“La felicidad no es un ideal de la
razón, sino de la imaginación.”
Immanuel Kant
La buscamos con obstinación, sin
tregua. La buscamos en palabras, poesías, discursos proteccionistas, gestos,
pero casi nunca en estados interiores, que es donde debería tener su domicilio principal.
Creemos que hay técnicas o estrategias para encontrarla y sostenerla en el tiempo.
Se la pregona en estas épocas como algo democrático, tal como si se tratara de
un derecho. Tal vez parte del error radique allí, buscamos la felicidad en una
sociedad que raramente es feliz. Y no remediamos el hecho de que si estamos
permanentemente buscando la felicidad, tal vez habitemos sociedades que no
faciliten sensaciones ni recursos para que nos podamos sentir felices.
Es tan difícil de alcanzar que con el
correr de los siglos, la misma existencia nos la ha manifestado de tan variopintas
maneras. Hoy, en una sociedad cada vez más individualista y de consumo, nos hacen
creer que la podemos salir a buscar como un bien más al que tenemos derecho. La
felicidad sigue siendo un estado interior, de rápida irrupción, diversa
intensidad o duración y tal vez, tal vez, de repeticiones a lo largo de la vida.
Pero asistimos a cursos y conferencias donde nos plantean las supuestas armas
para alcanzarla y sostenerla. Hemos ofrecido la felicidad como un elemento más
a obtener en el consumismo. No debe haber manifestación más crítica para
sostener el individualismo hedónico que nos gobierna.
La felicidad no parece ser el brebaje
que nos prepare para sostener las inclemencias de nuestros actos como sociedad.
Se ofrece como salvación, como aro salvavidas cuando las promesas a la ciudadanía
no se llegan a satisfacer. Se vincula como un sentimiento que blinda una
satisfacción pero tal vez, ese concepto la arrope aun más en el consumismo. Tiempos
atrás, y no tan remotos, algunos asociaban la felicidad como una virtud. Hoy,
con un iphone. Los productos que compramos ininterrumpidamente nos dan satisfacción.
Pero parece ser una de las tantas mentiras del marketing humanitario, no parecemos
felices con una nueva aplicación, o si lo estamos, parece ser que reemplazamos
el concepto de felicidad como la triste manera de “matar” al aburrimiento que
nos sostiene.
Haces cualquier tipo de reclamo o
consulta y al final de la conversación, te solicitan un minuto para una
encuesta de satisfacción. Si compro zapatillas nuevas, no me dan un tiempo
prudente (al menos salir a usarlas) para poder confirmar si ha sido una buena
compra. No, en la misma salida del local o en la bandeja de entrada de tu servidor
de correos, a los pocos minutos quieren saber como te sientes tal la compra, si
estas satisfecho. O se vive con demasiada urgencia o necesitamos imperiosamente
redefinir conceptos tales satisfacción o felicidad. La felicidad o satisfacción
hoy se mide al instante, nunca en el tiempo. Es en estas arrebatadas encuestas
donde el siete o el ocho sobre diez imponen un sentimiento de felicidad. Ese
guarismo se derrumba si vamos a terapia o hacemos una retrospectiva sobre
nuestras circunstancias. Allí raramente se pase de un cuatro o cinco. Y creo
ser generoso.
Las nuevas fuerzas que intentan conquistar
el mundo nos hacen creer que nuestros abuelos o madres no han sido felices en
su parcela de existencia. Abundan los mítines donde se justifica la infelicidad
a causa de una explotación permanente y falta de perspectivas de algo superior.
Nos sentimos más poderosos que nuestros antepasados pero no parece ser que
seamos más felices. Niveles de vida más elevados no parecen ser testimonio
determinante para el logro de la felicidad. La historia de la humanidad es el fiel
crecimiento del progreso en nuestra especie, las aspiraciones nos sostienen y
hasta nos mejoran. Pero la correlación entre progreso, poder y felicidad nos
resulta poco clara. Tantas situaciones de progreso que han transformado la historia
han traído aparejado sensaciones de postergación o sometimiento de la masa. La
expansión de los imperios ha traído aparejado revoluciones tecnológicas que no
han sido muy buenas noticias para segmentos considerables de la población humana,
que sufrió de postergación, exclusión o ruina. El progreso con sus inventos o
descubrimientos no han hecho más felices a las personas. Pero aceptamos vivir bajo
esa forma romántica o nostálgica del engaño.
Igualmente el concepto de felicidad es
relativo. No encontraremos dos personas que puedan medir la misa vara de felicidad.
Tampoco, y que quede claro, el concepto de felicidad no ha sido el mismo y
nunca ha significado una imperiosa necesidad, como en estos tiempos. La
felicidad es un mecanismo “grabado” en la especie humana, pero es en las últimas
décadas donde las prioridades han cambiado. En la segunda mitad del siglo XX
afloraron los hobbies y las aficiones. También ha aumentado la esperanza de
vida y el confort y creo que fue a través del confort que nos hemos confundido
el asociar bienestar o desahogo con felicidad. La sensación de que la tecnología
todo lo consigue nos ha llevado a pensar que ahora sí, la felicidad será un
sentimiento que se mantendrá en el tiempo y ya no serán aquellas grageas que sostenían
la reproducción o continuidad de una especie.
De la felicidad también se sale,
debería ser una consigna para cubrir. Pero hablo de esa idea de felicidad que
nos venden y agobia y en realidad nos hace más inconclusos, más caprichosos,
tan quedos o aburridos. Si sabemos que no hay técnicas infalibles para ser
feliz, tal vez nos quitemos la obsesión, la envidia al otro y podamos disfrutar
nuestros escasos o parejos momentos. Si dejamos de medir la felicidad como
aquella encuesta estúpida de satisfacción que nos ofrecen ante cada compra o
reclamo no cubierto, tal vez allí estemos más abiertos a los segundos de felicidad
que se nos presentan. Es la visión de un optimista, aunque este texto no lo parezca, pero no soporto la contradicción
de ver al mundo protestando por la infelicidad o falta de libertades y peleando
por un estado de bienestar que en realidad nos arrincona con menos libertades y
casi nada de bienestar. En realidad disminuye la sensación hacia las sensaciones
desagradables que no toleramos porque
aumentan esas sensaciones agradables que los manipuladores de turno nos quieren
reestructurar las mentes, adulterando los acontecimientos pasados y presentes
para hacernos creer que luchamos por libertad, independencia y felicidad
propia.
Feliz es haber vivido, superado las
limitaciones y contratiempos. Feliz se es de a ratos, algunos tienen la suerte
de serlo más en el tiempo. Si se vive la
vida de acuerdo con las condiciones con que se cuenta, si se intenta progresar
en el tiempo, si se ponen en juego los esfuerzos por alcanzar metas (aunque
luego no se consigan), si simplemente vivimos sin tener en cuenta el parámetro agobiante
de la felicidad como derecho, tal vez habremos vivido algo que en el final del
camino podamos llamar parecido a la felicidad o a la dicha…
Te pasas de vergas xdxdpinse javitzuuu
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