“Estoy viajando a la
velocidad de la luz, quiero hacer de ti un hombre supersónico. No me detengas
ahora. Estoy pasándolo tan bien, estoy de fiesta. No me detengas”.
Queen – Don’t stop me
now
Sin ser un fanático,
me han acompañado casi siempre. En estos momentos estoy escuchando a Billy Joel
con “Uptown Girl” y acaba de terminar de sonar “Good vibrations”, de Beach
Boys. No me molesta ni me distrae trabajar o estudiar escuchando música y llevo
un tiempo haciéndolo con un tono bajo del volumen. Tarde toda mi adolescencia y
juventud en entender a mi madre, pero me di cuenta de que no siempre hay que
escuchar la música a todo volumen. Cambio género musicales y gustos, pero vuelvo
a los años setenta u ochenta casi sin darme cuenta. Todos tenemos una canción que
nos marcó algún momento, que nos emociona al escuchar dos décadas después y no
saber el porqué. Y hay letras que te marcan por dolor, por que te recuerdan a
alguien, porque te devuelven a un momento puntual. Y hay canciones que son
alegres, o que te alegran.
Como se hacen listas
de casi todo lo que se mueve, no es de extrañar que exista una lista donde se
detallan las canciones más alegres de la historia. La Universidad de Missouri
hizo hace tiempo un experimento de dos semanas donde se invitó a un grupo de
gente a escuchar un número importante de canciones sin importar el género
o estilo, para analizar después entre ciento veinte seis temas de música pop
escogidos, cuáles fueron las canciones más alegres de la historia. Antes que
polemicemos sobre si es o no de nuestro gusto, el parámetro que se utilizó fue
aplicar una ecuación de ciento cincuenta pulsaciones (fórmula que relaciona con la proporción y el número de acordes mayores y menores) y letras positivas en su
contenido. Otra particularidad es que como hay gente en el mundo que no sabe
más que su idioma materno, tantas veces se emociona con rockanrrolles o baladas
románticas que no tienen ni idea lo que mencionan. Tampoco ha sido nunca una limitación
no saber nada de música ni de pentagramas. La ganadora resultó ser Don’t
stop mi now, de Queen y la idea que siempre se tuvo de este tema, no era
tanto que fuera alegre de por sí sino que mostraba una fuerza que irradia que estás
pleno y lleno de energía, que tienes poder personal.
Y tal vez esa canción
de Queen trascendió en el tiempo, aún cuando no fue considerada entre las
mejores en aquellos tiempos. Surgió del disco Jazz, el séptimo en la carrera
del grupo británico. Es del año 1978, por lo que tiene una vigencia superior a
los cuarenta años. Figura en la lista de las canciones más alegres, de las
canciones ideales para viajar en la ruta y también, la favorita para la mayoría
de los adultos que viven en el Reino Unido. Pero en la voz de Freddie Mercury
lo que ha denotado es que era el premio a un largo camino con procesos difíciles
de transitar, el dejar ir sueños, comenzar otros proyectos, tomar el control de
la propia realidad y decisiones y lanzarse hacia una fantasía que pueda ser real. La canción refleja
la libertad y la diversión sin límites, aunque tal vez el contorno de esa
energía se bifurcara con certificado oficial, en 1991.
Era una canción para bailar y para cantar.
Tal vez sea la melodía que confesara los excesos, drogas, promiscuidad y
fiestas que ya eran una constante en la vida de Freddie. Seguramente se trató
de una canción que preocupó a sus compañeros de banda, porque estaba dibujando a
un desbocado Mercury lanzado a una vida hedonista y enfocado a desafiar límites
y vivir en desenfreno esos momentos con amigos, aduladores de la fama o amantes. Mercury tuvo el privilegio de su forma de
ser y poder expresar sus excesos. Hoy esta canción tal vez represente la
diversidad sexual y el sentirse libre para poder intentar cualquier cosa que te
propongas. El tema, goza de notable actualidad, lo que es mágico, porque hay tantas canciones que
suelen caer en los baúles reservados para el olvido.
Siempre quedará el recuerdo de Mercury
tocando el piano de pie y cantando la canción con la boca enorme pegada al micrófono.
Ese primer plano lleno de salivas, dientes desparejos, ojos cerrados o entornados
con guiños entre inocentes o lascivos, en una melodía taquicárdica para
terminar tarareando los últimos acordes de pie y con esa ropa de cuero que escandalizaba
a todo aquel que no soportaba ver a un distinto proclamarlo. Brian May, guitarrista del grupo, reconoció
que nunca fue una canción de su simpatía, tal vez porque en ella se vislumbraba
algún peligro para la vida del cantante. May sólo interviene en la canción en el momento del solo y algún punteo y recuerda a Freddie en aquella letra como a la persona que podía pintar una imagen y entrar en ella. Lo mágico es que Don't stop me now perdura y
es un himno para cualquier hedonista, pero también es una liberación de timidez
para poder acceder a un eslabón mejor en la cadena de sueños o proyecciones de
la vida de la gente común. Tal vez explique por que desde marzo de este año
haya alcanzado otro hito: superar los quinientos millones de reproducciones en
Spotify, llegando a lo más alto entre las canciones del grupo, solo superada por
Bohemian Rapsody.
La canción llega al alma de las sucesivas
generaciones y se dispara su presencia en karaokes, publicidades, eventos deportivos o todo tipo de
juegos virtuales. Tiene el poder de generar un cambio de ánimo en las personas que
la escuchan, les hace sentirse bien. Así se sentía Freddie Mercury en aquel lejano
1978, fecha donde mostró a través de Jazz, una seleccionada variedad y curiosas
canciones que mostraba lo bien que la pasaba, llegando a sentirse Mr.
Fahrenheit. Pero “Don’t stop me now” apenas alcanzó notoriedad en los rankings
de la UK (9º puesto) o Norteamérica (86º puesto) en los primeros tiempos, para explotar con el correr de
los años. Freddie siempre tuvo algo especial, por eso es único aun hoy. No es
solo música su secreto, tal vez sea que disfrazó en formato de canciones, un
libro personal de vida. “No hay forma de detenerme, estoy ardiendo en el cielo”,
“no me detengas ahora”, tal vez no fue más que una declaración de intenciones que
todos entendimos tarde cuando se apagó -intensamente- a los cuarenta y cinco
años…
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