Las personas aprenden y se forman a lo largo de
toda su vida. Sólo un 10% de lo que aprendemos se genera a través del sistema
formal de educación. Hay un 20% de conocimiento proveniente de ámbitos no
formales, y el 70% de nuestra instrucción procede de ámbitos informales.
Montesquieu citaba tres formas de educación: "... recibimos tres
educaciones diferentes, si no contrarias: la de nuestros padres, la de nuestros
maestros y la del mundo. Lo que nos dicen en la última destruye todas las ideas
adquiridas anteriormente". Lo que Montesquieu intenta decir es que mucho
de lo ejercitado y aprendido en la institución formal tiende a ser artificial y
poco adaptado a la realidad al momento de su aplicación práctica.
Hasta principios del siglo XX la educación era dispensada
por la familia, instituciones religiosas o establecimientos de enseñanza
superior. Simultáneamente con el proceso de aprendizaje familiar o la mirada
religiosa, el joven se integra a una enseñanza planificada, jerarquizada y
sistematizada, donde un currículo oficial aplicado en calendarios y horarios,
consolida una serie de conocimientos y competencias que se desarrollarán en
centros oficiales. Es el famoso sistema
educativo, cronológicamente graduado desde la escuela primaria hasta la
universidad, basado en la instrucción. La instrucción desemboca, de ser
positiva, en un título. El título no siempre desemboca en la capacitación
experimental.
En la década de los sesenta del pasado siglo se
utilizaba exclusivamente el concepto formal de educación. A partir de ese
momento, frecuentaron en los textos pedagógicos, la mención de "educación
informal" y de "educación no formal". En un principio, ambos
conceptos se remitían a toda actividad generada fuera del ámbito escolar, pero
lo que estaba claro era que el aprendizaje no se daba exclusivamente en el
ámbito de la educación formal o reglada. La interacción entre los distintos
ámbitos y entre las diversas generaciones que conforman las sociedades se
constituyeron en los elementos esenciales para desarrollar cultura social y
desarrollo individual.
Resultó evidente el deseo de las personas por
seguir obteniendo conocimientos una vez finalizado el proceso escolar. Surge la
idea de intencionalidad y dependiendo curiosidades, su situación personal u
objetivos específicos, esa intencionalidad labrará su propio destino. Los
cambios tecnológicos -lentos, muy lentos comparado con lo experimentado en este
siglo-, los cambios sociales y el surgimiento de nuevos campos profesionales
obliga a operar por fuera del ámbito de la educación formal.
El modelo social comenzó a ser deficitario a la
hora de congeniar las necesidades básicas de sus integrantes, muchos de ellos
no se sentían integrados. La escuela comenzó a transitar un camino obsoleto que
no respondía a las demandas formativas que lentamente se estaban generando. Por
otro lado, algunos conocimientos se adquirían fuera del sistema convencional de
educación, ya que además de tener la posibilidad de aprender en todo lugar y
contexto, algunos de estos mecanismos de aprendizaje eran reproducidos en
mejores condiciones que en las aulas. A sugerencia de los mayores, acudíamos a
centros especializados en idiomas (fundamentalmente a estudiar inglés) o
aprendíamos mecanografía para adaptarnos mejor a actividades comerciales que
demandaban un plus de preparación. El secretariado fue uno de los emblemas de
esos años 60 o 70, las mujeres se ejercitaban para acceder a la función
administrativa y tener condiciones indispensables como saber escribir cartas,
atender el teléfono, tener trato personal o roce con el público o registrar los
movimientos contables generados en una oficina.
Al momento de incorporarnos al colegio secundario,
se procedía en algunas instituciones a realizar un examen de ingreso. Dicho
examen comprendía los programas educativos estudiados en el colegio primario.
Así todo, tomó una consideración importante acudir al refuerzo de una academia
que complementara nuestra formación para tener mayores posibilidades de sortear
ese examen. Si bien nuestra formación había resultado intensa y útil, una sutil
desconfianza de que con esa educación bastara para afrontar el examen, obligaba
a desembolsar un dinero y acceder a una academia. Era una manera de desconfiar
no tanto de nuestras posibilidades como de la formación hasta ahora recibida.
Durante las décadas 1970-1980 del pasado siglo, se
produjo la introducción de sistemas informáticos en las actividades
empresariales. Nuestros padres nos aconsejaron acercarnos a la computación, ya
que vislumbraban un cambio radical en la concepción de necesidades laborales.
De esta forma continuamos el proceso educativo, en este caso alternando nuestra
formación universitaria. En la década 1980-1990 se lanza el ordenador personal.
Al principio se asoció como una manera de ocio, experimentar la emoción de
jugar contra una máquina. Poco a poco se fueron incorporando funciones
esenciales: las nuevas generaciones pronto comprendieron que podían actuar
sobre los aparatos, adaptándolos a sus intereses personales y profesionales. En
la educación formal, un aula de informática intentó ser parte activa de este
proceso de cambio, pero era insuficiente. Los profesores no tenían la
capacitación ni habitualidad de uso de estas computadoras para incluirlas en el
currículo escolar.
Al mismo tiempo, el ocio comenzó a considerarse
esencial para alternar la formación reglada de los niños o adolescentes. De ese
modo se apuntaba a los niños a actividades como ballet, danza, fútbol, hockey,
judo o natación. Además de considerar el deporte como elemento esencial para la
educación y para sociabilizarse, para muchos padres los cambios sociales hacia
indispensable contar con estas actividades extraescolares, ya que las
exigencias económicas y laborales alejaban cada vez más a padres y madres
(estás comienzan a trabajar fuera de casa) y entonces se necesitaban opciones
donde dejar a los hijos mientras los padres regresaban entrada la tarde de sus
trabajos.
Lo económico también fue esencial en esa crisis que
se estaba gestando en las sociedades. A falta de presupuesto para incorporar a
los hijos a actividades recreativas como las mencionadas, muchos niños acudían
a plazas públicas a jugar una vez finalizados los deberes escolares. En ese
proceso, la educación del niño era la considerada no explicita, ya que en ese momento,
en la interacción con otros niños o medios de comunicación, incorporaba
conceptos como el de amistad, el de juego compartido, curiosidad tan
importantes en la educación, ya que somos seres sociables.
También recibimos educación en el ámbito familiar,
en la relación con nuestros vecinos o amigos,
o en la curiosidad o afán de leer un libro o periódico, de frecuentar
una biblioteca, hojear o investigar una revista o ser un habitual seguidor de
un programa de radio o televisión. Igualmente está considerado como término
"educación" a toda aquella actividad organiza intencionalmente con el
propósito de lograr determinados objetivos educativos y de aprendizaje. El
secreto está en la interacción, debemos aprender de los demás y ellos aprenderán
de nosotros. Somos seres sociables y en la aplicación de nuestras destrezas
descansa el buen desarrollo de las sociedades. A través del contacto diario
familiar, sus influencias y la experiencia adquirida en nuestro entorno social
desarrollamos actitudes, valores, destrezas o conocimientos con claros efectos
educativos.
El primer trabajo abría un mundo desconocido. Si
bien veníamos de más de década y media de formación, nos faltaba el roce para
incorporarnos al mundo laboral. Muchas de los contenidos a ejercitar sonaban
desconocidos para nosotros, como si todo lo aprendido fuera insuficiente o
mucho de lo aprendido no fuera necesario en la actividad laboral. En el mismo
momento de acudir a nuestro lugar de trabajo, comenzaba un proceso formativo
para conocer los movimientos laborales a los que nos sujetaríamos. Ese proceso
se complementaba con la interacción y ayuda de nuestros compañeros de trabajo,
lo que deja en claro que la interacción entre distintas generaciones o
similares está relacionado con cultura y los colectivos laborales son
fundamentales para llevar adelante las necesidades de las sociedades donde
vivimos.
Todo lo que nos rodea nos influye, positiva y
negativamente. Este proceso de educación informal surge de manera espontánea,
generándose en cualquier escenario donde se produzca una interacción. En los
finales del siglo pasado, parte de estas acciones se consideraban educación no
escolar o extraescolar; hoy en día, se determina que es un proceso que dura
toda la vida donde la persona adquiere y acumula conocimientos y modos de
discernir su aplicación.
El siglo XXI aceleró la conciencia de la crisis de
la educación. La escasa interacción del sistema educativo formal ha colaborado
para que estas formas de aprender sigan disociadas entre lo que se dicta entre
sus cuatro paredes y lo que sucede fuera de ellas. Las escuelas deberían ser
concebidas como una extensión de la sociedad, deberían trabajar aunadas con los
demás escenarios en donde se genera aprendizaje. Deberían permitir el fluido
intercambio, dejar de lado la consigna de mismo currículo, mismas velocidades y
mismos tiempos para impartir información y aceptar el intercambio en los roles
de profesores solo emisores en un crecimiento de roles de emisores y
receptores, donde todos crecen en el proceso. La sociedad es más que nunca
dinámica, y los profesores siguen considerando que si el alumno está quieto
durante cinco horas es sinónimo de que está atento, aprendiendo y presto a
cumplir las consignas.
Dentro de las aulas, los alumnos permanecen desconectados.
Desconectados y compitiendo. Se compite ya que el currículo comprende un
programa oficial a cumplir y el ritmo debe ser intenso para cumplimentar ese
programa, más allá de si los alumnos lo han comprendido o no. El individualismo contrasta con la actividad
social que las redes permiten. El sistema educativo propone una doble moral,
practicando la cultura oficial en las aulas e participando de una cultura
informal fuera de ellas, con acceso a redes sociales, de donde surge una
permanente interacción con amigos, conocidos o compañeros.
Las Tics permitieron distintas formas
de autoaprendizaje. Disponemos de tanta información que debemos conocer métodos de búsqueda que nos permita filtrar los contenidos y acceder a la información relevante.
Las generaciones de jóvenes tecnológicos no aprueban la arbitraria decisión de que el conocimiento se
basa en la mera transmisión de un currículo oficial, con roles definidos entre
profesores pasivos y alumnos neutros. Las crisis sociales y económicas obligan
a que la misma sociedad encuentre la solución y parece ser, que en este
proceso, todos los individuos deben ser invitados a formar parte del sistema.
Lo mejor de cada uno será el aval para la integración, donde todo "el
mundo" debe estar dentro de la sociedad, participando con lo mejor que posee.
La educación es para toda la vida. Aprendemos en
todo momento y en todo contexto. Aprendemos de los demás y los demás aprenden
con nosotros. El 70% de lo que aprendemos, lo aprendemos de la educación
informal. Los cambios tecnológicos aceleraron los procesos de transformación.
Parte de la sociedad aún no se encuentra preparada. Sumado a las crisis
políticas o económicas recientes, han demostrado que no estamos formados para
sortear con ligereza estas dificultades. La falta o pérdida de trabajo ha paralizado
a parte de la sociedad. El reemplazo de empleados por evolución tecnológica ha
desembocado en multitud de trabajadores sin trabajo. Con formación
"artesanal" pero sin trabajo. Trabajadores con una formación
específica que resulta insuficiente al no abundar demando laboral para esa
formación. Formación básica que no se ha complementado con formación
tecnológica convierte en inmigrantes digitales a buena parte de trabajadores de
vida útil. Demasiadas contingencias a resolver, pero aún permanecen no encaradas.
Nuestra formación no ha contemplado la capacidad de
razonar y sortear este tipo de adversidades. Un sector de la población se ha
convertido en emprendedores de los nuevos sectores productivos que ha generado
el desarrollo tecnológico. Pero la educación formal sigue educando sobre los
viejos parámetros. La lógica indica que los jóvenes de hoy aún desconocen que
trabajo habrá de ser esencial cuando completen su formación reglada.
Debemos agregar otro tipo de conocimientos. Durante
seis horas de la jornada del estudiante se aísla en un centro educativo de la
interacción que lo tecnológico hoy propone como normal. Desconectan a la fuerza
de los medios tecnológicos y se sientan a escuchar a profesores con una serie
de contenidos que tal vez no resulten esenciales para hacer frente a los
desafíos de esta nueva época. El modelo vigente parece desfasado con relación
al siglo XXI. En las aulas, el conocimiento esencial parece escaso, son pocos
los profesores preparados para alternar los viejos principios educativos con
una preparación para dar respuesta a las necesidades actuales. Al profesor o
maestro lo ha reemplazado google o la wikipedia. Las personas y las tecnologías
deben aprender a convivir. Los jóvenes lo hacen pero no por la regularización
de la educación formal. Lo hacen por su propia curiosidad y por la facilidad de
ser jóvenes de estos tiempos.
El futuro es digital. Los cambios en el sistema
educativo son demasiado lentos. El aula corre el riesgo de haber perdido
identidad física. Compartimos mundo a través de internet y en nuestro entorno
laboral se trata de privilegiar el trabajo en equipo, donde todos potencien sus
aptitudes en pos de un cometido. Para los que trabajamos con niños o jóvenes,
sabemos que los tiempos de cada desarrollo emocional o psíquico no son iguales.
De seguir con esta línea de presentar material a toda el aula, a la misma hora,
de la misma manera y al mismo ritmo, seguiremos dejando en el camino a muchos
jóvenes que en realidad son capaces, que en realidad tienen actitudes singulares
para completar su desarrollo. El problema es que el programa no contempla el
desfase de velocidades que distingue como único a cada individuo. Las personas
que se adaptan a este método seguirán aprobando las pautas, tendrán un ligero
cimbronazo a la hora de incorporarse al mercado laboral y luego de un proceso
de adaptación, estará integrado y será productivo. Pero, ¿qué hacemos con el
resto? ¿Seguiremos considerándolos excluidos del sistema? Si logramos no perder
ni echar a perder a esos jóvenes, lograremos acceder a esa renovación tan
ansiada.
Aprendemos interactuando. Al
interactuar estamos colaborando con conocidos y extraños. Todo el mundo debe
formar parte de la sociedad proponiendo lo que mejor sabe. Debería haber lugar
para todos, sin exclusiones y sin abandonos. La educación permanente está
abierta a internet. La demanda es fuerte, ya no se considera no formal o
informal el acceso a estos cursos, mooc o tutoriales. Más posibilidades de
aprendizaje con la libertad de ir o venir, de escuchar, de participar, de
aportar. De lograr modificar ese concepto con cooperación e interacción se
puede lograr modificar esa educación formal relegada del último medio siglo.
Los cursos, como los trabajos, comienzan, transcurren y finalizan. El saber
amoldarse a esta situación generará usabilidad y relevancia, que no son otra
cosa que aprender lo relevante para cada persona en cada momento.
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