenaje particular que ofrece un mensaje u homenaje a la necesidad de
recuperar al séptimo arte, para lo cual más de ciento cincuenta salas
proyectarán una versión remasterizada de “Cinema Paradiso”, para
rescatar a los cines en tal vez el momento más complicado en su historia, más
si tenemos en cuenta que en la península ni siquiera en el período de la Guerra
Civil se llegó a suspender las proyecciones.
No es la idea el buscar una
definición que haga justicia con la dimensión que alcanzó el cine en nuestra
evolución histórica desde el pasado siglo. Podríamos definirlo como un
verdadero fenómeno que más allá de sus intenciones, inclinaciones o
finalidades, intenta desembocar en un hecho humano que definimos como
espectáculo.
No sabría si dedicar esta entrada en
poner énfasis si es arte o espectáculo. No sé si es necesario, porque existe
publico suficiente para que todas las definiciones sean lógicas y posibles. El
arte está hecho para ser apreciado y por ende, si el público responde, se
garantiza el espectáculo. Más en épocas donde el arte se ha masificado, que ha
dejado de ser un gusto minoritario. No podemos denigrar la definición de cine
masivo como “comercial” ya que el cine en nuestras sociedades no ha escapado a
la tónica mercantil que se mueve en los mercados de pérdidas y ganancias. El
séptimo arte se sostiene en base al rendimiento económico de productoras, estudios,
directores, actores pero también de operarios, técnicos, medios, empleados
varios, etc. El cine como institución es un páramo del capitalismo, hemos ido
viendo su deterioro o transformación a la baja en las últimas décadas, con
salas diminutas, grandes superficies con títulos solo comerciales, cierre de
verdaderos templos del pasado cinematográfico, mínimo personal contratado que
no suelen dar imagen de estar abriendo las puertas de algo que les apasione,
mala calidad de pantallas, mal sonido (solo se valora la fuerza del sonido),
sueldos mínimos al personal de salas, sesiones sin público. Eso es lo que nos
queda de la actualidad de un medio que a todos, desde pequeño nos ha marcado
enormes momentos de satisfacción, sentimiento que se puede vincular a la
emoción, entretenimiento, descubrimiento, la imitación, el abrir la
cabeza al mundo o al romanticismo. Y hoy solo parece un lugar donde matar el
tiempo con una cartelera predecible que busca la sorpresa o emoción en nuevas
formas de regodear lo perverso o enrevesado. Por eso la proyección de Cinema
Paradiso en estos momentos tiene un enorme significado para los que amamos el
cine.
El film dirigido por Giuseppe
Tornatore en el año 1988 nos recordará por siempre que el cine es magia, un
espacio donde vibrar, emocionarse, reír o llorar en lapsos cortos de tiempo.
Hemos contenido la respiración, hemos aplaudido a rabiar cuando la justicia se
posa sobre la trama, hemos entendido con sucesión de secuencias y metáforas
parte del entramado complicado de la vida.
La sala oscura, la multitud que coordinaba guardar un respeto en forma
de silencio (hablo de la era antes del móvil y las palomitas o táper con
comidas y bebidas), la música envolvente siempre presente en el momento justo,
la intimidad profunda a pesar de estar rodeado de gente, dos horas de
proyección que solían considerarse escasas, todas estas características debemos
remarcar cuando hablamos del cine. Las posteriores charlas discusiones en un
café, bar, pizzería o banco de una plaza tras la proyección alargaban las
secuencias hasta el infinito y tal vez más, porque más de una vez hemos
regresado a ver el mismo film para descubrir nuevos matices, tratar de
comprender situaciones o simplemente volver a vibrar de emoción, respeto, dolor
o admiración ante esa enorme pantalla. Todos recordamos una película como
esencial en nuestras vidas.
Cinema Paradiso es una película con múltiples
referencias de amor: el romántico, el paternal y el de la pasión por el cine. A
través de un llamado telefónico se inflama la cinta con recuerdos de la
infancia, niñez o adolescencia en un pequeño pueblo siciliano basado en tres
aristas esenciales: el amor, la amistad y la pasión. Es un clásico del séptimo arte
que nos devuelve momentos tal vez ya extintos: la gente del pueblo agolpándose para
poder presenciar la función nocturna del viernes, las largas filas para poder
ingresar, el viejo cine de barrio, la cara de incredulidad y candor cuando algún
protagónico tan solo tocara carne desatando la pasión y sus suspiros, presenciar
las noticias previas a la proyección del film, los silbidos de desaprobación
cuando el cura del pueblo amparaba los cortes de censura o censuraba los
arrumacos en las butacas, la cinta celuloide que en algún momento sufría algún desperfecto
o corte, el espacio entre películas en el viejo cine continuado, son una
especie de homenaje en la medida que el cine fue evolucionando, pero se debe
tener en cuenta que hoy la situación puede ser preocupante en cuanto a la
cantidad de publico o la influencia que ha ido perdiendo en el espectador.
El filme nos recuerda que la gente
iba al cine no solo para divertirse, sino fundamentalmente para poder soñar,
las grandes historias olvidan los grandes problemas. El cine es un medio de comunicación
que aunaba estratos sociales a través de la actualidad de sus estrenos o
reposiciones, movilizaba el pensamiento y los sentimientos. Durante mucho
tiempo el cine fue la quintaesencia del arte, donde se podía entender parte de
nuestros misterios existenciales a través de las historias de otros o deseos
colectivos. Era esencial el poder acercar las películas a cualquier rincón, aun
los más apartados de la geografía de cualquier país donde las improvisadas salas
de proyección nucleaban la vida social de los pueblos rurales o campestres. Al
bajar la fuerza de la luz de la sala comenzaba la caudalosa irrupción de creatividad
y sensibilidad que hacia del cine la irresistible maquinaria de perpetuar el
tiempo, de no pensar en el futuro ni pensar en su deterioro en manos de la
televisión, internet o informática. Es por eso que al regresar luego de estos tres
meses nos ofrezcan esta película tributo que nos recuerde que más allá de las
transformaciones vividas en las últimas décadas, en términos técnicos una película
es una larga cinta celuloide que refleja profundamente un hecho humano…
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