“La
humana es la especie más miedosa que hay, porque esa virtud de doble vertiente
que es la inteligencia nos hace ser más poderosos y vulnerables y también nos
hace tener miedo a peligros imaginarios”.
José
Antonio Marina – Filósofo
El mensaje
es uniforme, en eso sí parece que todos estamos de acuerdo. La máxima publicitaria
o marketinera parece un refuerzo sobre el control absoluto, como cartel que anuncia
abierto las veinticuatro horas y todos los días del año. Hacemos camino pregonando
la estabilidad, la agenda cumplida con un paso adelante, el ojo avizor que todo
controla, la puesta a punto de la satisfacción en base a la normalidad -la
vieja y la que estamos por conocer, llamada nueva-, la sensación de tener todo
bajo control y que todo se puede vaticinar, anticipar y cumplir para vivir feliz.
Hasta que nos damos de bruces, se nos borra el porvenir al nublarse el presente,
el piso que pisamos es movedizo o escurridizo y estamos en manos del imprevisto,
y ahí solo ahí, recordamos nuestra finitud como especie.
Somos cautivos
del azar. Nos organiza creer que todo está escrito y que solo a veces, se tuerce
el destino. Tratamos de darle un sentido a la vida construyendo un relato que
se basa en la causa y efecto. Nos abrazamos a la planificación y todo lo que
sale bien nunca es fruto de la improvisación sino de un esfuerzo programado. Lo
bueno pasa porque tenía que pasar, porque trabajábamos para ello o porque “ayudamos”
a la suerte. Conocer a tu pareja no es un imprevisto, en realidad no lo vemos
como tal sino como una agradable sorpresa del destino. Tener un buen trabajo es
fruto de tu esfuerzo y tu capacidad, poder sacar adelante proyectos personales
es la aspiración de todo emprendedor con ambición. Tener salud es lógico si
llevamos una vida sana. Todo esto suena bien, en un punto es verdad hasta que
irrumpe el imprevisto.
La
misma web es perezosa de encontrar referencias donde los imprevistos no estén
referenciados como algo que se pueda y deba evitar. Hannah Arendt consideraba
que el mundo se torna inhumano e inhóspito a las necesidades humanas y mencionaba
lo imprevisto como la capacidad de hacer aparecer el milagro de la acción que
revierta la inseguridad acerca de desplegar aquello que no se puede eludir ni
nunca dominar del todo. ¿Cuál será la correcta interpretación? ¿aquella que
menciona que todo se puede tener encarrillado o aquello que menciona que
vivimos en un contexto personal que es difícil de eludir ni dominar totalmente?
En todo caso, los interrogantes deberían llevarnos hacia una única precisión:
podemos tener bajo control solo aquello que realmente podemos controlar.
Tal vez
solo estemos viviendo un mundo donde hacemos lo que otras personas quieren que
hagamos. Para lo cual solo nos queda cumplir con un sentido profundo que nos
habita: ser responsables de la actitud que debemos tomar ante la realidad
insoslayable de vivir. Viene bien cada tanto recordar que todo es posible, pero
en muchas ocasiones, no es posible obtener nada a pesar de nuestra predisposición
y deseos. Saber convivir con los imponderables nos permite ejercitar la supervivencia
a lo largo de los siglos. A partir de la duda eterna que nos habita hemos alcanzado
niveles de progreso y avance que nos sorprenden. Pero siempre estará el
imprevisto presente en ese derrotero.
Tal
vez debemos dejar de vivir como si prevaleciera la preeminencia del futuro
sobre el presente. La globalización nos distorsiona la percepción haciéndonos
creer que todo se diseña para eliminar los imprevistos: nos hacen creer que hoy
sábado podemos conocer el clima que tendremos el siguiente jueves, sabemos donde
está el radar que nos permita superar los limites en cualquier carretera,
sabemos cuando es la fecha fértil para intentar perpetuar la especie, sabemos en
tiempo real el estado de nuestras entregas, sabemos manejarnos virtualmente por
ciudades que desconocemos, conocemos las características de un tumor, la
posibilidad del riesgo de un infarto, etc. Sabemos tanto que cada vez sabemos
menos como reaccionar cuando irrumpe el imprevisto.
Podemos
vivir con tranquilidad durante años, donde con esfuerzos, cada cosa pueda estar
en su lugar y cada tanto, podamos dar un salto de calidad o satisfacción en
nuestro desarrollo. Actuamos como si pudiéramos predecir los hechos sin pensar en
la teoría del cisne negro, de Nassin Nicholas Taleb, que nos advierte que lo
que no sabemos siempre será más importante que todo lo que podamos saber. De
ahí que el cambio de destino, ese perder el control de la situación nos
arrastra a la inflexión, nos acerca a un caos. Las fichas ordenadas de nuestro
dominó dan paso a una cascada de imprevistos, es rara la vez que un infortunio venga
solo. Y tal vez en ese momento sobrevenga el nuevo hombre, amoldándonos a su
existencia.
Como
se me está haciendo costumbre en este mes de junio, prefiero escribir mientras
aguardo buenas noticias de algún imprevisto que me toca bien de cerca, a doce
mil kilómetros. El momento que siempre te amenaza cuando vives lejos de tus
seres queridos ha dado señales de alarma. No es un imprevisto en realidad, es
el proceso de la vida. Solo se que un imprevisto se enfrenta con naturalidad,
sabiendo que el miedo paraliza un rato pero lo que trascienda del ser humano es
la capacidad de hacer frente y racionalizar los miedos, más allá que mis emociones
me condicionen por momentos, estoy centrado en la toma de decisiones que permitan
mitigar las consecuencias del imprevisto y retomar el camino de la evolución,
que no es más que una senda de carambolas, de las buenas pero también de las
malas…
Interesante, la verdad. Nos cuesta adaptarnos a los cambios, es uno de nuestros defectos. Darwin decía, que ni la especie más fuerte, ni la más inteligente sino la que mejor de adapta, es la que sobrevive. Puede que esa generación de fuertes, fueran los dinosaurios, y se extinguieran. Pero, ¿nosotros qué somos, los inteligentes o los que mejor se adaptan? Desde un punto de vista, se podría decir que usando nuestra inteligencia, hemos conseguido adaptarnos a todo. Aunque nos cueste, lo hemos hecho más rápido que cualquier otra especie que conozcamos. En conclusión, se nos hace difícil afrontar los cambios, pero no se nos da tan mal, ¿no?
ResponderEliminarEn la adaptación que hemos hecho ante los continuos cambios está el secreto de la supervivencia. Debemos comprender que sobrevivimos por nuestra astucia, por nuestras ansias y no tanto por una comodidad de la que nos está constando escapar. Gracias por tu comentario!!!
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