"¿Cuál es, pues, ese
sentimiento incalculable que priva al espíritu del sueño necesario a la vida?
Un mundo que se puede explicar incluso con malas razones es un mundo familiar.
Pero, por el contrario, en un universo privado repentinamente de ilusiones y de
luces, el hombre se siente extraño. Es un exilio sin recurso, pues está privado
de los recuerdos de una patria perdida o de la esperanza de una tierra
prometida. Tal divorcio entre el nombre y su vida, entre el actor y su
decorado, es propiamente el sentimiento de lo absurdo".
El mito de Sísifo –
Albert Camus
El estado de la mente
es esencial para ocuparnos de nuestras vidas en vez de preocuparnos. Nuestros
significados personales nos permiten desenvolvernos en el día a día. Tenemos
dudas, sostenemos miedos, repetimos conductas que sabemos que no nos favorecen,
pero avanzamos. O al menos intentamos un paso cada día. Pero el interrogante
surge en el momento menos esperado. Cuál es el significado de nuestra vida es
la interpelación que a veces no tiene respuesta y es una cuestión tan repetida
como lo es la vida misma. Necesitamos un significado y lo han necesitado todas
las generaciones, aún hasta aquellas divinas que hemos inventado para sostener
el gran misterio que agobia porque no resulta sencillo comprender el mundo y la
vida.
“Vivir es encontrarse
en el mundo” definía José Ortega y Gasset. Y lo hacemos a expensas de nuestros
talentos y también de nuestros tormentos. Y con el correr del tiempo vamos incorporando
mochilas, como las cargas, como los posos de la memoria. A veces un suceso actual
remueve esos posos con o sin resultados renovadores pero tantos otras veces se
estancan en nuestro subconsciente en forma de olvido y nos atenazan o paralizan,
sin encontrar razón de ser. La inmensa desgracia que nos habita es una piedra
pesada difícil de llevar. Aquellas experiencias agobiadoras suelen perecer al
ser reconocidas. El problema es que no hacemos tal ejercicio y optamos por
subir una y otra vez la piedra, tal como le tocó en su momento a Sísifo.
La felicidad y el
absurdo son hermanos, y el destino, la ruta hacia adelante que se presenta con
baches, peajes y a veces sin dirección insertada en el GPS. Nuestra roca es
nuestra carga aunque creamos que es nuestro equipaje. Hay un destino personal
pero esperamos con ansias que sea un destino divino actualizado constantemente
como cuando refrescamos una página de cualquier portal web. Quisiéramos acceder
a ese guion que de antemano nos depara la vida. Somos parte de un origen completamente
humano que necesita mitos, porque la noche es demasiado larga y tantas veces no
deja ver. Por eso, tal vez cerramos los ojos y descansamos, porque la piedra no
duerme y nosotros, nos cansamos sobremanera de portarla sabiendo que si no lo
remediamos, la noche tal vez no tenga fin.
Tener un propósito, trata
de comprender los significados de nuestro derrotero, dar valor a lo que hacemos,
ayudan a determinar cual es el motivo de nuestra vida. Por suerte no estamos
todo el tiempo haciéndonos la pregunta, solo surge cuando parece que no vamos hacia
ningún lado, cuando nos estancamos. Surgen con fuerza en las situaciones de
crisis, cuando las cosas hacen evidente que no encajan. Es ahí donde tendemos a
defendernos de la angustia que genera esa incertidumbre. Buscamos respuesta que
nos tranquilice ante tanto desconocimiento, buscamos una pista como si fuera a
ser la verdad indiscutible. Somos remedos de una existencia, armamos el puzle ante
cada secuencia, pero las piezas no dan forma a un solo poster, las piezas ensamblan
como un patchwork o retales. La precisión estará en el trazado, corte y ensamblado.
Si le encontramos un
sentido, resurge la motivación. Sísifo tal vez la perdía al ver caer una y otra
vez la piedra luego de la extenuante subida. Tal vez no buscaba una respuesta
sino que tomaba aire para no perpetuar el desaliento porque en el fondo sabia
que era una pregunta sin respuesta, un bucle sin fin, y que trascurrido un
momento, volvería al intento de subir la piedra para alentar la eterna caída. Albert
Camus en “El mito de Sísifo” intenta decirnos que a pesar del desaliento de ver
caer una y otra vez la piedra, debemos considerar que Sísifo era un hombre
feliz, tal vez su propósito de vida estaba en ver que mantenía fuerzas para
volver a subir la piedra. El castigo no era empujar esa gran piedra redondeada
desde una base de una montaña hacia su cima para verla caer y ver mermada su condición
física. El castigo era vivir en un sinsentido, la tragedia de vivir en un
absurdo.
La realidad simplemente
es realidad, es decir que existe y nada más, a pesar de darle significados.
Camus proyectó en su teoría que es uno mismo quien debe darle sentido a su vida y
lo que le sucedió a Sísifo es fácil de explicar, prefirió luego de volver a
respirar y descender en busca de la piedra, reiniciar su tormento que parece no
conocer, no crean que sabe que la piedra subirá y descenderá cien, mil, diez
mil, cien mil o millones de veces. La piedra es él, la piedra es su destino, la
piedra es su mochila y Sísifo es un héroe absurdo, de tan absurdo no es héroe.
Sísifo es la repetición y tal vez, por eso, el presente se pueda parecer a una repetición
del pasado; o lo que es peor, intentar hacer nuevas cosas paro no poder, porque
el pasado olvidado en la memoria igual martillea, bloqueándonos.
¿Cuál sería el
resultado de nuestras repeticiones? Parece que no hay peor castigo que el
trabajo inútil, no reconocido y sin esperanza. La repetición es una tarea de
nuestro día a día, que algunos la repetimos como una rutina que tranquiliza y
organiza, y otros intentar hacer cosas distintas todo el tiempo, aunque repitan
el mismo procedimiento, el de comenzar y no terminar nada. Lo que repetimos nos
define, lo que innovamos nos destaca y lo que sufrimos, nuestras asignaturas
pendientes. El cambio se nos resiste, la experiencia mal procesada o mal
entendida se nos enquista en el subconsciente sin avisar, pero sin dejar que el
olvido sea definitivo. Cuando aprieta, nos ahoga y desconocemos el motivo pero
volvemos al pasado sin saberlo. Nos encontramos atrapados en las repeticiones de lo que hacemos
o de los que nos paraliza. Nos cuesta tanto liberarnos de esos nudos que atentan
contra nuestra libertad. Repetimos activamente o de forma pasiva que parece que
en realidad buscamos una solución a los deseos no culminados. En terapia se
respira un bucle que asfixia hasta que se vislumbra la punta de la madeja. Se
recibe una bocanada de aire estimulante pero aún no se desatasca el camino
porque no se supera la amnesia. Lo que sucede, tal vez, es que repetimos una necesidad
que aun no se vislumbra, lo que nos lleva a una compulsión por repetir porque
no sabe cómo hacer para recordar.
Muchas veces nos enganchamos
a cosas que no llevan aparejada una recompensa económica. Será que los hacemos
porque para nosotros tiene algún sentido. No me gusta encarar algo de forma
correcta, prefiero hacerlo lo mejor posible. Escribo un blog de pocos lectores,
pero al momento de pensar la temática y el contenido de la entrada, pongo lo
mejor de mí. Lo mismo en mi trabajo o entrenando a equipos infantiles de fútbol.
Estas prácticas no remuneradas hablan mejor de mi que cuando obtengo un sueldo
que en realidad me esclaviza porque me siento siempre mal pago. En cambio, no me pagan por escribir pero siento que es
valioso lo que escribo y que genera una buena imagen de mí. En el mientras, trato
de no recaer en la repetición y pensar que algo que no recuerdo me frena, ata, limita, quita alegría y obliga a pensar que debo preguntar a diario cual es el significado
de mi vida o el valor de mi existencia. Acepto esa limitación y continuo la
marcha en el laberinto de mi subconsciente a la espera de que se ilumine mi memoria
y me libere para bajar a buscar la piedra y darme fuerzas para seguir subiendo
de cualquier manera, ya que esa libertad nos puede enseñar algo más sobre el absurdo…
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