“La historia se repite. Es uno de los
errores de la historia”.
Charles Darwin
Hace más de cuatro años leí una nota
en los periódicos que, inicialmente me llevó a pensar que sus conclusiones,
eran, como mínimo, exageradas. El ser humano miente durante el día, un promedio
entre cuatro y diez veces. En el mejor de los casos, habremos utilizado entre
mil quinientas y tres mil falsedades en el año. Durante unos días, posteriores
a aquella lectura, pensé en que manejaron la noticia de una manera extrema,
pero de a poco me detuve a observar mis propias actitudes, y encontré un sinfín
de esas mentiras piadosas o ocultamientos, como decir que estoy bien cuando no
lo estoy, de escuchar a gente de mi entorno que se estaba embarcando en varios
proyectos, cuando en realidad todos sabemos que apenas se tratan de tiros por
elevación o proyectos que no tienen proyectos, solo una idea que sobrevino una
mañana y en vez de darle forma, trabajo y proyección, ya la venden como proyecto,
por el simple hecho de que ser emprendedor vende, o por último me sonrojé al
comprobar que mentimos para agradar o cuidar una supuesta imagen. Y pasados
todos estos años, siento que gran parte de la historia de la humanidad está
montada más sobre mentiras que sobre verdades. Y maldigo el momento en que mi
afán lector me puso frente al razonamiento de aquella historia.
Y llevamos meses analizando conceptos
como post verdad o fake news, ambos vinculados con un error de interpretación,
si no queremos denominarlo lisa y llanamente como mentiras. Las fake news se
puede denominar a toda aquella tendencia falsamente descriptiva, que persigue
el fin de manipular sin importar su propósito. Y como estamos viviendo en el
siglo de las liviandades, nos escandalizamos o indignamos como si se tratara de
una nueva prédica de nuestra raza. La verdad es que, si analizamos los momentos
trascendentes de nuestra evolución, no hay libro de historia que no incurra en
varias de estas fake news. El problema de estos mortales tan livianos del día
de hoy es que viven en una sociedad supuestamente informada, pero en realidad,
son pocos los que se informan. Pero, para confirmar con tristeza que no se
trata de un problema producto de lo superfluos que estamos siendo, tenemos a
todos aquellos intelectuales de siglos anteriores, que también han sido
manipulados descaradamente para defender causas prefabricadas. La mentira nos
envuelve a todos.
El lugar ideal para acampar con la
mentira parece ser las redes sociales. Los usuarios, ante la posibilidad de
desarrollar sus propios contenidos, optan por vender o exaltar una vida seudo
perfecta, aún a sus propios cercanos y amigos. A través de sus muros, con la
mejor de todas las fotos conseguidas, nos jactamos de lo lindo que es vivir y
la fortuna con la que contamos por formar parte de esa vida esplendorosa, que
todos anhelan alcanzar. Fotos, videos o frases, inundan las redes para mostrar
el bienestar, felicidad o grado de realización o compromiso en la que nos hallamos
envueltos. Manifiestos de compromiso y amor que, tal vez, reflejamos en una red
social no solo para la persona a la que nos dirigimos, sino al resto de
nuestros contactos, para que presencien como amamos o como lo decimos, cuando
en el cara a cara, no somos capaces de manifestar ni un cuarto de esos
contenidos.
Hace unos años, un buen amigo se
dedicaba todos los días a publicar en su muro personal que salir a correr diez
kilómetros diarios le rejuvenecía o le había cambiado la vida. A esa foto
-donde nunca aparecía él sino el camino hacia delante- le agregaba frases de
libros, poemas o consejos sobre el saber vivir, que me llevó con cierto enojo a
consultarle si era verdad que se había convertido o no. Resultó ser una trola
más en su dilatada trayectoria, pero su contestación me dejó pensando: las
redes sociales son una mentira y esta es la manera de desenvolverse en ellas.
Mi primera conclusión es que las redes tienen miles de funciones, tal los miles
de personalidades de los millones de seres en el planeta. Existe mucha
creatividad en ella, es destacado la función social que muchos desarrollan,
pero en un gran porcentaje, habita gente como mi conocido. Para mi amigo, las redes
resultan el lugar ideal para mentir porque su esencia es la de engañar, y creyó
encontrar el medio idóneo, cuando en realidad, su farsa habitual de no madurar
o centrarse le permitió expresarse como lo es habitualmente, en estas redes
masivas.
Lo que las redes sociales han ido
generando en estos últimos tiempos, además del auto engaño, es la frustración o
angustia que sienten algunos usuarios al compararse con aquellos que se
muestran en las plataformas como exitosos o de vidas placenteras eternas. Arrastramos
una tendencia a compararnos con los demás, y ya nos resultaba cruel observar
revistas como “Hola”, como para ahora sentir desengaño ante la esplendorosa
vida que lleva esa persona amiga, que en el fondo considerábamos un incapaz. Las
redes sociales vienen a ser la revista “Hola” de aquel que nunca tuvo voz, y la
utilizamos para distorsionar o sobredimensionar nuestras acciones, tal como lo
hace el infeliz de aquel actor, empresario, modelo, duque o rey, que nos
muestra una fachada presuntuosa para ocultar su escasas luces o vida interior. La
era digital ha hecho masivo algo que antes estaba limitado a nuestro circulo
bien cercano, porque la comparación siempre ha sido odiosa y todos hemos tenido
vecinos, amigos, primos o cuñados con casas super lujosas, coches descapotables
o hijos espléndidos con notas sobresalientes, que nos han saturado de envidia y
mala predisposición, hasta el extremo de sentir algo de alivio cuando les ha
tocado descender al fango de los mortales.
Las redes se han masificado con
expresiones distorsionantes de la realidad. Un community manager suele ser
aquella persona, que más que informada, tiene el temple necesario para nunca
perder la compostura para dar siempre o casi siempre, respuestas ambiguas -y
amigables- que dejen bien parado la marca o firma a la que representa. Ahora le
sumamos la existencia del influencer, que es aquella persona que cuenta con
cierta credibilidad sobre temas concretos, con presencia e influencia
determinada en las redes para convertirse en un prescriptor más que interesante
para una marca o firma. Son los hoy llamados lideres mediáticos. El problema,
es que, para ambas figuras, tantas veces se utiliza al desenvuelto antes que al
preparado, entonces sus mensajes, respuestas, consejos u opiniones, pueden no
reflejar el concepto de transparencia que se creyó perseguir al generarse estas
funciones. Otra vez la impostura del ser humano al aplicar los contenidos
existentes.
Lo que ha cambiado es la plataforma
utilizada. Internet ha propiciado el acceso ilimitado para generar o manejar
información, multiplicando el alcance de los internautas que compiten por el
monopolio de la información, que antes solo ostentaban los grupos mediáticos.
Esto generó nuevos hábitos de lectura, que tal vez han reemplazado el concepto
de lectura -vinculado a un razonamiento- por el de leer por encima como si se
tratara de un chimento. De ahí la sensación que sostenemos de que todos podemos
opinar de todo, aún sobre cosas que hasta antes de abrir la boca, desconocíamos
su existencia. En mi caso personal, mis opiniones aquí mentadas no son producto
de una actividad profesional, sino simplemente un reflejo de una permanente
observación sobre temas que trato de entender y para poder cuestionar, debo
profundizar. Y vaya paradoja, para intentar alcanzar algún grado de absurda
masividad, publicito con mi mejor cara de buen amigo en aquella red social que
critico las veces que puedo. Indudablemente, expongo mi vida privada sin fotos
o videos, pero sí con un montón de letras perdidas...
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