“Sueño la pintura y luego pinto mi
sueño”.
Vincent Van Gogh
El proceso de comprensión ante la
creación artística dependerá de diversos factores, entre otros elementos, un
proceso intelectual, técnico, religioso, estético y social que confluyen en el
momento de la creación. Para la comprensión del trabajo de un artista se debe
tener en cuenta su consideración pública y su inserción en un grupo social. El
artista nunca ha controlado plenamente la difusión de las obras de su arte, la
presencia del mecenas o del coleccionista tienen la fuerza junto con la del
critico quienes van a determinar que la pieza creativa sea un testimonio, a lo
largo del tiempo, de identidades históricos. Aunque creo que el secreto de la
genialidad de un artista es que comunica cosas aparentemente incomunicables.
Los visionarios suelen generar rechazo
en un principio. Un proceso no es algo rápido y las sociedades a veces
necesitan tiempo para confiar, gustar o desear. Muchos de los que frecuentamos
algún museo para intentar comprender una gran obra, llegamos al recinto ya
influenciados por el peso de la historia. Llegamos convencidos de que vamos a
ver una gran creación, lo que demora aún más la adquisición de una capacidad
crítica. En el caso que pudiéramos liberarnos del miedo que nos genera
sentirnos neófitos en materia artística y de caminar solos, podríamos intentar
superar ese complejo de inferioridad o de ignorante que suele producir estar
frente a una obra universal y no “poder ver nada”. Yo no entiendo de arte pero
cada tanto ingreso en algún museo, porque considero que algo me quedará y si no
al menos, me educaré visualmente. Mi intención es cambiar la ruta de mis ideas
y el arte puede contribuir a esa sensación de perder de control.
Cuando visitas el Louvre una multitud
de visitantes y guardias te avisan de que estás cerca de la Gioconda. Pero en
el transcurrir de esa búsqueda te topas con indiferencia con una verdadera
colección de grandes obras, donde solo algunos supuestos eruditos se detienen
durante horas para observarlas. Mi visita al Louvre demandó algunas horas pero
he conocido gente que programa diversos viajes al museo para dedicarle una
semana entera a cada una de sus salas. Esa gente sabe que el arte es inmaterial
y tantas veces ni el propio artista conoce la materialidad que inmortalizó su
obra. El neófito sospecha que en el arte escasean los aficionados y pulula a
sus anchas el esnobismo, donde el arte puede ser un método de ostentación
social.
Hay un antes y un después de Pablo
Picasso, por ejemplo. Pero eso no significa que todo lo que sea Picasso será
bueno. Dicen que hay Picassos buenos y los hay que no serán increíbles. Si bien
el arte es subjetivo cuando estas frente a algo que te genera conocimiento es
posible que lo puedas explicar, aun con palabras bastas o confusas. Puedes
distinguir el arte y saber que en el fondo es un despropósito. En eso radica el
secreto de una vanguardia y por eso, tenemos la sensación de que es para unos
pocos. Pero debemos entender que el arte desaloja el sentido de lo real,
necesita el desborde del sentido común. De ahí que sea subjetivo porque un
sentido común no es único, es uno entre todos. Como en cualquier exposición
estética la finalidad debe ser la de incluir a todos. Tal vez por eso Van Gogh
sea bastante popular, porque nos creemos en condiciones de psicoanalizar sus
pinturas, creer que esta obra representa la insatisfacción, aquella otra la
depresión, otra la ansiedad o la soledad y tantas, la locura que generará el
desenlace. Estos dos ejemplos pueden representar iconos culturales.
Muchos afirman que el retrato de Lisa
Gherardini es la obra pictórica más famosa de la historia. Para los
iniciáticos, ese es el cuadro que Da Vinci bautizó como La Gioconda. Otras
obras populares pueden incluirse como “La joven de la perla”, de Johannes Vermeer,
“La última cena” del mismo Da Vinci, “El beso” de Gustav Klimt, “Las meninas”
de Diego Velázquez, “Guernica” de Pablo Picasso, “Los fusilamientos del 3 de
mayo de 1808”, o “Duelo a garrotazos” de Francisco de Goya, “La libertad
guiando al pueblo”, de Delacroix, “Lección de anatomía” de Rembrandt, “La noche
estrellada” o “Jarrón con quince girasoles” de Vincent Van Gogh, “Baile en el
Moulin de la Galette”, de Pierre Auguste Renoir, “Arearea” de Paul Gauguin, “La
creación de Adán”, de Miguel Ángel o “El grito” de Edvard Munch. En el caso de
este último título, pocos saben que en realidad Munch no pintó un solo grito
sino varios. Y lo más paradójico es que si observas el cuadro, el protagonista
en realidad no está gritando y sus manos cubren sus oídos para acallar el grito
que viene de fuera. Pero no existe noruego que no reconozca “El grito” como su
pintura nacional emblemática.
La muerte suele generar al autor una
revalorización instantánea de un trabajo tal vez ignorado. La desgraciada vida
de Van Gogh no puede tallar su existencia de romántica. Fue menospreciado por
retratar escenas cotidianas y apenas pudo vender una sola obra, “El viñedo rojo
cerca de Arles” (1888). Su muerte dio paso a un regimiento de críticos que
habían pasado por alto su trabajo, hasta considerarlo el artista más popular de
los Países bajos. ¿Es real determinar que Vincent Van Gogh es el representante
por excelencia para los holandeses? No parece. Sí tal vez, el más conocido.
Antonio Berni fue el pintor más
aclamado de Argentina, Jackson Pollock el más conocido estadounidense, Roberto
Ossaye de Guatemala; Fernando Botero de Colombia o Diego Rivera en México. La
idea de escribir esta entrada surgió como una alternativa de graficar un
mapamundi con los artistas representativos de cada país. Pero sin darme cuenta
he reformulado porque en mi ignorancia supuse que en realidad un cuadro y su
artista son una incongruencia difícil de explicar, representar e interpretar y
peor aún, nos puede decir diversas cosas a lo largo del tiempo. Un cuadro es
una ventana donde enviar un mensaje, no siempre difícil de analizar. El secreto
es aprender a mirar y será la eliminación de los prejuicios la mayor facilidad
para descubrir el arte. Elementos mentales elaborados por mecanismos mentales
para descubrir lo que nos rodea, donde creemos que el arte expresa conceptos y
tal vez solo logre manifestar comportamientos y actitudes y la sorpresa será
reconocer que muchas veces el arte no es más que una perturbación o desorden
mental personal y no de un territorio…
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