"Es
triste que vivamos en una época en que se tiene poco tiempo para leer de
corrido libros muy extensos (...) Habría que inventar pedazos de tiempo libre
para que uno pudiera comprar al mismo tiempo que un libro. El vendedor
entregaría el libro y el tiempo necesario para leerlo."
Julio
Cortázar.
En
dos años de escritura del blog, la misma polémica mantiene una aburrida
vigencia. El hastío de la repetición te puede llevar a replantear tu hipótesis.
No es cuestión de ser obtuso. Al momento de considerar cambios en la estructura
de este sitio, puede ser la siguiente moneda de cambio. Ya no se trata de
diagramar la foto en forma cuadrangular, rectangular o circular a la hora de
mostrar cambios. La duración de mis contenidos, controvertido para algunos,
puede llegar a sufrir recortes. Entonces, como otro contrasentido, hoy elijo
divagar sobre la costumbre pérdida de leer significados algo más profundos y de
tener tiempo y ganas para encarar lecturas "largas".
Porque
parece que la gente sigue leyendo. Pero como con cada experiencia a la que
comparamos con otras épocas, redefinimos la lectura con la puntualización que
debería estar atravesando una transición, ya que lo se dice leer, hoy no se
lee. Apenas podemos aceptar que la gente se distrae, se dispersa y se
compromete poco con el desarrollo de su intelecto. La Real Academia solía ser
concisa a la hora de definir lo que era un libro: "Conjunto de muchas
hojas de papel u otro material semejante, que encuadernadas, forman un
volumen". En los últimos tiempos incorporó una acepción, que por
importancia figura en el segundo lugar:
"Obra científica, literaria o de cualquier índole con extensión suficiente
para formar volumen, que puede aparecer impresa o en otro soporte".
Entonces
no solo está en transición la definición de libro o vigente la polémica de que
a causa de tanta información, es verdad que ahora se lee más que antes. Lo que
muchos aseguran es que, además de cambiar el concepto de leer, lo más grave es
la manera de procesar la información, lo que les permite pronosticar que
nuestra capacidad de concentración sigue mermando. Los científicos advierten
sobre este momento de transformación, que no significa que no esté pasando
nada; según las investigaciones, estamos frecuentando un tiempo gravitante
similar a la invención de la imprenta o la misma escritura, lo que redefinirá
el concepto de hábitos de lectura y la evolución o desarrollo de nuestros
cerebros.
Resulta
entonces que leemos todo el tiempo, a cada hora. Pero se hace la salvedad
indispensable de decir que se debe hacer un esfuerzo adicional para no sucumbir
ante tanto bombardeo informativo. La tecnología continua parece ser un imán
para la lectura superficial. Si revisamos la definición de la misma RAE, encontramos
que tecnología es el conjunto de teorías y de técnicas que permiten el
aprovechamiento práctico del conocimiento científico. Para el ingeniero
informático estadounidense Alan Kay, la definición es más práctica, ya que los
que conocimos el mundo no informatizado, consideramos que tecnología es todo
aquello que fue inventado después de que tú nacieras.
Entonces
leer quizás es hoy una actividad cada vez más tecnológica. Algunos jóvenes
consideran que es más complejo porque abundan los elementos multimodales,
vínculos, imágenes o videos. Entonces lecturas cortas se ven relacionadas con
las diversas opciones mencionadas. Lo que se cuestiona es si tanta información
significa concentración, por lo que llevamos más de cuatro décadas en el
planeta, sentimos que esa práctica social de libro abierto, absorto o
ensimismado en la comprensión, ha pasado a mejor época. No leemos como hace
cincuenta años, y no leemos como seguramente leeremos en los siguientes
cincuenta.
El
patrón de leer tecnológicamente incide sobre nuestro intelecto. La lectura en
pantallas puede invitar a la desconcentración. Redes sociales, correos
electrónicos, hipervínculos, mensajes o anuncios han transformado el cerebro y
la falta de costumbre, obliga a reeducar el cerebro a la hora de encarar una
lectura obligada o profunda. Estudios confirman que nos solemos dispersar unas
veinte veces a la hora, saltando de un aparato al otro. La condición estática
de un libro de papel, parece ser un enemigo peligroso para esta sensación
permanente de movimiento. El teléfono móvil y las redes sociales nos toman de
rehén al momento de distraernos, de evadirnos de cualquier actividad.
La
capacidad que sostenemos en estos tiempos de leer en movimiento supone una
distracción adicional. Multitud de ciudadanos que se mueven por las calles con
el cuello bajo, dirigida la visión solamente a las pantallas de los móviles o
tablets, protege la superficialidad de la lectura. No nos concentramos, no
retenemos información, porque consideramos que no es un problema, si no nos
acordamos lo volvemos a googlear y listo, es como sorprendernos todo el tiempo
al descubrir lo que antes habíamos leído o estudiado.
Existen
atenuantes para seguir confiando. Publicaciones que aseguran que alumnos buenos
en papel, leen igual de bien en digital. El secreto parece ser que utilizando
la inteligencia del viejo lector, no abusan en lo digital del escaneo ni de la
subestimación de que la información en la pantalla parece ser más clara que en
el papel impreso. La mente juega malas pasadas, porque la sensación de rápido
aprendizaje permite abandonar el estudio antes de tiempo, antes de haber
comprendido o estudiado la lección. El resumen digital tampoco favorece los
procesos intermedios. Un resumen de antaño era leer y extractar utilizando la
escritura para conformar un nuevo texto. Hoy el copy-paste en realidad no
genera un proceso de aprendizaje ni resume, sino un mecanismo donde el único
que trabaja es el ordenador.
El
futuro pertenece a la lectura digital. Los viejos profesores o empedernidos
lectores habrán de sobrevivir solo si se reciclan, si se adaptan. Entusiasmado
por desarrollar temáticas que me permitan expresarme, tomé esta experiencia
como una cuña que al mismo tiempo que me permitía llegar a redes sociales o
hipervínculos, mostraba mi resistencia al presentarme con textos largos. Creía
que era una manera de practicar una sana oposición. Hoy cedo en la tercera
página, pero presumo que el que llegó hasta esta línea respeta los viejos
hábitos, el lector acostumbrado y consagrado será difícil que claudique. Y yo
interpreto que conduciendo un blog, puedo administrar mis contenidos y su
extensión, obtener cada tanto opinión sobre mis vertidos, contestarles y seguir
pensando que compartir información detallada puede ser el gran aporte que le
hacemos a este mundo tecnológico, que no nos atrofia el cerebro, solamente que
nos vamos dejando poco a poco ganar por la comodidad.
Durante
siglos apenas han habido cambios. Hoy somos testigos privilegiados de
modificaciones constantes. Sin internet yo no conseguiría temática diversa para
ofrecer o cuestionar. Sin el 2.0 sería imposible el intercambio de opinión.
Pero sin intelecto será inútil disfrutar los beneficios que el
perfeccionamiento constante de nuestras habilidades nos acerque el mundo al
alcance de una tecla enter, que sigue significando entrar y no saltar
superficialmente de un lado al otro...
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